Orson Welles, un antisistema del cine

El Brititsh Film Institude lo calificó como el mejor director de cine. Su obra más conocida, Ciudadano Kane (1941), es considerada por muchos como la mejor película de todos los tiempos, señala el catedrático en Comunicación Audiovisual de la Universidad Autónoma de Barcelona, Roman Gubern en su Historia del cine. Ciudadano Kane, el gran estreno de alguien que no tenía ni idea de cine, es al mismo tiempo el retrato de un magnate de la prensa y el análisis histórico y psicológico del poder capitalista.

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Lo cierto es que Orson Welles (1915-1985) es una figura especial y esencial en la historia del cine, del teatro y también de los medios de comunicación. No lo es simplemente y por su genialidad cinematográfica; sino también por su osadía y su insistencia para romper las normas establecidas en la industria de Hollywood.

A sus 23 años este genio nacido en Kenosha (Wisconsin) había logrado provocar el pánico en todo Estados Unidos por culpa de una adaptación radiofónica de la novela de H.G. Welles, La guerra de los mundos. Fue la noche del 30 de octubre de 1938 y a la mañana siguiente Orson Welles sería ya famoso y entraría a lo grande en Hollywood, gracias a un contrato con la RKO. Pero Orson Welles fue un incomprendido en la meca del cine. Hollywood fue hostil con este genio que siempre se sintió fuera del sistema. «Hollywood se me murió en cuanto llegué allí. Ojalá hubiese ido antes. El auge de los independientes fue mi ruina como director», reconocía años después en una entrevista. Quizá se refería al tijeretazo que la RKO propinó a su balzaquiana El cuarto mandamiento.

Al final Welles acabó, como Chaplin, exiliándose en Europa tras ser acusado de comunista. El director diría tiempo después, como recoge Kirk Douglas en su autobiografía Yo soy Espartaco: «Lo malo de la izquierda estadounidense es que traicionó para salvar sus piscinas. Y no hubo unas derechas estadounidenses en mi generación. No existían intelectualmente. Solo había izquierdas y estas se traicionaron. Porque las izquierdas no fueron destruidas por Mac Carthy; fueron ellas mismas las que se demolieron dando paso a una nueva generación de nihilistas»

Antes de todo eso, antes incluso de plantearse hacer cine, Welles ya tenía una carrera en distintos teatros americanos, en la que destaca su obsesión por reinterpretar a Shakespeare. El escritor inglés sería una de sus grandes pasiones. Con estas adaptaciones teatrales, Welles demostró ser un joven prodigio con una mirada inaudita en aquella época, por ejemplo, trasladó su adaptación de Macbeth, al Haití de Henri Christophe, comparando al monarca lleno de ambición por el poder, con el gobernante el gobernante haitiano, como retrata Esteve Riambau en Las cosas que hemos visto, Welles y Falstaff.

Como dice Riambau, Welles dominaba todo el repertorio del literato inglés. Prueba de ello son sus versiones cinematográficas de Macbeth, Otelo y Campanadas a media noche. No solo hubo Shakespeare, adaptó a Kafka en El proceso, hizo con Rita Hayworth, con la que estuvo casado, La dama de Shanghái, Sed de Mal, Mr Arkadin o El extraño.

Su otra gran pasión fue España y su cultura. Quiso hacer El Quijote, quiso hacer una película de Goya. Vivió entre Sevilla y Madrid y rodó en España tantas veces como pudo. «Un hombre no pertenece al lugar donde nace, sino a done escoge morir». La frase de Welles no se cumplió, no murió en España, país que amaba, pero sus cenizas descansaron en el pozo de la finca de su gran amigo, el torero Antonio Ordóñez, a diez kilómetros de Ronda, Málaga. Así ponía fin a una relación pasional con España, con el toreo, con El Quijote y también con Goya.

En su obra, España estuvo presente en una adaptación inacabada de Don Quijote, un proyecto gigantesco que no vio la luz a pesar de haber rodado 20.000 metros de película de la que se conservan dos secuencias montadas. Welles tenía pensado rodar también una película sobre los Toros y los Sanfermines, que tampoco llegó a realizar. La pintura de Velázquez y, sobre todo, Goya también influyeron en las pretensiones del cineasta que barajó rodar una película sobre el autor de Los fusilamientos del 2 de mayo, cuadro que descubrió visitando el Museo del Prado durante una de sus estancias en Madrid.

El año pasado se presentó la recuperación de Too Much Johnson, una cinta onírica con que la que el cineasta debutó en pantalla grande en 1938, el mismo año de La guerra de los mundos. Orson Welles dejó más de mil bobinas bajo llave en París de una película inédita que próximamente veremos restaurada. Se trata de The Other Side of the Wind, una película inacabada que rodó los años 1970 y 1971, parte de ella en España. El argumento de esta cinta prueba, una vez más, el carácter de outsider y antisistema de Welles. Todo surgió durante el rodaje de un documental de Hemingway sobre la Guerra Civil española. Welles, que trabajaba para el autor de El viejo y el mar decidió cambiar el guion, una fechoría que alarmó al escritor. Acabaron a puñetazos y a gritos. Así surgió la idea de este filme que en estos momentos está a la espera de ser catalogado y trasladado a Los Ángeles para su posterior estreno.

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