En Latinoamérica el biopic televisivo pasa de la apología del crimen a la propaganda

La ficción televisiva del siglo XXI diluyó aún más esa difusa línea entre realidad y drama, primero con las altas dosis de hiperrealismo representados en los reality shows y luego al tomar historias de narcotraficantes latinoamericanos como argumentos para producir telenovelas y series “narco óperas” que han convertido a la violencia en entretenimiento, entre éstas la vida de Pablo Escobar, cuyo actor intérprete, Andrés Parra, también fue considerado para hacer de Hugo Chávez en un nuevo biopic televisivo seriado para Sony Pictures, lo que presume un uso del entretenimiento para la revisión histórica como recurso de propaganda.

El documental histórico biográfico, de orígenes propagandísticos, y la telenovela de no ficción, entendiendo ésta como aquellas historias o adaptaciones “basadas en”, “inspiradas en” o simplemente recreaciones y “versiones libres” de personajes y acontecimientos, son los fundamentos de estos textos audiovisuales que comenzaron a ganar audiencias en la primera década de 2000, con las conocidas series Sin tetas no hay paraíso (2006) y El cartel de los sapos (2008), basadas en dos novelas colombianas, respectivamente, y la segunda de ellas escrita por un ex narcotraficante.

El debate generado por estas series, derivación del cine biográfico o biopic, es sobre su apología al delito, donde se elogia al antivalor del crimen, el tráfico de drogas y sus privilegios, como si fueran una epopeya, justificados por el contexto social en el que se basa la historia.

Una de las características de estos relatos epopéyicos lo explica el investigador Pedro Cano en su libro De Aristóteles a Woody Allen (1999): “Los héroes de la pantalla se atienen hoy día ―no obstante― a una variable maquiavélica, según la cual el bien y el mal son relativos. El malvado de carácter plano no debe ganar, pero el pícaro puede vencer al mafioso; o el delincuente redimido, al poder. Incluso el peor de los malvados merece vencer, si es más inteligente que los ciudadanos mediocres”.

La épica del narco

La acción dramática en estas historias hace apología del delito y al tiempo “humaniza” al personaje principal. “Mi padre era mucho más cruel de lo que se refleja en la serie”, declaró recientemente a El País de España, Juan Pablo Escobar, hijo de Pablo Escobar refiriéndose a la serie Narcos, quien señalo que “Hay que tratar esta historia con responsabilidad. Hay miles de víctimas y un país detrás que merece respeto. Están inculcando una cultura en la que parece que ser narcotraficante es cool”.

Entre las historias del narcotráfico llevadas a la pantalla que presentan personajes latinos puede tomarse como referencia el hito de Scarface (1983) dirigida por Brian de Palma y protagonizada por Al Pacino, de la que devienen una serie de filmes hollywoodenses hasta la reciente Sicario (2015) y series de televisión como Breaking Bad (2008).

No deben quedar fuera las narcopelículas mexicanas de baja factura El Bazukazo (2010), Scarface renacido (2011) y Comando élite narco (2014), cuyo elemento transversal es el realce del crimen organizado como contracultura, metarrelato en el que también se inscriben las telenovelas La Reina del sur (2011), las series Escobar, el patrón del mal (2012), Narcos (2015), de Netflix, el videojuego Call of Juarez (2011) y las suspendidas series sobre los narcotraficantes mexicanos El Chapo Guzmán y Édgar Valdéz Villarreal, alias “La Barbie”, quienes han manifestado “colaborar” para que se haga un seriado sobre su historia.

¿Cómo ayudan éstas series a reforzar modelos de inspiración inspirados en el delito, a su admiración colectiva? Ignacio Ramonet en Propagandas silenciosas resalta que “Las imágenes de los medios de difusión masiva audiovisuales son máquinas insistentes hechas para que florezcan y triunfen, estúpidos y soberbios, los estereotipos”, sobre los cuales se inspiran tendencias, modas y hasta una “historia oficial”.

 

Ficción propagandística

Días atrás Sony Pictures Television anunció el estreno para 2017 de la serie El Comandante, basada en el presidente y líder socialista Hugo Chávez, la cual tendrá el derroche de un gran presupuesto que aspira completar 60 episodios que narrarán 30 eventos importantes de la vida de Chávez. ¿Es casualidad que el actor Andrés Parra, quien interpretó a Pablo Escobar en El patrón del mal, sea el que protagonizará a Chávez en este seriado? ¿Qué relación construirá su imagen en el ojo del espectador?

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Aunque se desconocen los detalles de la línea argumental de esta serie es pertinente comprender cómo opera la ficción en la audiencia y sobre este concepto determinar cómo una narración ficcional pudiera ser empleada como recurso de propaganda dirigida a audiencias de la región latinoamericana con fines de dar una “muerte simbólica” al líder y a la Revolución bolivariana.

En su Poética, Aristóteles explica que en la acción dramática, tanto la epopeya como la tragedia son imitación de la vida “presentando a los personajes como si fueran ellos mismos los que actúan y obran”, cuya mímesis constituye una realidad imaginaria y que se concreta, explica Umberto Eco en Apocalípticos e integrados (1964), “cuando tenemos una trama a través de la cual los personajes se hacen explícitos y asumen una fisonomía y un carácter”, que dan vida a estos hechos que nos parecen verosímiles y cuya verosimilitud se identifica con lo real.

La trampa o poder de la ficción está en que con su “verosimilitud” puede ser empleada como propaganda negra, debido a que proviene de una fuente distinta a la usual y especialmente porque el perceptor “no sabe que se le está haciendo propaganda” y le pueden controlar sus ideas y valores en torno de un personaje, para descalificarlo o deformar su realidad.

La técnica propagandística utilizada puede ser la “historia reescrita”, con la cual “Los acontecimientos y personajes y sus acciones y pensamientos son adaptados a la propaganda y la interpretación, interesada, se hace sin ningún tipo de consideración estrictamente historiográfica”, hasta hacer que la audiencia acepte la opinión sobre dicho personaje como si “voluntariamente” fuera la suya, explica Carlos Abreu en El imperio de la propaganda (2007).

Recientemente el presidente Nicolás Maduro anunció la creación de una serie y una película sobre Chávez, la cual contará con testimonios vivos y trabajos biográficos como el de Germán Sánchez Otero, ex embajador de Cuba en Venezuela, quien trabaja en un proyecto sobre el líder socialista que ya completa dos tomos impresos. “No va a venir una transnacional a desfigurar a nuestro comandante Hugo Chávez”, señaló el Presidente luego de anunciar esta batalla que dará en el terreno de la industria cultural.

La propaganda no siempre es explícita y se emplea muy bien mediante mensajes encubiertos. Para contrarrestarla en el terreno de la industria cultural, más allá de la contrapropaganda, es necesario el desglose de la ficción, enseñar de forma pedagógica y mediante análisis a la audiencia, sus componentes y atributos, para remarcar ante el espectador esa línea divisoria que tienen ficción y realidad, evitando que el cine y la televisión sean terreno fértil para la desinformación histórica, dirigida sobre todo a las nuevas generaciones que también son nuevas audiencias.

DesdeLaPlaza.com / Pedro Ibáñez