El pintalabios cumple 100 años enalteciendo la belleza de la mujer

¿Habrá alguna mujer que no lleve un pintalabios en su cartera? Puede ser, aunque es innegable que este elemento es el símbolo de la belleza femenina y un ícono de la cultura popular. El labial cumple 100 años y se mantiene como el producto de maquillaje que más se vende con cerca de 1000 millones de unidades en todo el mundo.

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La historia del labial, incluso puede ser más antigua si se tiene en cuenta el maquillaje primario de las mujeres en la antigüedad. En parte de Egipto, algunos pigmentos naturales funcionaron como bases del maquillaje actual. Las ceras se fusionaban para dar ciertos colores que se usaban en ojos y boca, pero que en principio sólo eran permitidos para la clase social aristocrática.

En Grecia, las mujeres en cambio se pintaban los labios para indicar que eran prostitutas, mientras que en Roma lo hacían las damas de clase alta.

Antiguos faraones y reyes también se maquillaban aunque este hecho estaba lejos de ser una cuestión de vanidad, para ellos el maquillaje estaba relacionado con el alejamiento de espíritus y con propiedades medicinales. Por ejemplo le atribuían propiedades para quitar el mal de ojo o para representar la fuerza de sus ancestros.

Pero la revolución llegaría en 1915 de la mano del fabricante estadounidense Maurice Levy. Con la idea de facilitar la aplicación y que quitara el engorroso proceso de necesitar un pincel –que paradójicamente hoy vuelve a estar de moda-, Levy y otros fabricantes pensaron en que la solución era una presentación más simple e higiénica.

Después de muchos intentos, Levy creó un bálsamo en forma de barra, al principio un poco inestable, pero que luego se convirtió en el producto que vemos hoy. En resumen ideó un lápiz labial unido a una plataforma -que se deslizaba en la medida en que el pintalabios se gastaba- y que estaba dentro de un tubo de metal con tapa. De esta forma, la barra se volvía reusable.

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Voilá, algo tan simple sigue siendo hoy el producto por excelencia y un símbolo complejo de feminidad. Amado por la mayoría, pero sometido a escrutinio por lo más radicales que lo tildan de ser un objeto opresor, machista, provocador y tremendamente sexual, el labial sin embargo se sigue manteniendo en el mercado de la belleza.

«El labial se percibe como objeto de consumo y de arreglo personal aceptado en un medio donde la modernidad es deseada y el éxito profesional predomina como objetivo de vida (…) Pero no debemos olvidar la función primera del maquillaje, y ésa es crear una ilusión visual. Modifica temporalmente el rostro y, por ende, la manera en la cual se presentan sus usuarias ante los demás», así lo describe un estudio de la Universidad Católica del Perú llamada «Lápiz labial: identidad, presentación y experiencias de la feminidad».

Rojo pasión

Esta investigación sugiere también que ciertos colores acentúan estas prácticas machistas. El color rojo de los labios siempre ha tenido una connotación eminentemente sexual.

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«Los elementos que identifican la femineidad pueden ser subestimados pero contienen discursos y saberes que nos hablan acerca de lo que significa para la sociedad no sólo ser mujer, sino llegar a una cierta imagen ideal. La industria cosmética juega con esos valores simbólicos”, indica el texto.

La unión de maquillaje y publicidad probablemente haya dado luz a una de las armas de propagación masivas más fuertes de todos los tiempos. Desde revistas, medios de comunicación y ahora redes sociales, el ideal de perfección, de moda, de tendencia, el ideal de ser mujer, hombre, niño, homosexual, se potencia con constantes presentaciones de modelos de esa vida. (Lea también Razones para no compartir tu maquillaje)

El labial ha jugado un papel importante en momentos claves de la historia. Fuera de ser también un elemento para el teatro, por ejemplo, fue un producto comercializado por Elisabeth Arden durante la Segunda Guerra Mundial en una campaña que se denominaba «La campaña como deber» para intentar bajar el tono de la crisis que el mundo vivía.

Las teorías feministas lo ubican en un espectro confuso. Algunos movimientos lo consideran un elemento de lucha y liberación. Pasar de una mujer abnegada a una que pone pintalabios en su rostro fue toda una proeza en ciertos tiempos. Otros movimientos aseguran que esa perspectiva se degeneró y que ahora es un símbolo de la objetivización del cuerpo de la mujer. No en vano, varias campañas publicitarias muestran a una mujer con labios carnosos, grandes y rojos.

DesdeLaPlaza.com/Fucsia.co/AMB

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