Murió el maestro Juan Formell

Juan Formell musico cubano cantando

Tenía 71 años y conocidos y extraños le seguían llamando Juancito Formell. Era inevitable, porque era un hombre de amor, de dulzura, de mucha inocencia, y con una modestia que costaba entender. Don Juan Formell creó el songo, ese ritmo que inmortalizó la mítica agrupación cubana “Los Van Van”, también creación de este genio de la música, que ha fallecido este jueves, en La Habana, Cuba, la misma ciudad que lo vio nacer el 2 de agosto de 1942.

Hizo bailar a millones de personas alrededor del mundo, en Cuba fue honrado con los más altos reconocimientos de la música académica, pero sin ninguna duda, se lleva  el fundamental: el de la gente.  Hace poco confesó que nunca aprendió a bailar, y que tal vez no le había interesado hacerlo, porque su preocupación era hacer bailar a los demás.

Cada historia que cantó la sacó de la calle, y casi siempre de la calle habanera, decía que una de las cosas menos cómodas de la popularidad, era que ya nadie le dejaba hacer una cola, porque todos querían cederle su puesto. En las confesiones que espiaba con curiosidad en esas colas, en las “guaguas”, en las esquinas de El Vedado, Centro Habana y Miramar, consiguió el maestro Formell las historias que se llevó de viaje al ritmo del songo cubano.

Un cronista de Cuba que sin angustias confesó que aquella maravilla musical que hacía, no habría sido posible hacerla en otro lugar que no fuera La Habana.

Contra todo pronóstico, y a pesar del bloqueo inhumano, “Los Van Van”, fueron cinco veces nominados al Grammy Latino, y en 2013, no hubo ni una sola excusa más para no dárselo. Una anécdota que el maestro contó como un logro para su Cuba, y no como un premio, porque como afirmó tantas veces, “nada me hace más feliz que oír al trabajador ese de la calle, tarareando mis canciones, y sin importar cuán cansado está, moverse y sonreír si la oye o la recuerda, que con la música es la misma cosa”.

En Venezuela confesó hace pocos meses que ya no era el mismo batallador de antes, que había entregado la batuta de la orquesta a su hijo, porque se sentía cansado, pero no estaba enfermo ni aquejado de ningún mal, “ que no fuera el del amor”.

Cuba, el Caribe, Latinoamérica y el mundo, lloran la partida de un músico excepcional, pero mejor ser humano. Habrá que honrarle como él habría querido, bailando sonrientes su songo cubano. Buen viaje Maestro, nos deja su música y eso lo  hace inmortal.

Desde la plaza/ teleSur/ AMH

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