Protestas estudiantiles: la otra cara de la moneda

Este martes 22 de marzo dos funcionarios policiales fueron asesinados por un estudiante del Instituto Universitario de Tecnología Agroindustrial de Táchira (IUT), quien a bordo de un autobús los atropelló sin miramientos.

Algunos medios de comunicación privados y opinadores de oficio quieren implantar la idea de que esto está relacionado con unas protestas estudiantiles que se promovieron desde el IUT supuestamente en contra del aumento del pasaje. Y repetimos la palabra “supuestamente” porque no es la primera vez que un sector político pretende disfrazar hechos de violencia con fines políticos como “protestas estudiantiles”.

Otra idea que están destacando medios se desprende de una rueda de prensa que dieron algunos funcionarios de Politáchira, en la que aseguraron que Nicolle Pérez (de apenas 21 años) “no tenía experiencia en el control de manifestaciones”. Cabe preguntarse cómo tener experiencia o no evitaría este terrible hecho.

Y tal vez pueda parecer un hecho aislado, pero el asesinato de estos dos funcionarios solo se suma a una lista de hechos que vienen ocurriendo en las últimas semanas tanto en Táchira como en el resto del país que buscan “prender una mecha” y donde, de alguna forma, vuelve a tomar relevancia la figura del “estudiante”. Y como sabemos, esto no es nuevo.

2007: el año de los “manitos blancas”

El 27 de mayo de 2007 al canal Radio Caracas Televisión (Rctv) se le venció su concesión para operar el canal 2 del espectro radioeléctrico y no le fue renovada, luego de que así lo anunciara el presidente Chávez en diciembre de 2006. Días previos a la fecha por supuesto se activó toda la campaña opositora en contra de esta medida y, a posteriori, se redimensionó hacia la solicitud –una vez más- de la salida de Chávez del poder.

Pero en esos días apareció un grupo que para la fecha –y para las tácticas opositoras- fue toda una novedad: el movimiento manos blancas. Ellos mismos quisieron abrogarse la bandera del movimiento estudiantil, aunque no representaban a la totalidad de este sector.

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Los dirigentes de los manitos blancas afirmaban que “no eran de oposición sino apolíticos”, que no pedían la salida de Chávez y que promovían “los métodos de protesta pacíficos y no violentos”. La realidad rápidamente refutó su carta de presentación porque sus protestas acabaron en hechos violentos, alteración del orden público, vandalismo y daños a propiedad pública y privada (¿recuerdan los chaguaramos quemados en la avenida Bolívar?).

Sus cabezas visibles son nombres harto conocidos hoy en día e involucrados en la política partidista de derecha: Yon Goicoechea, Diego Scharifker (vicepresidente del concejo municipal de Chacao y secretario político nacional de UNT), Freddy Guevara (diputado a la Asamblea Nacional por Voluntad Popular), Stalin González (diputado a la AN por UNT), Ricardo Sánchez (recientemente asimilado por el Psuv, pero de larga data opositor).

Los manitos blancas cumplieron su ciclo de protestas, se graduaron –algunos- y pasaron a la siguiente fase de la política nacional. Sin embargo, abrieron el camino de violencia y desestabilización disfrazada de “protesta estudiantil”.

2013 y 2014: la arrechera y la salida

El gobierno de Nicolás Maduro no ha estado exento de la desestabilización y los intentos reiterados de sacar al chavismo del poder. Y “el movimiento estudiantil” ha sido punta de lanza en los momentos más álgidos de los últimos 3 años.

El 15 de diciembre de 2013, Capriles Radonski, perdedor en 2 veces consecutivas a la elección presidencial, llamó a la gente “a agarrar esa cacerola y descargar toda esa arrechera”. Pero el mensaje fue entendido claramente por sus seguidores que inmediatamente salieron a trancar vías, atacar instalaciones públicas como CDI y acabar con la vida de 10 personas en una noche realmente fatídica.

Pero la dirigencia opositora mantuvo latente esa “arrechera” y planificó un nuevo plan (aún en marcha) llamado “la salida”. Esta vez el promotor fue Leopoldo López, quien activó –y entrenó- a la militancia de Voluntad Popular para iniciar una serie de revueltas el 12 de febrero de 2014 que se inauguraron frente a la sede de la Fiscalía General de la República en Caracas y donde la violencia no se hizo esperar.

Fueron semanas terribles de pérdidas humanas y materiales. Asesinaron a 43 personas, todas en medio de protestas “pacíficas” de oposición y fueron quemadas y vandalizadas numerosas instituciones del Estado y privadas también. Leopoldo López al ser cuestionado sobre cuándo finalizarían la violencia respondió que “hasta que salga Maduro de Miraflores”.

De “la salida” también se recuerdan figuras de estudiantes “vitalicios” (por aquello de la cantidad de tiempo que tienen estudiando) que se vieron envueltos en numerosos hechos violentos: Juan Requesens (diputado a la AN por Voluntad Popular), Nixon Moreno (graduado clandestinamente en la Nunciatura y prófugo de la justicia por participar en el intento de violación de una funcionaria de la GNB) y Gaby Arellano (diputada a la AN también por VP).

Durante esos días también se reactivó el llamado movimiento de manitos blancas con la misma simbología utilizada en 2007 (inspirada en el Otpor de Yugoslavia) pero esta vez sin pintarse las manos. Unas de sus figuras más connotadas fue Lorent Saleh, quien habló de “eliminar muñecos” en referencia a líderes del chavismo.

Miles de máscaras, el mismo plan

El uso de una vanguardia joven y “estudiantil” por parte de la oposición para generar escenarios de violencia e inestabilidad rinde doble fruto para los partidos y dirigentes políticos: no se ven directamente relacionados en los hechos violentos (“ellos no forman parte de nuestra militancia, no los financiamos, los llamamos a la calma”) y tienen la posibilidad de pescar en río revuelto (“el gobierno es responsable de los hechos violentos, deben detener la represión”).

Esta táctica dio sus frutos a principios de la década pasada en Europa del este, desde Yugoslavia con Otpor, pasando por la “revolución rosa” en Georgia, la “revolución de los tulipanes” en Kirguistán o la “revolución blanca” para derrocar a Lukashenko en Bielorrusia (fallida). En todos hubo un movimiento de jóvenes estudiantes que lideraron las acciones violentas.

Lo que ocurre en Táchira se da en un contexto donde las similitudes se ven a leguas. Aunque ahora, mediáticamente, asoman un nuevo factor que es la “pertenencia” de estos estudiantes al chavismo.

En un escenario donde la oposición ya presentó su “hoja de ruta” para sacar a Maduro de Miraflores, no es de extrañar que sigan ocurriendo manifestaciones violentas donde el factor de la “protesta estudiantil” siga presente.

DesdeLaPlaza.com/Simón Herrera