Aleksandr Lukashenko y sus dos décadas de poder en Bielorrusia

Este domingo, luego de un proceso electoral, Aleksandr Lukashenko obtuvo una nueva victoria para mantenerse en la presidencia de Bielorrusia, puesto que ocupa hace dos décadas.

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Cuando llegó al poder,  Lukashenko esa casi un completo desconocido según reseña El Comercio. Con la edad justita y un mechón de pelo todavía rubio cubriéndole la frente. Sus rivales se mofaban de él, que había dirigido una granja de cerdos y hablaba con ese acento campestre tan común en las provincias orientales.

Osado y popular, su tesón de novato arrasó, al final, con la vieja y confiada nomenklatura. Aleksandr Grigórevich Lukashenko era elegido presidente a la edad de 39 años hace hoy dos décadas. Fueron las primeras elecciones democráticas de la historia de Bielorrusia. ¿Serían las últimas?

“Una dictadura que funciona bien”

“Yo no la llamaría perfecta”, dice a El Confidencial el periodista Andréi Aliaksandrau. “Para mí no hay nada más imperfecto que una dictadura. Sí diría que es ‘una dictadura que funciona bien’. Las autoridades han logrado cierto nivel de vida. Nunca en su historia el bielorruso ha vivido mejor que ahora, y no quiere cambiar”.

Bioelorrusia ostenta un desempleo de apenas 1% (quinto más bajo del mundo). Aunque incluye, según informes, el extendido trabajo forzado y los sueldos decentes. Los bielorrusos ganan 400 euros mensuales de media, igual que los rumanos, por encima de los búlgaros y más del doble que los ucranianos. No obstante, los precios de Minsk se asemejan a los de Madrid, fruto de la mayor inflación del mundo en 2012: un 60%.

Es la eterna paradoja de Bielorrusia, el contraste abismal entre “la última de las dictaduras de Europa” (repetitiva expresión detestada por cualquier bielorruso, esté a favor o en contra del Gobierno) y el pulcro aspecto de sus calles y tiendas llenas. Recorrer Minsk es una experiencia placentera: reman las barquitas por el río Sviloch y abundan los tonos pastel, como si la capital estuviese velada por un tono bucólico de película antigua, de infancia. ¿Es este el aspecto de una “dictadura perfecta”?

“¿Orden antes que desarrollo?”

“El pueblo bielorruso, que valora el orden y la estabilidad más que la competitividad y el desarrollo”, dice Yauheni Preiherman, analista del Club Liberal de Minsk. Da fe de ello el anecdótico nivel de movilización; el año pasado, por ejemplo, sólo hubo en todo el país dos manifestaciones de más de 500 personas.

Incluso la protesta simbólica de Femen ante la visita de Lukashenko a Kiev en junio obtuvo mayor visibilidad. “Finalmente, Rusia. Recibir entre el 15% y el 20% del PIB mediante todo tipo de subsidios y beneficios facilita mucho las cosas a Lukashenko. Además, los rusos siempre están ahí para rescatarle de los peligros inmediatos de las crisis económicas”, zanja.

Mejor Rusia que la Unión Europea

Litvina dice que la propaganda del Kremlin también se ha sentido en Bielorrusia, donde los canales más populares son rusos y nueve de cada diez personas hablan ruso como lengua materna. Según una encuesta del IISEPS, en diciembre de 2013, el 36,6% de los bielorrusos apoyaba la anexión de su país a Rusia. En mayo de 2014, la cifra subió al 51,5%. En las mismas fechas, aquellos que preferían unirse a la Unión Europea bajaron de 44,6% a 32,9%.

El régimen vive así un periodo estable, optimista, incluso relajado. Durante el Mundial de Hockey sobre Hielo, celebrado en Minsk el pasado mayo de 2014, permitió a periodistas de todo el mundo viajar a Bielorrusia sin necesidad de visa durante un mes. Trece nuevos hoteles abrieron para recibir a miles de visitantes y hasta 500 policías recibieron cursos de inglés para comunicarse con los turistas.

Sin embargo, los analistas observan el deshielo con mucha cautela, pues conocen el “péndulo de Lukashenko”: su clásico equilibrio entre Rusia y la UE que le permite lograr una inversión aquí, un préstamo allá, y conservar el poder. El péndulo oscila cada dos años aproximadamente: cuando Bruselas cree que por fin va a cortejar a Lukashenko, este saca a los antidisturbios para volver a la órbita rusa. Cuando siente muy cerca el aliento de Moscú, Lukashenko se gira hacia Europa.

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