Sola(s)

Solo, sola
adjetivo
1. Que está sin compañía o que no tiene familiares o amigos.
2. Que está sin otra u otras cosas, o que se considera separado de ellas 

Si una va caminando sola por los pasillos de Parque Central, pues estará muy, muy sola. A menos que nos salgan La Sayona o El Brayan y sus amigos. Es más probable que el Brayan salga porque bueno, sabemos cómo el tipo es omnipresente y tiene la capacidad de aparecer en todos los lados. Pero si una se va pa la playa con las amigas, resulta que también estaremos solas y además, peormente juzgadas.

Me meto de frente y de jeta con la RAE: las palabras “sola” y “solo” representan un estatus material de individualidad, de no tener compañía en un momento específico (sin que nos pongamos cuánticxs ni metafísicxs), de modo que son sensibles al cambio de género mas no deberían ser sensibles al cambio de número precisamente por lo que significan. Así que “se fueron las 4 solas para la playa” no tiene sentido.

Es allí donde entra el meme del negrito con los signos de interrogación. ¿Solas? ¿Solas? Ya va, pero… ¿No hay 3 personas más acompañándome y yo acompañándolas a ellas? Claro. Solas porque no había hombre porai que estuviera con nosotras. Por tanto, sin la compañía del pene, pues se establece la obvia relación de soledad a pesar de que haya 4 cuerpos vivos el uno al lado del otro.

“Se fue sola para la playa”, “se fue sola para el trabajo”, “se fue sola para el colegio” tuviese sentido dentro de un orden sintáctico de la oración que simplemente pretendiese, en tal caso, establecer una descripción de la situación física-cotidiana-momentánea de una persona X, pero sabemos que cualquier frase que esté adjetivada por “sola” denota la condición de mujer sin compañía (del macho), y por tanto, irresponsabilidad. Todo lo que le pase por andar sola es culpa suya. Culpa. Culpa católica.

Y la cosa se pone peor cuando andamos solaS. Cuando el número se queda en singular es más común que algo ocurra porque al ser mujeres (más débiles, menos capaces, más vulnerables) somos carnada fresca y fácil. Pero cuando estamos solaS, en plural, esa condición “sin compañía del hombre” se asevera.

Si nos acompaña un amigo gay igual estamos jodidxs porque al pobre carajo ni lo cuentan. “¿Y se fueron solas?” “No, estaban con G, pero él es marico”. Cuando no pasa nada que atente con nuestra seguridad el problema se queda en la mera preocupación, y en nuestra irresponsabilidad. Pero cuando sí nos pasa algo (desde que se espiche un caucho hasta que nos violen y nos maten) la culpa es nuestra porque quién carajo nos manda a las 4 a irnos solas para la playa. Como si el sólo hecho de la compañía masculina evitase o previniese de alguna manera los sucesos o accidentes que pudiesen ocurrir.

Pero claro que lo evita. ¿No es así como nuestro sentido común funciona? A ver, ¿Cómo nos sentimos protegidas? ¿Quién sí nos protege? ¿En quién confiamos más?

No nos caigamos a muela: yo me siento más protegida estando en la calle a las 11pm con un pana que con mi amiga de toda la vida.

Este mismo sentido común, este imaginario colectivo que heredamos logra el arquetipo que nos dice que solas somos más vulnerables (porque el hombre establece una relación de poder desde su ser macho y nuestra “condición” de mujeres; establece una relación de poder superior de su cuerpo con el nuestro), de modo que cuando trasgredimos la norma estamos metidas en un peo.

Sabemos que es muy distinto decir “estaban solas” a “estaban solos”. La diferencia es abismal porque el género establece un condicionamiento clave a la hora de situaciones de maltrato y agresión. Y, automáticamente, por estar solas, por haber trasgredido la norma de estar sin la protección masculina, es nuestra responsabilidad que nos pasen las cosas que nos pasan, incidentes alcahueteados y excusados por las formas más cochinas del patriarcado.

¿Cómo llegamos a naturalizar “solaS”? ¿Cómo llegamos a incluir en el decir cotidiano “nos vamos solas”? Creo que desde el 2016, cuando violan y asesinan a Marina Menegazzo y  María José Coni, o cuando empalan a Lucía Pérez, solaS empieza a repensarse, a utilizarse de otra manera. Tengo amigas que me corrigen, y así mismo he naturalizado yo misma no decir esa frase porque, en definitiva, liberarse es también dejar atrás la fraseología machista que heredamos.

Sí, estar solas (sin compañía) es peligroso, y estar solaS (varias mujeres juntas) termina siendo un arma de doble filo al que podemos sacarle ventaja: igual que un par de tetas al aire, unas mujeres juntas fungen de atentado terrorista al machismo cotidiano.

Sahili Franco

Nació en Caracas, el 15 de marzo de 1990. Inició su carrera editorial en el Taller de Creación Editorial Agujero Negro, formando parte del equipo de editorxs, correctorxs y productorxs de contenido de esta revista, órgano divulgativo de la Escuela de Artes-UCV. Durante ese período, inició paralelamente y de forma autodidacta estudios sobre la imagen, la gráfica, la fotografía, el cine y el audiovisual. Su producción de contenidos apunta a la comunicación pertinente de historias de vida que hablan respecto a la soberanía de los cuerpos, la alimentaria, la des-mercantilización de la vida y a las contradicciones discursivas y estructurales que enfrentamos como pueblo oprimido, colonizado y en eterna resistencia al mismo tiempo que incluye la necesidad discursiva y coyuntural que nos tocará atacar al momento. Sus canales de participación son el impreso y el web, y sus formatos, video y texto en géneros como la crónica, pequeños cuentos y micros.

Actualmente produce contenidos desde sus pequeñas trincheras de lucha, y trabaja como productora audiovisual freelance.