“El país que sueño es un imperio de la cultura”

ENTREVISTA
GUSTAVO PEREIRA, POETA

> El autor del preámbulo de la Constitución de 1999, en el que se invocan los poderes creadores del pueblo, está convencido de que sin revolución cultural no hay revolución verdadera porque solo una cultura dirigida a la transformación genera conciencia liberadora

¿La Revolución ha logrado (parafraseando uno de sus versos) vencer a la muerte, echar a la miseria, que haya pájaros en cada pecho? ¿Qué nos falta?

—Por lo pronto, sin que esto impida lo también esencial, me conformo con que la Revolución eche a la miseria, la cual por lo demás ha disminuido sensiblemente en nuestro país gracias a la acción revolucionaria, como lo corroboran las cifras del organismo de Naciones Unidas encargado de determinarlo. El año pasado un amigo de la oposición me preguntó qué había hecho el Gobierno con los niños limpiabotas porque no hallaba uno para que lustrara sus zapatos. Yo, que toda la vida he limpiado los míos, le dije que de buena fuente supe que no solo los limpiabotas, sino todos los niños de la calle, lejos de ser devorados por los comunistas como se esperaba, estaban siendo “beneficiados”, procesados y enlatados en una fábrica socialista de salchichas para solucionar, siguiendo los consejos que Jonathan Swift dio al Gobierno inglés en su modesta proposición, el problema del abastecimiento de carne.

—¿Cuál es la señal más esperanzadora que ha visto en estos años de Revolución?

—El despertar de la conciencia popular, incluyendo el de nuestra Fuerza Armada.

—¿Cómo describiría el vacío que dejó el presidente Chávez?

—Evocando la manifestación de duelo de un pueblo para quien él representó su costado más sensible. Aquella interminable fila de gente, día y noche, durante días, para ver por última vez a quien sentían tan hondo, no solo nos conmovió. Nos hizo comprender que en la conciencia sensible de los humildes él será inmortal. De modo que ese vacío está lleno de amor.

—¿Hay una estética del Socialismo del siglo XXI? ¿En qué consiste?

—No la hay, y espero que no la haya. El poder creador humano no tiene límites y la libertad es su matriz.

—Los intelectuales de la derecha suelen atribuirse el monopolio de la creación y del arte. Dicen que del lado revolucionario solo hay felicitadores y mediocres. ¿Qué les responde, si es que lo merecen?

—No creo que valga la pena responder a eso. Aduladores, lacayos y mediocres hay en todas partes, pero estoy seguro que menos en las filas de la Revolución.

—¿Hacia dónde va la Revolución? Los politólogos no lo tienen claro, los economistas menos. Tal vez usted, como poeta, pueda orientarnos un poco.

—Los poetas y los aspirantes a poetas también contribuimos a la confusión universal. De lo que sí estoy convencido es que sin revolución cultural no hay revolución verdadera. El derecho que más ejerzo es el de soñar, y sueño con que se decrete la cultura en todas partes como prioridad A, colocando el énfasis en dos aspectos: el primero, el sistema educativo, gran herramienta de la cultura cuando funciona; y el segundo, construyendo en las capitales y grandes ciudades de los estados palacios de la cultura, y sus equivalentes en las pequeñas ciudades, no para que sirvan de cascarones decorativos y vacíos, sino para que sean dignos y hermosos centros activos de creación y divulgación de valores. Allí podrían reunirse las organizaciones sociales y eso garantizaría su permanente acción y el protagonismo popular. En cultura las leyes de la economía se dislocan. No es la demanda lo que determina la oferta, sino la oferta lo que determina la demanda. Así como los templos y las iglesias ocuparon y ocupan todavía el corazón de las ciudades ¿por qué no hacer lo propio con los palacios de cultura? En una ciudad como París el corazón no es tan solo Notre Dame, también el Louvre, el Centro Pompidou, el Museo del Hombre, el Grand y Petit Palais y tantos otros faros de las artes y las ciencias. Si aquí se gastaron, justificadamente o no, cientos de millones en estadios de fútbol, ¿por qué no se puede invertir en lo trascendente? ¿Qué nos quedó de las grandes civilizaciones? No puede existir liberación sin conciencia liberadora, y la conciencia liberadora es cultura transformadora: razón y sensibilidad. El país que sueño es un imperio. El imperio de la cultura, el imperio del conocimiento y la sensibilidad, que no son inmanentes en los seres humanos sino que se adquieren.

—¿Qué hace un poeta en un lugar como la Asamblea Nacional?

—No estuve en la Asamblea Nacional. Con mucha pena rehusé la oferta que me hicieran los compañeros del PSUV, por la simple razón de que no sirvo para eso. En mi lugar les propuse el nombre de Earle Herrera, y ya ves que no solo no estaba errado, sino que Earle, siendo un poeta, ha dado allí a la palabra, a los principios y al humor el reino que merecen. Yo había declinado también antes, al concluir la Asamblea Constituyente del 99, con la misma pena y las mismas razones, ocupar el entonces equivalente a Ministerio de Cultura, el Conac, que me ofreciera el presidente Chávez. Soy alérgico a toda forma de poder, excepto al del amor. Y si acepté ir a la Constituyente fue por sugerencia de algunos de mis exalumnos, dirigentes del MVR, quienes me visitaron y convencieron con el argumento de que allí haría falta gente de la cultura y no solo líderes políticos, pues de otro modo, me decían, en la nueva Constitución la palabra cultura, como ocurrió a lo largo de nuestra historia constitucional, no figuraría ni en sueños. Por fortuna, en esa Constituyente había compañeros de excepción y se pudo aprobar todo un capítulo de derechos culturales. Y aunque entre nosotros la circunstancia suele privar sobre lo esencial, esa Constitución resultó una alta ofrenda a la dignidad humana.

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Un intelectual orgánico

Gustavo Pereira (Punta de Piedras, Margarita, 1940) es doctor en Literatura de la Universidad de París, poeta y ensayista con más de 30 obras publicadas y profesor de la Universidad de Oriente. Inquieto intelectual desde edad temprana, ha formado parte de movimientos y publicaciones literarias como Símbolo y Trópico Uno. Viene ganando premios desde 1965, y en 2001 obtuvo el más importante que se otorga en Venezuela, el Premio Nacional de Literatura. En 2008, la V edición del Festival Mundial de Poesía fue celebrada en su honor.

Expresión consumada del intelectual orgánico preconizado por Antonio Gramsci, Pereira ha estado siempre del lado de las luchas populares. En 1999 fue parte de la Asamblea Nacional Constituyente y, dada su jerarquía lírica, los diputados le encargaron redactar el preámbulo. Le preguntamos cómo se sintió en 2002, cuando los golpistas derogaron de un plumazo la Constitución, incluyendo su poético preámbulo.

“Ni siquiera tuve tiempo de pensar en ello. El 11 y 12 de abril me hallaba en Caracas, estuve en la concentración de la avenida Urdaneta, a poca distancia de puente Llaguno, viví las horas de pesadumbre que tantos compañeros vivieron, sentí la dulce lumbre de la fraternidad y, en paralelo, la turbia demencia del revanchismo y el odio. Y cuando regresé a mi casa, el día 13, los acontecimientos se precipitaron y el presidente Chávez fue restituido en el poder por el hasta ahora invencible binomio pueblo-Fuerza Armada”.

Clodovaldo Hernández/ Ciudad CCS

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