Científica sudafricana pone sus esperanzas en planta que apaleará el cambio climático

La científica sudafricana Jill Farrant quiere cambiar el futuro de África y está convencida de que un nuevo tipo plantas más resistentes pueden ayudar a los agricultores a luchar contra la sequía, cada vez más frecuente debido al cambio climático.

Desde hace algunos años concentra su trabajo en el teff, un cereal que se consume desde hace siglos en Etiopía y su región. Farrant quiere aumentar su resistencia añadiendo genes de plantas poiquilohídricas que pueden resistir a largas sequías.

Leer también:  Lo que nos deja el cambio climático en el 2015

«Si conseguimos la financiación, creo que dentro de 10 o 15 años podremos obtener un producto», explica esta profesora de biología celular y molecular de la Universidad de Ciudad del Cabo.

En el mundo existen más de 130 variedades de este tipo de plantas, capaces de sobrevivir sin agua durante años. Cuando hay una sequía se quedan tan secas que parece que estén muertas pero, si vuelve a llover, sus flores marchitas reviven y la planta vuelve a ser verde y robusta en pocas horas.

La especie ‘myrothamnus flabellifolius’ es una de las más conocidas gracias a sus antioxidantes, que le permite sobrevivir al calor extremo. También se conoce porque la marca Giorgio Armani la usa en sus productos cosméticos.

La esperanza de Jill Farrant es poder ayudar a los agricultores a superar las temporadas de mucho calor sin lluvia.

«Los agricultores están cada vez más desanimados, estas sequías les están matando. Quiero ayudarles en sus necesidades», explica a la AFP la investigadora de 55 años.

Cuando tenía nueve años, Farrant, hija de un agricultor, descubrió con sorpresa estas plantas, que parecen ser inmortales, hasta que en 1994 se convirtieron en su principal tema de estudio y hoy es una de las principales expertas mundiales de la cuestión.

– África, el continente más vulnerable –

Los científicos creen que África puede convertirse en el continente más vulnerable al cambio climático, con altas temperaturas, reservas de aguas escasas y riesgo de hambrunas. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, estos cambios podrían reducir la cosecha de maíz en un 30% antes de 2030.

Además de esforzarse en limitar el cambio climático —el principal objetivo de la conferencia sobre el clima de París (COP21) que empieza el 30 de noviembre— los científicos advierten que la población tiene que adaptarse a la nueva situación.

«Los suelos, las cosechas, los sistemas de cría de ganado deberán tener la capacidad de enfrentarse a los cambios drásticos del clima«, afirma Rattan Lal, profesor de ciencia de los suelos en la Universidad de Ohio (Estados Unidos).

«Tendríamos que incluir la agricultura como parte de la solución. Nuestro problema es tan importante que no podemos dejar nada de lado», asegura.

Si las investigaciones de Jill Farrant llegan a buen puerto, su nombre se unirá al de otros científicos que supieron aprovechar las capacidades específicas de algunas plantas.

En los años 1970, por ejemplo, el maíz de Estados Unidos pudo ser salvado de un hongo destructor gracias a los genes resistentes de otras variedades de maíz.

Las dramáticas consecuencias del cambio climático

Los expertos recuerdan sin embargo que este tipo de técnicas no detendrán el cambio climático ni resolverán el hambre en el mundo.

«La seguridad alimentaria no sólo depende del clima, también depende de los mercados, del precio y del acceso de los hogares a la comida«, recuerda Jim Verdin, una especialista de la sequía en el centro de estudios geológicos de Boulder (Colorado, Estados Unidos).

A pesar de las dificultades, Jill Farrant, ganadora en 2012 de un premio de la Unesco a las mujeres científicas, cree que su trabajo va en buena dirección. «Si no llueve da igual, al menos las plantas no se morirán. Y cuando finalmente llueva, estarán listas para volver a nacer», asegura.

DesdeLaPlaza.com/ Informe21/MB