Mujerícola 3. Ni uno más

1. Violácea.

Casi una semana lleva Marialex sin salir del cuarto. Tampoco responde las llamadas. No quiere hablar con nadie. No quiere ver, mucho menos que la vean. “Debe ser que tiene la regla”, comenta alguno.

“Eso le pasa por llevar minifalda cuando no conviene”, adelanta otra.

Le pasó a su madre, a la madre de su madre y a ella.

Antes no hubo ley que la protegiera. Hoy, la hay… pero como si no.

Ella remonta un miedo ancestral, en lo que parece una balsa contra un tsunami. Un mapa de minas sin explotar. Pero Marialex -además- tiene que agradecer. Está viva.

No quiere estarlo.

Y tú apareces en mi ventana,
suave y pequeña, con alas blancas.
Yo ni respiro para que duermas
y no te vayas.

No tengo qué explicar que le pasó. Aun sin decirlo, todos lo saben.

Asumieron la libertad del viento en su vestido como la invitación al destrozo de un huracán.

2. Enfermedad histórica.

Con la puerta cayó sobre ella una madeja de puños. Los insultos le perforaron un pulmón, y el alma tanto más. Él había regresado del trabajo con la rabia contenida, a punto del disparo.

Sobre ella el plato hirviendo. “Demasiado caliente”. Sobre ella el ventilador. “Demasiada frialdad”.

Los hematomas en la cara tienen testigos, también los del vientre: sus hijos.

Creció él y también su agujero, donde iban a parar los coscorrones, los pellizcos, las cachetadas, los empujones, los gritos, el “cuando llegue a casa, ya veremos”. La madre, para que el padre no llegara a su cuarto, “provocaba” la golpiza primera. Nunca, apretarse los oídos pudo contener el ruido. Se escapaba mientras la paliza acontecía. Volvía cuando el odio dormía.

A él, le temía. A su madre, le reclamaba. No supo nunca la cura.

Que maneras más curiosas
de recordar tiene uno,
que maneras más curiosas:
hoy recuerdo mariposas
que ayer sólo fueron humo,
mariposas, mariposas
que emergieron de lo oscuro
bailarinas, silenciosas.

3. Crimen pasional.

La mató, porque la amaba decían en el barrio. Al común le daba tristeza que estuviera embarazada. “Él no sabía”, lo excusan. “Si hubiera…”.

Eras como esos días en que eres la vida
y todo lo que tocas se hace primavera.
Ay, mariposa, tú eres el alma
de los guerreros que aman y cantan,
y eres el nuevo ser que se asoma por mi garganta.

4. Marcha.

Ella iba a marchar contra la violencia de género, pero él la encerró. Los golpes no los tapaba maquillaje ¿Dónde estaban todos lo que hoy protestan contra su muerte, cuando se quedó sin cuerpo, cuando le robaron el alma? ¿Después de marchar, a cuántas castigarán?

Hoy viene a ser como la cuarta vez que espero
desde que sé que no vendrás más nunca
.

—-

Este es el espacio donde debería ir la nota de la concentración en Argentina, pero para eso, usted puede consultar tantos miles de diarios, porque hasta la BBC de Londres lo reseñó.

Mientras se sucedía la marcha más grande hecha en contra de los femicidios, a unos pocos kilómetros del encuentro, un hombre mató a su hijastra con un puñal, hirió de gravedad a su esposa y se suicidó.

Se registra que cada 30 horas muere una mujer en manos de un macho, por el simple hecho de ser mujer ¿Cuántas en Venezuela? ¿Se lleva registro, se denuncia, se marcha?

Una vieja historia me ocupa como método postraumático. La de la Abuela australiana que luego de que su nieta fuera violada, logró conseguir a los autores de la atrocidad y les baleó los testículos. A uno dejó sin pene y al otro -aunque fue “salvado”- le dejó inútil para la barbaridad.

Pero ¿amputando se acaba el problema? La violencia en contra tiene tantos rostros tantas muertes consiga ¿Cómo podremos detener el crecimiento de esta espina, cuando su raíz está podrida?

¿Cómo hacemos para que “ni uno más” nos haga gritar “ni una menos”?

No menosprecio la reunión de voluntades, porque en la visibilización podemos resolver lo público… pero ¿quién acude a lo doméstico?, ¿cuántos maltratadores habrán marchado, y sonreído a la foto? ¡Cuánto bicharraco haciéndosela de pájaro! Cuando la suma resta, ni uno más.

DesdeLaPlaza.com / Indira Carpio