Esto es lo que pasa cuando tomas 40.000 pastillas de éxtasis antes de cumplir 30 años

Hay determinadas personas que han pasado a la historia de la medicina no por su papel activo como investigadores o doctores, sino por haber servido de objeto de estudio de la ciencia. El Hombre Elefante o Edward Mordrake, el hombre con dos caras, son buenos ejemplos de ello, personas que sufrieron en sus carnes la incomprensión causada por su peculiar condición médica y que han pasado a la historia de la medicina.

A esta lista podría añadirse un tal señor A, uno de los casos relacionados con las drogas más extremos que se conocen. A los 37 años, el señor A acudió al médico preocupado por sus problemas de concentración, desorientación y su mala memoria a corto plazo.

Durante los últimos años, había sufrido regularmente ataques de pánico, ansiedad recurrente, depresión, rigidez muscular (acentuada en la mandíbula y el cuello), alucinaciones funcionales e ideas paranoides.

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Todo ello tenía una simple explicación: según sus estimaciones, el señor A había llegado a consumir hasta 40.000 pastillas antes de cumplir los 30 años. “Según nuestro conocimiento, esta es la mayor cantidad de consumo de éxtasis a lo largo de una vida que jamás se haya descrito, siendo el más cercano alrededor de 2.000 pastillas”, señala la investigación que sobre el caso publicó en su día la revista Psychosomatics y que un artículo en Science of Us ha vuelto a popularizar.

Vida y milagros de un hombre récord

Entre los 21 y los 23 años, el señor A era un consumidor ocasional de éxtasis, que no solía superar sus cinco pastillitas cada fin de semana. A lo largo de los tres años siguientes, no obstante, empezó a ingerir diariamente esta droga hasta que alcanzó un uso diario de tres pastillas y media, mezcladas con otras sustancias como benzodiazepinas, anfetaminas, LSD, cocaína y heroína. La cosa fue a más hasta que llegó a tomar 25 pastillas al día.

Alrededor de los 30 años, después de sufrir tres desmayos en fiestas, decidió dejar el éxtasis, aunque siguió consumiendo cannabis. Durante los primeros meses, no pudo sacudirse de encima la sensación de que aún seguía bajo el efecto de las drogas. Pasado un tiempo, empezaron a aparecer los ataques de pánico y la visión de túnel.

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En sus análisis, los facultativos que examinaron al señor A identificaron problemas irreversibles de funcionamiento de su memoria global, así como un cambio en la conducta ocasionado por esta pérdida irreparable de la memoria a corto plazo, que se reflejaba en la repetición de determinados actos en un corto período de tiempo.

A menudo, el señor A era incapaz de seguir paso por paso las instrucciones que le habían sido proporcionadas por el grupo de médicos. Sin embargo, un escáner cerebral mostró que, en apariencia, el órgano no estaba dañado. La prescripción de olanzapina y el abandono del consumo de cannabis permitió que su estado mejorase ligeramente.

“Todos los malos usuarios del éxtasis desarrollan un síndrome de la serotonina (débil, en la mayor parte de casos) después de un consumo de drogas agudo, caracterizado por una actividad física acentuada, hipertermia y sudor, una mayor rigidez muscular, rabdomiolisis, hiperreflexia, trismo, tensión en la mandíbula, mioclono, temblores y nistagmo”, explica el estudio.

Además, la visión de túnel que sufrió el señor A durante los primeros meses nunca había sido identificada en un hiperconsumidor de éxtasis. Por lo demás, el del señor A es el ejemplo más claro de lo que ocurre cuando uno abusa del éxtasis, un proceso que además de altamente dañino –tanto para la salud como para el bolsillo– resulta irreversible, incluso aunque nos sometamos a una rigurosa abstinencia.

DesdeLaPlaza.com/El Confidencial.es/AMH