El poeta irreverente llamado Víctor «El Chino» Valera Mora

Víctor Valera Mora

«Yo he bebido aguas de oro de la mujer amada
 Yo he bebido sangre sudor y lágrimas de la amistad de la mujer amada,  fragmento del poema Laberinto, de Víctor «El Chino» Valera Mora.

«El Chino» Valera Mora nos dejó a los venezolanos testimonios de las décadas de los 60 y 70 en poesías intensas, donde predominan la ironía y la irreverencia.

Víctor nació en Trujillo el 27 de septiembre de 1935, hoy cumpliría 79 años. Aún es recordando por su controversial despliegue poético, político y considerado como uno de los creadores más emblemáticos de la literatura de la Venezuela contemporánea.

Fue un hombre que cuya inspiración para crear su extensa gama de poemas germinaban de la necesidad de expresar su posición individual y su perspectiva del sistema, de la política e incluso del amor.

Poemas con balas y pasión

Sus frases para algunos eran desordenadas, pero a su vez expresaban un realidad tangible. Sabía como transmitir sus opiniones y lo hizo sin miedo a ser cuestionado, sin temor a la persecución, a los prejuicios e incluso al abandono.

También fue unos de los estudiantes universitarios que se sublevó en  1928 en contra del mandato de Juan Vicente Gómez, este hecho llamado Generación del 28.

El top de El Chino

Entre sus poemas más conocidos están: Amanecí de Bala, Comienzo, Canción del solado justo,  el amor loco, entre otros. Además, en 1980 ganó el Premio de Poesía del Consejo Nacional de la Cultura, pero cuatro años después falleció.

Aquí uno de sus célebres poemas:

Tendrá que ser así

Sinuosos tiempos, estaciones, caminos que nos tocan,
propicios para el heroísmo más completo
o para guardarnos como cautelosos erizos.
Tempranamente fuimos aventados al margen de las cosas más simples y necesarias,
clavados con alambradas alrededor de nuestra sangre
y candados en la boca para oscurecernos.
No tenía remedio
la vida atada a lo melancólico.

Terribles días.

Pero recoge las páginas donde los enamorados escriben cortando con navajas,
revisa los libros
busca en las grandes piedras talladas y en los manuscritos del mar,
desde Gutemberg hasta las dos Declaraciones de La Habana
busca, acumula, reúne, clasifica,
sal a la calle con balanza y metro, pesa y mide
blanco y negro, amor y olvido, agua y fuego,
filo geográfico y campana celeste.
Al final todo más claro.
Bañamos nuestra cabalgadura solo una vez en aguas del mismo río.

Camina a paso de monte y hazte amigo del viento
que llevará los pesares al sitio de tu arrebato.
Que los solitarios no te enfaden, pero resuélvete en multitud.
Habla lo necesario con la gente sencilla
y a su lado vive con ardor.
A los soberbios embóscalos, tírales por mampuesto.
Si nada tienes llénate de coraje y pelea hasta el final.
No te amargues.
Agarra a la amargura por los cuernos y rómpele la nuca
y si la muerte te señala, sigue cantando
y en el primer bar que encuentres pide un trago de viejo ron
y bébete la mirada de la novia y bébete su risa
y la proximidad de su cadencia y el saludo de su cabellera.
Bébete la vida.

 

Desde La Plaza/ Encontrarte/ KC