Bájate de esa nube Jorge Ramos

De un tiempo para acá el periodista mexicano de la cadena Univisión, Jorge Ramos, ha alcanzado cierta notoriedad porque le ha plantado cara al “Trumpismo” y a su ultraconservadora visión del mundo, es decir aquella estrecha perspectiva donde sólo hay lugar para la gente blanca, de cabello rubio, dientes rubios y raíces europeas. Los demás (negros, latinos, árabes, chinos e indios) serían personas indeseables e imprescindibles, útiles -sólo en algunos casos- para contratarlos como mano de obra esclava o semiesclava o en su defecto para alistarlos como mercenarios del gran ejército imperial.

Durante la campaña electoral de Donald Trump, Ramos fue protagonista de un desagradable incidente: fue mandado a echar por el magnate, hoy presidente de los Estados Unidos, por latino y por realizar algunas preguntas que resultaron molestas para el magnate gringo. De ahí en adelante, el reportero de larga trayectoria se ha convertido en una suerte de líder de la causa latina en predios del Tío Sam.

Como todos sabemos en Norteamérica existe una sociedad forjada con el concurso de múltiples nacionalidades, lo que ha dado pie al mito cursi y bastante meloso, de que el sistema norteamericano le da cobijo a todo aquel que se esfuerce por superarse indistintamente de su origen. “América tierra de las oportunidades”, ha sido desde siempre el slogan con que han capturado el respaldo de cientos de miles de incautos. “Do you remember Rocky”.

Entre ellos el mismo Ramos, quien seguramente se fue de su México natal buscando mejores oportunidades y con el pasar de los años y a la luz de una carrera que podría considerarse exitosa desde el punto de vista profesional de la derecha, terminó por sentirse norteamericano, con plenos derechos en la patria de Washington, pero también de Madison y Wilson.

Orígenes sectarios

Desde los propios orígenes, los norteamericanos se erigen soberbios como los amos predestinados de un mundo que debe rendirse a sus pies. No me cree, veamos pues lo que pensaba James Madison (1809-1817), cuarto presidente de los Estados Unidos quien sostenía que el poder debía ser delegado al caudal de la nación: “El grupo de hombres más capaces, que entienden que el papel del gobierno consiste en proteger a la minoría de los opulentos contra la mayoría[i].

Y qué decir del llamado ideal wilsoniano, derivado del pensamiento de Woodrow Wilson presidente número 28 de la Unión (1913-1921), quien sostenía perlas como estas: “En el exterior, la responsabilidad de Washington es ver que el gobierno esté en manos de los buenos así estos sean pocos; en casa es necesario resguardar un sistema de toma de decisiones por las élites y ratificación por el público –Poliarquía, en el léxico de la ciencia política- en vez de una democracia”[ii].

Esta manera de pensar no es para nada casual, forma parte de una tradición muy arraigada de las diversas formas de imperialismo inglés, de las cuales los padres fundadores de los Estados Unidos fueron fieles herederos.

“Desde la primera revolución democrática moderna en la Inglaterra del siglo XVII. Los autodenominados hombres de primera calidad miraban consternados como una aturdida multitud de bestias con figura de hombre repudiaba la estructura básica del conflicto civil que se libraba en Inglaterra entre la corona y el parlamento y exigía un gobierno de compatriotas iguales a nosotros, que conozcan nuestras necesidades y no de caballeros y señores que nos dictan leyes, elegidos por temor y que únicamente nos oprimen y desconocen las aflicciones del pueblo[iii].

Otro ejemplo patético fueron las acciones y pensamientos de gente como, Arthur James Balfour primer ministro del Reino Unido entre 1902 y 1905 y Lord Cromer, ambos figuras protagónicas de la dominación británica en Medio Oriente. El escritor Edward Said resume el “legado” de ambos de este modo: “Hay occidentales y hay orientales. Los primeros dominan, los segundos deben ser dominados. Y esto normalmente significa que su territorio debe ser ocupado, que sus asuntos internos deben estar férreamente controlados y que su sangre y sus riquezas deben ponerse a disposición de un poder occidental[iv].

Ello explica que de 1815 a 1914 el dominio colonial europeo directo se haya ampliado desde un 35% de la superficie de la Tierra hasta un 85%. Todos los continentes resultaron afectados, pero especialmente África y Asia. También sabemos que el imperialismo inglés decayó y fue suplantado por los mismos Estados Unidos, que ahora gobierna Donald Trump y que como sabiamente avizoró el Padre Simón Bolívar han estado predestinados para plagar a la humanidad de hambre y miseria a nombre de la libertad.

Bájate de esa nube Ramos

De modo que no le queda muy bien este papel a Ramos, quien luce como ofendido y horrorizado ante la conducta de Trump y sus más influyentes seguidores, cuando en realidad estos señores sólo están siendo fieles a sus esencia racista y fascista. El cándido de Ramos en una reciente entrevista a Jared Taylor, que causó revuelo en redes sociales, le reclamaba al ultraconservador en cuestión, que los latinos también tenían derechos en Estados Unidos, que ese también era su “Patria” y esto fue lo que obtuvo por respuesta:

“Sr Ramos es fantástico para usted que MI GENTE pierda poder y se convierta en una minoría eso es fantástico para usted. ¿Pero cómo puede serlo para mí?, (…) Creo que en promedio los blancos son más inteligentes que los negros  (…) Tenemos el derecho  de decir este territorio es sólo para nosotros y sólo nosotros podemos ser”.

Aunque no hay nada que agregar, sólo podemos decirle al “señor Ramos” que como latinos nuestra verdadera nación es la Gran Patria Latinoamericana soñada por Bolívar, Sandino, Martí, El Ché, Chávez y Fidel. Qué por más que haya sido muy modosito en tierras gringas, siempre lo van a ver como un “pinche frijolero”, es triste, pero es así, porque como decía el gran Aimé Cesaire: “Detrás del capitalismo ansioso de sobrevivirse esta Hitler”. Viva México cabrones…

[i] Tomado del libro Hegemonía y Supervivencia, de Noam Chomsky, Editorial Norma (2004), p-15.

[ii] Ibídem, p-14.

[iii] Ibídem, p-12.

[iv] Tomado del libro Orientalismo de Edward W. Said, editorial Debolsillo (2002), p-63.

DesdeLaPlaza.com/Daniel Córdova Zerpa