¿Por qué una nueva Constituyente? Escenarios superados vs. Escenarios a superar

“Nada es tan conforme con las doctrinas populares como el consultar a la nación en masa sobre los puntos capitales en que se fundan los Estados, las leyes fundamentales y el Magistrado Supremo. Todos los particulares están sujetos al error o a la seducción, pero no así el pueblo, que posee en grado eminente la conciencia de su bien y la medida de su independencia. De ese modo su juicio es puro, su voluntad fuerte y, por consiguiente, nadie puede corromperlo ni menos intimidarlo. Yo tengo pruebas irrefragables del tino del pueblo en las grandes resoluciones, y por eso es que siempre he preferido sus opiniones a las de los sabios”.
(Simón Bolívar, comunicación dirigida al Consejo de Gobierno de la República del Perú, Magdalena, 27 de abril de 1826)

Ya no estamos en 1999, final de siglo que despedía a la Venezuela del fracaso, del atraso, y del complejo de inferioridad. Ya estamos en la segunda década del siglo XXI, y Venezuela está lista para dar un nuevo paso, continuando, siempre, el cambio que iniciamos con la pionera Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.

¿Para afrontar el siglo XXI, se debe cambiar la Constitución? La revolución (cambio) es un sistema que se perfecciona y se adapta a los cambios de realidades, que en Venezuela, definitivamente, no son las mismas que hace 18 años.

Veamos en concreto lo que hemos superado (el presidente Maduro habló de un 80% del cumplimiento de las metas de la pionera Constitución de 1999) y lo que toca superar:

Escenario Superado: Escenario a superar:
El presidente Chávez logró la estabilidad política, tras superar la resistencia de la vieja República de Venezuela, tras dejar sin poder (gracias a las constantes torpezas de la misma, producto de su arrogancia e incapacidad de entender el fin de su historia) a la vieja clase política, que perdió al gobierno, al Estado, a PDVSA, por una vieja burocracia petrolera que buscaba privatizarla, junto con los principales yacimientos petroleros del mundo que están aquí, en Venezuela, y a la vieja estructura militar. El presidente Nicolás Maduro recibe una Venezuela estable en lo político, pero en condiciones propiamente difíciles: Las amenazas a la República Bolivariana de Venezuela ya no son de quienes tenían el poder político, militar, petrolero, y mediático, sino de quienes buscan recuperarlo con sus dos últimas fortalezas, la economía y la conexión con las mafias internacionales de la economía (representadas, principalmente, en los círculos de poder de Estados Unidos). No hay amenazas concretas a la unidad de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (golpes de Estado) ni a la cohesión de los Poderes Públicos (salvo la Asamblea Nacional, donde la mala interpretación que la oposición tuvo de su circunstancial triunfo en 2015 los llevó a bloquear el propio poder al que accedieron). Pero Nicolás Maduro no fue el típico candidato presidencial que derivó de una elección interna de su partido o coalición, con el apoyo del presidente en funciones, se fue de gira por toda Venezuela, y ganó las elecciones dentro de un contexto normal. Fue un presidente entre dificultades que no solo debió asumir como Vicepresidente, y como ninguno, la ausencia real del presidente Hugo Chávez, aquejado por una enfermedad, al final mortal, sino que le tocó conquistar la victoria electoral más trascendental de este siglo XXI, que derrumbó el mito del ‘caudillismo chavista’, y mostró la cosecha del liderazgo de Hugo Chávez, un pueblo consciente, que ya no es simple votante, sino que participa de la vida política nacional, desarrollando la Constitución de 1999, y sus leyes derivadas. Superar la inestabilidad propia de esa minoría verdaderamente violenta que se resiste al fin de su tiempo político, para lograr un largo período de paz y estabilidad, es el reto de este tiempo, y requerirá de la actualización constitucional correspondiente.
En más de 50% de la población, se abandonó la democracia representativa, y comenzó la democracia participativa, salvo la mayoría del electorado opositor, que sigue disciplinadamente la vieja forma (delegar en políticos la responsabilidad de ser una opción viable en lo electoral y en lo programático), la mayoría de los venezolanos y venezolanas participa hoy en la política, eligiendo y siendo elegido, sin discriminación por condición social, género, o formación académica. Se ha logrado una democracia participativa, con primeros visos de protagonismo (consejos comunales, comunas) De la participación, al protagonismo: La democracia participativa es aquella donde el ciudadano no solo elige a sus gobernantes, sino participa en sus decisiones, bajo la visión de ciudadanía colectiva (no individual) que da la Constitución (quienes logran sus derechos en Venezuela, son quienes se organizan). La democracia protagónica es el reto a conquistar (el pueblo que gestiona sus propios recursos, y ya no depende del viejo estado –Ministerios, Gobernaciones, Alcaldías, Fundaciones-). Existe el marco jurídico mínimo (Leyes del Poder Popular) pero hay que elevarlas a rango constitucional para lograr la nueva economía, que no solo debe ser privada: El socialismo es producir
En 1999 éramos la Venezuela de los descamisados, que pasó a ser la de los ciudadanos con camisa: Votar no es lo mismo que ser ciudadano, Chávez recibe una Venezuela con 76% de pobreza (58% de esos pobres estaban en pobreza absoluta, y 20,83% de esos pobres eran niños y niñas), 60% de empleo informal, solo 20% de nuestros adultos y adultas mayores estaban pensionados (si es que esos pagos de hambre, y el robo a sus prestaciones sociales, podía llamarse ‘seguridad social’), 70% de la población, y casi el 100% de la población rural, vivía en condiciones de sub-alimentación, 83% de los venezolanos carecía de servicios esenciales, 44,44% vivía en condiciones de marginalidad, y habían 1.500.000 analfabetos. En 2017 ya no somos descamisados, pero ahora faltan camisas: El venezolano, la venezolana, hoy ejerce ciudadanía, 27% de pobreza es lo que queda en Venezuela (de ella, solo 4% es extrema), si bien las zonas marginales, construidas en el siglo XX, todavía existen desde lo visual, internamente cuentan con cada vez más servicios públicos (agua, electricidad, gas directo, transporte en metrocable, o cabletren, educación pública, sistema de orquestas, canchas de paz, atención médica primaria con ‘Barrio adentro’, incluso línea marrón, línea blanca y acceso a la tecnología, suficientes para colapsar el mediocre sistema eléctrico dejado en el siglo XX), y además, se ha iniciado el derecho a la vida libre, sin condiciones de marginalidad, con la Gran Misión Vivienda Venezuela, que lleva 1.600.000 entregadas hasta esta semana, sin contar lo más importante: Un pueblo que tiene discurso político, y que está aprendiendo a comunicar. El reto es hacer más eficiente la gestión de gobierno, para constituirlas en un moderno sistema de protección social nacional, para ello el Carnet de la Patria y organizar la producción y la comunicación en Venezuela, a partir de la eficiencia.
En 1999, el reto era que el Estado por fin manejara la renta petrolera, y la redistribuyera a la población: De tal tamaño fue el reto que asumió la primera constituyente, y consecuente Constitución, buscando tomar el control de la renta petrolera, y distribuyendo esa riqueza en quienes nunca vieron nada de ella (las y los excluidos, sin dejar de cumplir con los incluidos), que este paso costó un golpe de Estado y un sabotaje a la industria petrolera, además de dos años de agitación política que solo terminaron cuando el pueblo, decidido a defender lo que nunca había tenido (un país que les respondiera como ciudadanos), salió a decirle NO a la solicitud de revocación del mandato al presidente Hugo Chávez en 2004, hecho que cerró un período de inestabilidad política que no volvió a abrirse hasta el anuncio que el presidente Chávez hizo de su enfermedad, en 2011. Venezuela post-petrolera: Con la liberación de PDVSA, no solo se logró lo social (misiones, metros, ferrocarril, etc.) también se logró un impulso económico nunca visto en Venezuela, por primera vez en Venezuela se conseguía de todo, el salario alcanzaba, y lo más importante, todas y todos podían consumir lo mismo, y no solo el 24% de la capa media y los sectores pudientes. Pero lo que se logró entonces solo fue distribuir el gran ingreso petrolero en dólares en sectores que, en vez de producir, se dedicaron a importar (para palear el 50% de nuevos consumidores que antes no podían acceder a sus productos). La Constitución de 1999 funcionaba perfectamente para no tocar el régimen económico, mientras hubiera rentismo. En la época postpetrolera iniciada en 2016 con el presidente Maduro, la Constitución debe gobernar la productividad, planificando.
En 1999, vivíamos en un mundo Unipolar, veníamos de ‘el fin de la historia’ decretado por Estados Unidos y el neoliberalismo con la caída de la Unión Soviética y del campo socialista, decirse socialista, y comunista, era sacrilegio para la dictadura y los feligreses de la religión neoliberal, que copaban todo el espacio mediático. Rusia reinventaba su modelo con la llegada de Putin, y China iniciaba su silencioso crecimiento, Latinoamérica era un continente de gobiernos neoliberales que imponían a los pueblos las órdenes que recibían de Estados Unidos, país al que servían, aun no siendo el lugar donde los eligieron. En 2017, ya estamos en el mundo Pluripolar, ya Estados Unidos no da órdenes en el continente (ni siquiera en este intento de restauración del neoliberalismo que se inició en 2009, con el derrocamiento del presidente Zelaya, y recrudeció con la partida física del Comandante Chávez en 2013. Ni siquiera en las amenazas de la OEA, de la que nos despedimos casi sin problemas), pero además, la administración Trump busca cerrar sus fronteras, mientras China (hoy primera potencia comercial del mundo) viene dispuesta a hacer negocios con toda Latinoamérica, continente que, además, continúa en rebelión, a pesar del regreso de algunas derechas al continente.
En 1999, la juventud también era representativa, no participaba de la política, porque eso era ‘cosa de viejos’, si bien hubo constituyentes jóvenes (Elías Jaua y William Ojeda entre ellos), no hubo participación total de la juventud de entonces. Los viejos partidos morían, entre otras cosas, porque no habían dado paso a sus generaciones más jóvenes (la mejor prueba, la edad promedio de todos los presidentes de los últimos 20 años del puntofijismo, siendo el caso más patente su enterrador, el mismo que junto con Betancourt y Leoni firmó el pacto, Rafael Caldera), pero, además, porque se instauró un estilo ‘yuppie’ (como se decía en esa época) de hacer política, con jóvenes ejecutivos, hijos de las burguesías nacionales, de tendencia nazi-fascista, y además sumisos hasta la adulancia al modelo del país que los educó en sus universidades: Estados Unidos. Primero Justicia (partido fundado con dinero producto de tráfico de influencias en PDVSA, por uno de los familiares de Leopoldo López) y los neonazis autodenominados ‘Voluntad Popular’, son su mejor exponente. Política vacía, sin contenido, y sobretodo, sin ningún tipo de contacto con la realidad de lo que ocurría en Venezuela. Su plan era simple: Tomar el poder político para que los sectores poderosos (sin intermediarios) entregaran los recursos naturales de la nación a los países poderosos, y ellos pudieran cobrar su tajada como ‘administradores locales’ de una sociedad que sería dividida, como todo fascismo, en dos, los que mandan, y los que obedecen. En 2017, la juventud participa de la política, algunos ‘contra’ (sin propuesta) y otros a favor (sin medios). Una juventud que no vivió el sufrimiento de sus padres, que quizás vive en un barrio, pero comenzó a comer tres veces al día, e incluso darse los mismos ‘lujos’ de comidas importadas y empaquetadas que solo comían los sectores pudientes, que no tuvo que ver a sus padres dejándolos en casa porque no había para pagar el liceo privado, sino que comenzó a estudiar en una escuela pública que funcionaba, con tres comidas diarias, computadoras, incluso portátiles, que pudo estudiar música al más alto nivel en el sistema de orquestas, o hacer deportes gratuitos, o salir del liceo directo (sin pruebas internas ni ‘bachilleres sin cupo’) a una universidad pública pero que, además, podía darse el lujo de elegir si trabajar o no (y si trabajaba, tenía el empleo asegurado, en un país donde los cartelitos de ‘se solicita empleado’ comenzaron a aparecer, donde antes no habían vacantes), y lo más importante, una juventud que se bancarizaba, sacaba su tarjeta de crédito, y compraba por internet lo que quisiera, o mejor aún, viajaba al exterior con CADIVI y ‘conocía otra realidad’ que nadie conoce como turista. Los que están por perder el poder económico, crearon la crisis, generaron crisis cambiaria, obteniendo lo más fácil: Un joven sin dinero para rumbear, dispuesto a hacer lo que sea para volver a ese ‘estilo de vida, de la época de las vacas gordas’. Se vuelve a la sociedad de clases, donde alguien es popular por no parecerse al resto repitiéndose la historia de aquellas marchas de la oposición de 2002-2004, sin la misma fuerza, pero donde curiosos ‘desclasados’ se acercaban a ver a esa ‘gente bien’ que nunca había protestado por nada, porque controlaban el país. La falta de formación política, además, crea la facilidad que necesita el discurso fascista (lo que se conoce también como el principio número 5 de Goebbels, vulgarización): llegar al nivel más bajo de la masa: el odio, y el resentimiento, con un culpable de todo: Nicolás Maduro. Los menos afortunados, fueron reclutados, con altas sumas de dinero, para causar destrozos y generar violencia, y hoy pagan prisión, sin que ningún dirigente de la MUD se haga responsable por ellos, o su defensa legal. Existe otro grupo de jóvenes, mayoritario, cuya forma relajada de ver la vida, y amistades en ambos sectores políticos, los ha salvado, incluso, de la guerra psicológica, por desconectarse de la misma con su trabajo, estudios, vida, etcétera. No engrosan las marchas (y mucho menos la violencia) de la oposición venezolana, tampoco viven publicando en sus redes sociales temas de política, dicen que ‘el país está mal’, pero creen que la situación se resolverá, sin dramas, y tampoco con ‘la confrontación final que saque a Maduro’, incluso rechazan la violencia porque ‘les quita tiempo para lo que hacen’. Desean avanzar en sus proyectos de vida, como todas y todos nosotros, y quieren que la crisis se resuelva para lograr esa meta. En un ambiente como el anterior la juventud que nos vinculamos a la Revolución Bolivariana cuenta con ventaja: Está organizándose en diferentes instancias (desde las Organizaciones Bolivarianas Estudiantiles – OBE – hasta los propios consejos comunales y comunas). Hacen menos ruido, porque construir lleva más tiempo y se hace en silencio, pero, si esta juventud revolucionaria triunfa, automáticamente el grupo mayoritario de jóvenes, que quiere seguir viviendo en Venezuela, votará por una revolución que le dio a ellos el mismo nivel de vida (que no es nivel de consumo) que las generaciones anteriores lograron. Queda ampliamente demostrado: La juventud de hoy ya no es la juventud pobre de 1999, es una juventud incluida, ciudadana, que se debate entre la vida sin rumbo, y la vida con un propósito, son las exigencias de hoy, y debemos satisfacerlas, por supuesto, con su participación, y su protagonismo.

Si la Constitución de 1999 fuera el fin en sí mismo, el constituyente no hubiera dejado el artículo 347 de la Constitución que defendemos:

El pueblo de Venezuela es el depositario del poder constituyente originario. En ejercicio de dicho poder, puede convocar una Asamblea Nacional Constituyente con el objeto de transformar el Estado, crear un nuevo ordenamiento jurídico y redactar una nueva Constitución”

Por supuesto, como el Doctor Hermann Escarrá ya lo había señalado, la Constituyente no pretende una nueva Constitución, será la misma Constitución de la República Bolivariana de Venezuela por la que votamos en 1999, seguramente, con una mayoría constituyente igual en lo ideológico y político a la mayoría de aquella ‘Llave de Chávez’ que ganó las Asamblea que redactó aquella Constitución en ese año, y con nueve tareas concretas:

Ganar la paz, aislar a los violentos y reafirmar los valores de la justicia, además de la no impunidad, a través de una gran convocatoria del diálogo nacional, siendo vital construir la paz verdadera con igualdad

Ampliar y perfeccionar el sistema económico venezolano, para dejar instalado un sistema post petrolero, el cual tiene que ser productivo, diversificado, mixto, integrador y potencia en lo económico.

Constitucionalizar todas las Misiones y Grandes Misiones creadas por la Revolución Bolivariana, cuyo fundamento es la suprema felicidad socia

– El tema de la seguridad: funcionamiento de la seguridad y protección del pueblo venezolano, siendo importante constitucionalizar los nuevos elementos de justicia severa en la lucha contra el terrorismo y narcotráfico en todas sus formas

Constitucionalizar las comunas y consejos comunales, así como toda nueva forma de democracia protagónica y participativa, democracia directa.

– Defensa de la soberanía nacional: rechazo del intervencionismo

La nueva espiritualidad cultural, el carácter actual de la pluriculturalidad y la diversidad de la Patria.

– La garantía del futuro: Agregar un capítulo de derechos y deberes de la juventud venezolana (que ya tiene plenamente garantizados sus derechos a la educación, la tecnología, la cultura, el trabajo y la vivienda)

– El cambio climático: Sobrevivencia de la especie en este planeta, legado del Comandante Eterno, Hugo Chávez, en el Plan de la Patria, contra el cambio climático y el calentamiento global.

Digamos con palabras de hoy, lo que decía el Libertador Simón Bolívar: La política es un proceso dinámico, no estático. No existe país en el mundo que tenga la misma Constitución, o en su defecto, las mismas leyes de los siglos primarios de su fundación.

Y hoy, en este mundo cada vez más dinámico, y en esta Venezuela en revolución, es conveniente revisar nuestro texto fundamental y leyes periódicamente, como respuesta a los retos que vamos enfrentando en el camino. Mientras el cambio, y permanente, sin miedo, siga de este lado, todo estará bien.

Ennio Di Marcantonio

Caracas, 38 años. Periodista, Licenciado en Comunicación Social, UCV, 2005. Trabajo de grado, '50 años de programación televisiva en Venezuela, estudio comparativo de la programación de la televisión venezolana'. Músico (escuela Pedro Nolasco Colón, 2000 - 2007). Productor, conductor y periodista del programa LA DESCARGA, transmitido por RNV Activa, más de 10 años llevando lo mejor del metal nacional e internacional, ahora los lunes y los jueves, de 10 a 12 de la medianoche. Columnista del Correo del Orinoco, sección 'La canalla mediática' (columna semanal sobre historia y actualidad de la televisión en Venezuela, premio Aníbal Nazoa, otorgado por el Movimiento Periodismo Necesario, 2014, premio Guillermo García Ponce, otorgado por el Consejo Legislativo del Municipio Bolivariano Libertador (Caracas, 2014). Columnista de la página web 'desdelaplaza.com' ('Crónicas Hertizianas' – Historia y aportes para la televisión en Venezuela)