Por un 2016 de grandes y gratas lecturas

Una de las tradiciones más comunes de Año Nuevo es la lista de propósitos. Se trata de una especie de mapa en el que dejamos por escrito cuáles son nuestras metas ideales para el año que empieza.

Hacer dieta, llevar una vida más saludable, ir de paseo todos los domingos, sonreír más y quejarse menos, apuntarse y realizar un curso de corte y costura, aprender a tomar fotografías y así, un sinfín de deseos que creemos nos ayudarán a llevar una vida más plena cuando se resetea el almanaque y comenzamos un periodo nuevecito de paquete, cero kilómetros, una página en blanco.

En esa lista de propósitos abundan las metas relacionadas con la lectura. Mucha gente tiene la buena intención de leer más. En realidad se lo proponen. Tienen las ganas de hacerlo, toman un libro, lo guardan en su morral (o cartera o bolso o maletín) y se disponen a leer en cualquier espacio que se los permita (una sala de espera, un vagón de Metro, en la cama antes de dormir, en el banco de un parque).

Pero siempre pasa algo con esa lista de propósitos: pocas veces se cumple.   Se parece mucho a las agendas. Uno las compra a final de año, las identifica, anota los cumpleaños y fechas importantes, apunta los contactos telefónicos más usados, comienza a utilizarla en enero, pero ya en marzo (o antes) se va desdibujando hasta terminar apilada en algún rincón de la casa, medio vacía o medio llena, desordenada y garabateada sin orden o lógica.

Sin embargo, debemos reconocer que se trata de un buen propósito cultivar para el 2016 el hábito de la lectura.

¿Mi recomendación personal? No pensarlo mucho ni darle tantas vueltas. Ir al grano: agarrar un libro de la biblioteca y comenzarlo a leer, si no les gusta ir por otro y así hasta que encuentren el libro lo suficientemente seductor que los atrape y les impulse para cumplir religiosamente ese propósito de Año Nuevo.

En mi caso, tengo dos propósitos para el 2016 relacionados al libro y la lectura: el primero es dedicar todos los domingos a leer sin encender el televisor ni una vez (porque sabemos bien que si se enciende la tele, todo lo demás desaparece), el segundo propósito es ordenar y clasificar mi biblioteca con rigor científico.   Apollinaire2

¿Con qué libro comenzaré este primer domingo del 2016? Tengo dos: las obras selectas y la selección poética de Guillaume Apollinaire, ese polémico italiano que para muchos es un gigante de la poesía y para otros un motivo de las más crueles críticas.   Abro al azar y me dice:

Siempre Iremos más lejos sin avanzar jamás

Pinta bien, ¿verdad?

Tal vez se pregunten por qué lo elegí a él para comenzar uno de mis dos propósitos literarios del Año Nuevo. Bien, quienes me conocen mucho o poco saben de mi especial fascinación por Julio Cortázar, el cronopio mayor. En muchos documentos, entrevistas y escritos, queda evidenciada la influencia de Apollinaire en la obra de Julio Cortázar, junto a otros surrealistas.

Dato curioso: ambos nacieron un 26 de agosto y ambos encontraron en la fisura una forma de hacer poesía, ambos resultan tercos innovadores de la literatura. De ahí mi estimulación, porque con Apollinaire podré seguir desnudando a Cortázar. Irme a los autores que él estimaba o admiraba o se apoyaba para seguir en su búsqueda desenfrenada de nuevas formas para hacer literatura, es una grata forma de conocerlo más a fondo.

De hecho, en la segunda parte de Rayuela (“Del lado de acá”), Cortázar comienza con un epígrafe de Guillaume Apollinaire extraído de su drama surrealista Les mamelles de Tiresias: “Il faut voyager loin en aimant sa maison”.   Me parece que es un buen pretexto. Y en lo personal creo que un domingo de cero televisión y 100 por ciento libros es un muy buen propósito que estoy firmemente decidida a cumplirlo.   Y ustedes ¿Apostarán a mi favor?

DesdeLaPlaza.com / Gipsy Gastello

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