Tu cuerpo es un gran vertedero tóxico

Piensa en tus ritos domésticos de una mañana cualquiera. En esas cosas que haces cuando te levantas. Cosas como beber un poco de agua embotellada, lavarte los dientes, maquillarte o sorber un primer café.

Todas esas acciones, por muy rutinarias que sean, pueden suponer un riesgo importante para la salud. Un riesgo, además, que nadie se está ocupando de medir.

Esa es una de las ideas centrales de The Human Experiment, un documental producido y narrado por el actor Sean Penn que gira alrededor de una realidad que a menudo queda silenciada: miles de sustancias químicas empleadas en la fabricación de todo tipo de productos domésticos de uso común nunca han sido testeadas en humanos

«En el mercado estadounidense existen unas 80.000 sustancias químicas disponibles para el comercio».

Sólo 200 de esas sustancias han sido analizadas en relación con la seguridad de su uso en personas, concretamente en adultos varones.

De ellas, sólo 5 han visto su uso regulado por la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA), el organismo encargado de proteger la salud de los seres humanos y el medio ambiente de aquel país.

La proporción de sustancias no analizadas no parece atender a la lógica. Pero otra cifra puede ayudar a poner las cosas en contexto. En 2012, la industria química dedicó 56 millones de dólares a la actividad lobista en EEUU. En 2014, las diez principales compañías del sector gastaron en esos fines más de 76 millones.

«Hoy los bebés nacen pre-contaminados; nuestras casas son cajas tóxicas».

Y ese mismo escenario es extrapolable, aunque con salvedades (la regulación europea es más exigente y restrictiva que la norteamericana, un asunto que también se trata en el documental), a buena parte del mundo occidental.

Tu cuerpo como laboratorio de pruebas

The Human Experiment nos acerca a la historia de una serie de personas que creen que sus vidas se han visto afectadas por su exposición a químicos de uso común en productos de consumo.

Son personas que sufren de cáncer, de infertilidad, o que tienen que lidiar con trastornos de aprendizaje para los que no hay una causa evidente.

«No estábamos ahí para probar las causas de esas enfermedades», cuenta Dana Nachman, codirectora del film junto a Don Hardy. «Buscábamos condiciones y dolencias sobre las que existen estudios que indican que podría haber un componente de salud medioambiental asociado a ellas».

A partir de esas historias, el documental indaga en los entresijos de la industria química y su conexión con un sistema político que prefiere ignorar un problema que nos afecta a todos. Realidad es que nadie sabe a ciencia cierta el efecto que esas sustancias pueden tener sobre nuestros cuerpos a medio y largo plazo. Y sin embargo son sustancias de uso común, a las que nos vemos expuestos cada día. Queramos o no queramos.

Ahí va otro dato: un estudio encargado por The Environmental Working Group a cinco laboratorios independientes encontró más de 200 compuestos químicos en la sangre del cordón umbilical de bebés recién nacidos en USA.

Es decir, los bebés nacen pre-contaminados. Nuestras casas son cajas tóxicas. Y nosotros crecemos siendo cobayas de un gran experimento orquestado por una industria que no parece interesada en condicionar su beneficio a la salud común.

«Un estudio encontró más de 200 compuestos químicos en la sangre del cordón umbilical de bebés recién nacidos»

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