¿Qué son los hombres de los cuatro minutos?

los hombres de los cuatro minutos

Los Hombres de los Cuatro Minutos fueron un grupo de voluntarios, autorizados por el presidente de EE UU Woodrow Wilson para dar pequeños discursos en todos los teatros y cines del país. El tema de sus intervenciones fue siempre el mismo: la necesidad que tenía el país de entrar en la guerra europea, (convirtiéndola así en mundial) y la captación de fondos para sostener ese esfuerzo.

Los guiones para esas intervenciones se los proporcionó casi siempre el Comité de Información Pública (CIP), un organismo creado ex profeso para desarrollar labores de propaganda bélica. Los discursos duraban cuatro minutos porque era el tiempo que se tardaba en cambiar las bobinas de las películas en los cines y, según los especialistas, el promedio de atención humana para un mensaje eficaz. Pero conozcamos mejor el escenario.

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El 6 de abril de 1917, el Congreso de EE UU declaró la guerra a Alemania. Como se puede suponer, la ciudadanía no entendía mucho. Con un gran número de estadounidenses de origen alemán en Estados Unidos y muchos otros con fuertes sentimientos antiintervencionistas, el Gobierno decidió que era necesaria una gran campaña de propaganda para agitar el apoyo a la guerra y dar la vuelta a la opinión pública del país. Entre otras ‘herramientas’, a principios de junio se crearon los Four Minute Men.

La idea la había dado, unas semanas antes, un joven hombre de negocios de Chicago, Donald M. Ryerson, graduado en Yale. A la semana de firmarse la guerra, Ryerson fue a Washington y, en diez minutos, explicó su idea al presidente del CIP, George Creel, que inmediatamente lo puso a cargo de hacer de los Hombres de los Cuatro Minutos una organización nacional.

 

Un presupuesto mínimo

Cuando la guerra terminó, en 1919, más de de 75.000 ciudadanos de EE UU habían sido Hombres de Cuatro Minutos.

Habían pronunciado 7,5 millones de discursos, delante de 315 millones de estadounidenses y en 5.200 comunidades. Más de 14 millones se alistaron para combatir en Europa. Fue, sin ninguna duda, la forma más eficaz de propaganda durante toda la I Guerra Mundial. Y todo el programa únicamente le había costado al Gobierno 101.000 dólares. Nunca ha habido un discurso que no haya podido mejorarse. Nunca hay que estar satisfecho con el éxito» Se conocen muchas de las indicaciones que el Comité envió, en su día, a los voluntarios y que conforman un prototipo de manual de propaganda política. Por ejemplo, el CIP recordaba que, al disponerse solo de cuatro minutos, no había tiempo «para una sola palabra perdida».

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Recomendaban escribir y memorizar el discurso, y dividirlo meticulosamente en varias partes: 15 segundos para la apertura, 45 para describir el enlace, 15 para la apelación final, etc. En el manual se decía:

«Nunca ha habido un discurso que no haya podido mejorarse. Nunca hay que estar satisfecho con el éxito. Trate de tener más éxito, y aún más éxito. Mantenga los ojos abiertos. Lea todos los periódicos todos los días, para encontrar un nuevo lema o una nueva frase o una nueva idea para reemplazar algo que tiene en su discurso (…) Si las ideas son buenas, debe planear introducirlas en la experiencia de sus oyentes. Pero no ceda a la inspiración del momento, ni ante el aplauso se aparte de su esquema. Puede agregar una palabra o dos, pero recuerde que solo puede hablar 130, 140 o 150 palabras por minuto y, si su discurso se ha preparado cuidadosamente para llenar cuatro minutos, no le podrá añadir nada sin quitar algo de importancia. Necesitamos su ayuda para hacer del Four Minute Men la fuerza más poderosa para despertar el patriotismo en Estados Unidos».

 

 

Y así fue. La opinión pública norteamericana, desde entonces, ha sido una de las más beligerantes del mundo, capaz de apoyar y validar las políticas más agresivas que se han desarrollado en los últimos cien años.

tomado de 20minutos.es