Tabaré Alonso: Nunca me habían abrazado tanto hasta que llegué a Venezuela

“De Venezuela me enamoré del Roraima, de su comida, aunque no soy de paladar muy fino, si hay que comer, comemos, si no pues no comemos; de sus atardeceres, sus paisajes, también de su gente, nunca me habían abrazado tanto hasta que llegué a Venezuela”. Así lo expresó, Tabaré Alonso, en una amena conversación con sus seguidores de las redes sociales, admiradores y fanáticos, en la Plaza Miranda de los Dos Caminos, donde narró la experiencia vivida desde hace 10 meses cuando emprendió el sueño de recorrer América en bicicleta.

Este joven uruguayo, salió de su tierra natal en una aventura que le ha cambiado la vida, la percepción del mundo y lo ha encontrado con sí mismo y con un montón de gente que le admira y le respeta por haber tenido el valor de salir a conquistar sus sueños.

Encontrándose con culturas, playas, montañas, ciudades y gente distinta, pero que lo ha recibido con algo en común: los brazos abiertos y con mucho cariño, como el caso de Venezuela que pese a las advertencias que le hicieran venezolanos radicados en otras tierras, de no venir a Venezuela por la inseguridad, por la crisis, o por miles de motivos negativos y terribles, que quizá si les hubiese hecho caso, no hubiese conocido la verdadera esencia del venezolano: amable, “abrazón” cómo diría el mismo Tabaré, querendón y hasta salido, preguntándole desde que pisó la frontera por su odisea, interesándose por su recorrido, por su bienestar y hasta queriendo acompañarlo en su aventura.

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Y es que así somos los venezolanos, solidarios, hermanos, amigos, con el arpa, cuatro y maracas en las venas y el tricolor patrio en el corazón y ese sentir característico de nuestro gentilicio, nos los recordó Tabaré con su historia de cómo fue llegar a la tierra de Bolívar.

De una manera que resulta jocosa pero al mismo tiempo muy cruel, el cicloturista uruguayo comentó que justo antes de entrar a Venezuela se despidió de su mamá, fueron tantas las advertencias de que no saldría con vida de Venezuela, que la llamó y se despidió de ella por si acaso fuese esa lo última vez que hablara con su madre.

“Durante este viaje dos veces me ha tocado despedirme de mi madre, cuando estuve en la Cordillera de los Andes la llamé y le dije mamá: ‘no sé qué va a pasar, voy a escalar un nevado, siempre soñé estar arriba en una montaña nevada y escalarla, y quería hacerlo sin ningún equipo de seguridad y antes de comenzar a subir me despedí de mi mamá. La segunda vez fue cuando entré a Venezuela, le dije mamá te quiero mucho pero si me pasa algo estoy haciendo lo que a mí me gusta”.

Luego de esa llamada y de afrontar sus miedos, entró en lo que él mismo terminó catalogando como “el paraíso”, sorprendido porque nada de lo terrible que le habían advertido sucedió, no fue víctima del hampa, ni de la violencia, ni de todas esas cosas feas, que si pasan, porque no podemos tapar el sol con un dedo, pero él afortunadamente se había encontrado con el lado afable de nuestra tierra, con la Venezuela bonita, con ese paraíso terrenal de hermosos paisajes, de ríos, playas, montañas, selva, pero sobre todo de su gente, razón por la que expresó su agradecimiento, tras tanto afecto, desde que llegó a Santa Elena de Uairén donde comenzó el recorrido por Venezuela.

Adiós Uruguay

A modo de introducción, durante el encuentro en la Plaza Miranda de los Dos Caminos, Tabaré resaltó que “cuando uno comienza un sueño, un proyecto, hay tres fases para empezar a construirlo, el primero es cuando uno dice: voy a hacerlo, voy a comenzar, cuando se convence uno y dice me voy a recorrer América en Bicicleta, el segundo es cuando se lo dices a tu mamá: ‘mamá me voy’; y el tercero es cuando dices: ‘es el día de irme’ y es allí dónde hay que decidir salir de la zona de confort”, esa que le corta las alas a los sueños, que los aniquila.

La curiosidad de la gente no se hizo esperar y en un ciclo de preguntas y respuestas de casi dos horas, pudimos conocer algunos detalles tanto de estos 10 meses de viaje, como de su paso por nuestro país, donde aún estará por unos 3 meses más para continuar atesorando vivencias, paisajes y afectos, llevándose consigo un pedacito de lo nuestro.

Una de las mayores preocupaciones de sus admiradores fue el tema económico, el presupuesto para el viaje, el itinerario, la alimentación, la seguridad, el hospedaje, y la necesidad de contar con un plan. Muchos manifestaron cierta angustia por estos temas, a lo que el joven uruguayo respondió de manera ligera y casi que sin inmutarse: “Mi gran error cuando comencé fue planificar tanto, había planificado para todos los escenarios posibles, para el frío, para el calor, llevaba un colchón inflable, un caucho de repuesto, 2 kilos de cargadores, medicina, alimentos; planifiqué la ruta y el primer día que salgo me cansé horrible, como nunca, no llegué al lugar planificado dónde debía llegar, me fue mal. Con esto aprendí que no necesitamos tanta planificación, no hay que calcular tanto cuando queremos hacer algo”.

Resaltó que ahorró por un tiempo, demostrando que es posible conocer, viajar, disfrutar, sin grandes cantidades de dinero, “con humildad, siento que he ahorrado como 50 años de licencia, con todos los lugares que he conocido viajando en bicicleta”.

Señaló que la planificación realmente no es lo primordial, “mi mensaje es no planifiquemos, sigamos nuestros sueños (…) Hay miles de viajeros y miles de formas de viajar, todas son válidas e increíbles, pero para mí la mejor forma de viajar es la que te permite interactuar con las personas”, destacó.

Viajar solo: un encuentro consigo mismo y con la divinidad

“Yo no estoy buscando ningún lugar en el mundo ni saber quién soy, mi lugar en el mundo es mi país, con mi familia, voy a volver a Uruguay, no ahora, ni dentro de unos meses, por ahora voy a seguir en mi sueño”, enfatizó Tabaré Alonso.

Continuó respondiendo las inquietudes de sus seguidores, confesando que al comenzar su aventura era un hombre de poca fe, pero que este viaje le ha permitido creer, “Cuando comencé este viaje no creía en Dios e increíblemente con el pasar del tiempo comencé a sentir la presencia de dos ángeles, de dos guerreros que me acompañan, uno a cada lado, siento que hay algo superior que está junto a mí en este viaje y he descubierto que es hermoso creer, cuando uno siente esa energía que no está solo, que hay alguien del más allá y me gusta creerlo”.

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Este viaje ha sido para él una transformación, “el viajar en bicicleta, viajar tan lento, te da tiempo de pensar, piensas mucho, y viajando en bicicleta uno tiene sus miedos y preocupaciones, pero en el camino uno va aprendiendo a no tomarse nada personal, también he aprendido a no preocuparme tanto”.

Manifestó que comenzó a tomar los miedos como etapas, “ahora tengo muchas preocupaciones, cómo voy a llegar a Panamá, se me está por vencer el pasaporte, qué hago, el dinero, pero voy a esperar que llegue cada momento para afrontarlo. Esas son algunas de las cosas que vas aprendiendo en el camino”.

Viajar en bicicleta le ha afinado los sentidos, “he aprendido a ver, a sentir, a escuchar, a observar, pero también a escucharse a uno mismo”, comentó.

“Estar solo es hermoso, todos debemos hacer un viaje en solitario, aprendemos tanto, aprendemos a escuchar a la gente, empiezas a estar ciento por ciento en todo, activamos todos nuestros sentidos”.

El embrujo de Venezuela

Más allá de la riqueza natural que ofrece Venezuela en todo su esplendor, siendo históricamente un lugar turístico por excelencia, Alonso comentó que se enamoró del Roraima cuando vio la película Up, y se dijo: “yo quiero estar ahí, quiero conocer Margarita, La Tortuga, y uno de los sueños de los sureños es estar aquí”.

Desde que Tabaré entró al país por Santa Elena de Uairén, se encontró con el rostro amable de Venezuela, desde los guardias nacionales y autoridades de seguridad del Estado quienes le brindaron su apoyo y hasta sintieron curiosidad por la travesía de su viaje hasta ahora que cuenta con una fanaticada de venezolanos que le siguen, le quieren y respetan.

Con relación al impacto que ha tenido en las redes sociales comentó que al salir de Uruguay él lo que deseaba era viajar, conocer, quería mostrarle a América cómo era viajar en bicicleta, cómo se vive, cómo vive la gente y cómo se abre la gente. Hoy le resulta gratificante todo el cariño que le expresan por las redes sociales.

Compartió una de sus experiencias vinculadas al uso de las redes sociales, “algo increíble que me pasó aquí hace algunos días, estaba en mi bicicleta solito como siempre, iba en la carretera, se para una camioneta y el conductor me dice, déjame ver tu rodilla y era un doctor que sabía que yo había publicado en las redes que tenía un problema en la rodilla y me quería revisar la pierna, me resultó tan extraño”, mencionó.

“Antes de las redes era igual, quizá la única diferencia es que ahora me reconocen, pero el trato ha sido igual, y el cariño de los venezolanos es muy particular. “Los venezolanos son espontáneos y ‘abrazones’, yo no puedo estar quieto en un lugarcito con mi bicicleta sin que llegue un venezolano a preguntar que estoy haciendo, qué voy a hacer, y eso por lo menos en mi experiencia en otros lugares, no me había pasado (…) “No estaba tan acostumbrado a abrazar tan fuerte y por tantos segundos”.

Tabaré duró 15 días en la Isla de Margarita y confesó que de haberse quedado un solo día más, hubiese desistido de su sueño, al tiempo que destacó que no desea enamorarse en este viaje porque aunque es hermoso sería la ruptura de este proyecto.

“Hay una profecía que dicen aquí en Venezuela, cuando llegué me dijeron Tabaré vas a colgar la bicicleta y al diablo travesía, al diablo sueño, me decían que me iba a enamorar aquí, pero no me voy a quedar aquí en Venezuela porque si lo hago estaría fracasando en mi sueño, sí voy a volver pero por ahora no puedo quedarme por mucho que quisiera, de hecho cuando me empiezo a encariñar con un lugar o con alguien se que es el momento de irme, me pasó en la Isla de Margarita un día más y me quedaba”.

Mencionó que ha tenido la oportunidad de hablar con muchos venezolanos que están fuera del país y ahora entiende porqué extrañan tanto, “extrañan la comida, la gente, los afectos, porque el cariño del venezolano es muy diferente”, enfatizó.

Al infinito y más allá

Tras haber recorrido, Uruguay, Argentina, Perú, Bolivia, Brasil y Venezuela, seguirá hacia Colombia y por ahora, la meta más cercana del uruguayo es llegar a Panamá y luego a Estados Unidos en bicicleta.

Explicó que entre América del Sur y América Central hay una gran división que es el Tapón de Darién y las formas de llegar serían por avión o por barco lo que resulta muy costoso, o cruzar el propio Tapón de Darién, “siento que si puedo llegar a Panamá, puedo llegar a cualquier parte del mundo”, subrayó.

“Este viaje en bicicleta me ha permitido conectarme con las personas de diferentes estatus, me ha permitido conocer, aprender, descubrir, disfrutar. Hay dos formas de aprender: una es leyendo y otra es viajando y la verdad es que no leo mucho últimamente”, resaltó.

Tabaré Alonso instó a los presentes a luchar por sus sueños, a no desistir y a ser perseverante en las convicciones, “no importa lo que nos digan, lo que importa es que lo hagamos, lo intentemos y que no nos vayamos de esta vida sin por lo menos haberlo intentado (…) Lo que nos para, lo que nos frena es lo mismo que nos pasa a todos, los miedos, esos malditos miedos que no nos dejan salir de esa maldita zona de confort”, reflexionó.

Manifestó que con este viaje le gustaría “ayudar e inspirar a los demás para que vean que la vida es más simple, es tan simple y somos nosotros quienes la complicamos”.

El joven ciclista uruguayo agradeció a sus seguidores y expresó el amor que ahora siente por nosotros los venezolanos y por nuestra tierra, resaltando que “la gente de Venezuela se hace querer”.

Al salir de la capital venezolana, Tabaré Alonso visitará el centro y occidente del país, partiendo hacia Maracay, Valencia, Puerto Cabello, Maracaibo, Mérida y San Cristóbal, aprovechó para invitar a la rodada en bicicleta que habrá el próximo 5 de febrero en Caracas.

DesdeLaPlaza.com/Beriozka Fereira