Cantinflas sigue siendo verbo en los pueblos latinoamericanos

Cantinflear significa «hablar de forma disparatada e incongruente y sin decir nada», según la Real Academia de la Española.

¿Y cómo no exaltar la memoria de Mario Moreno Cantinflas, si su obra se convirtió en verbo, en acción y emblema de la actuación cómica en el continente latinoamericano y el mundo?.

Este domingo se cumplen 21 años de su muerte a causa del cáncer de pulmón que le fue detectado un mes y medio antes del fatídico 20 de abril de 1993, cuando partió a otras latitudes desde su México natal, rodeado de familiares y amigos más cercanos.

Mario Moreno nació el 12 de agosto de 1911 en la Ciudad de México, en el seno de una familia humilde de 11 hermanos. Antes de iniciarse en el mundo del arte escénico se paseó por muy diversos roles, desde torero hasta boxeador.

Fue en 1930 cuando empezó a explotar su talento como actor en carpas ambulantes montadas en los barrios populares. «Esos eran verdaderamente los teatros del pueblo, donde el pueblo convivía con uno y uno con ellos, muy cerca. Esa fue una de mis mejores escuelas», era lo que pensaba el actor sobre esa etapa de su vida, según manifestó durante una entrevista en 1967, reseñada por el diario El Economista de México.

Invención del «cantinflismo»

El mexicano tuvo, en realidad, dos fechas de nacimiento, la del cumpleaños de Mario Moreno y la de Cantinflas, quien vio luz por primera vez en 1940 cuando protagonizó la película «Ahí está el detalle», dirigida por Juan Bustillo Oro.

Aunque el apodo había nacido años antes, durante sus hazañas en el teatro popular, según el ensayista mexicano Carlos Monsiváis ese nombre artístico surgió de la siguiente manera:

«De acuerdo a una leyenda con la que él está de acuerdo, el joven Mario Moreno, intimidado por el pánico escénico, una vez en la carpa Ofelia olvidó su monólogo original. Comenzó a decir lo primero que le viene a la mente en una completa emancipación de palabras y frases y lo que sale es una brillante incoherencia (…) El destino ha puesto en sus manos la característica distintiva, el estilo que es la manipulación del caos (…) Alguien, molesto por las frases sin sentido grita: ‘Cuánto inflas’ o ‘en la cantina inflas’, la contracción se crea y se convierte en la prueba del bautismo que el personaje necesita».

Por primera vez América Latina vio en la pantalla grande al hombre de pantalones caídos, ropa estrecha, sombrero y pañuelo rojo al hombro; aunque lo realmente característico era su personalidad distraída, hablar rebuscado, disparatado y de frases pegajosas.

A estas peculiaridades se le conoció como «cantinflismo», descrito por el periodista español, Fernando Orgambides, como «una teoría vacía, incongruente y disparatada de interpretar el lenguaje, con mezclas de muletillas coloquiales y términos cultos mal empleados».

Quizá sea una definición poco menos que estereotipada, pero el «cantinflismo» contenía «un trasfondo de crítica social, apropiada por las clases populares, que se identificaron con su persona y vieron en sus películas pasajes muy reales de la crudeza del México cotidiano. Entre carcajadas, Cantinflas también hizo llorar», agregó Orgambides.

«No que no, ¿chato?»

Mario Moreno, a lo largo de las 50 películas que protagonizó, popularizó inumerables frases, como «no que no, ¿chato?», «por un lado es mucho, pero por otro es poco», «usted no se despreocupe…»; pero sus diálogos también estaban llenos de reflexiones que iban mucho más allá de la mera intención de parecer graciosos.

– «La primera obligación de todo ser humano es ser feliz, la segunda es hacer feliz a los demás».

– «Todas las ideas son respetables aunque sean ideítas o ideotas».

– «Algo malo debe tener el trabajo, o los ricos ya lo habrían acaparado».

– «El mundo deberí­a reí­rse más, pero después de haber comido».

Fueron algunas de las frases más emblemáticas recopiladas de su filmografía.

«Con cualquier otro cómico estos parlamentos hubiesen sido extraordinariamente penosos, con Cantinflas adquieren brío, convicción, la fuerza de la épica del sin sentido», expresó en una oportunidad Monsiváis.

Humildad y sencillez

Tanto Cantinflas como Mario Moreno eran hombres sencillos, de hábitos austeros y rutinarios, sobre todo en los últimos años de vida.

Cantinflas, Mario Moreno

Luego de rodar la última película, en 1982, «El Barrendero», se alejó del mundo del espectáculo y se dedicó a compartir con sus más allegados, entre ellos su hijo Mario Arturo Moreno Ivanova, producto de la unión con la rusa Valentina Ivanova Zuvareff, el 27 de octubre de 1934, quien murió en 1966.

Su legado no solo se reduce a las películas que protagonizó, pues su talante altruista lo llevó a fundar de forma benéfica la Casa del Actor y en 1952 emprendió una campaña a favor de los pobres para construir un hábitat social.

Era tímido y poco asiduo a acobijarse en la fama que lo rodeaba, pues mantenía una vida pública conservadora y comedida.

Entre sus últimas apariciones, Orgambides recordó que Eulalio Ferrer y Antonio Ariza, empresarios españoles afincados en México, lo convencieron para que fuera el pregonero del Carnaval de Cádiz. Aquejado de fiebre y pese a su ancianidad, Cantinflas soportó durante dos horas con entereza y buen humor el envite.

La anécdota habla de la sencillez característica, una vez mas demostrada cuando realizó festejos taurinos personificando a Cantinflas, con los que recogió fondos para obras de beneficiencia.

Numeroso fueron los reconocimientos en América Latina y el mundo. La Organización de los Estados Americanos (OEA) lo designó embajador de la paz y fue nombrado maestro honorario en Venezuela y jefe simbólico de la policía en Guatemala y de los Bomberos de Bogotá.

Desde La Plaza/AVN/YIB