Vendo abrazos, pago por sentir

Gente abrazándose en la calle

En Estados Unidos, ¿dónde más si no?, hay una empresa que se llama “The Snuggle Buddies”. Snuggle significa en venezolano arrumaco, en mexicano apapacho, en español de España achuchón y así. Es decir, esta empresa vende arrumacos.

Si, como lo lee. El sitio web The Snuggle Buddies ofrece «la mejor experiencia posible» de snuggling, es decir de acurrucar.

Ellos, tan de aquel mundo, se describen diciendo que «son un servicio profesional de abrazos, somos expertos en el tacto platónico que ofrece una experiencia personalizada en busca de tu felicidad absoluta«, dice la compañía que está en  Nueva Jersey.

The Snuggle Buddies ofrece su servicio para quienes busquen un abrazo cálido por razones terapéuticas, de amistad o relajación para quienes no reciben la «cantidad de contacto humano que necesitan». Para ello, cuentan con profesionales en abrazos que «suavizan tu mente, cuerpo y alma».

Eso sí: todos los clientes deben firmar un acuerdo en que garantizan que no tendrán ningún tipo de actividad sexual. Si no lo firman, no hay abrazo.

La empresa ofrece los servicios según tarifas por tiempo. Por ejemplo, una sesión de abrazos de 60 minutos cuesta 60 dólares, mientras que pasar la noche con alguien —abrazados, claro— durante un periodo de 10 horas tiene un valor de 400 dólares.

Además, hay cargos por el traslado del «abrazador profesional»: el costo del combustible.

El cliente puede escoger en las listas de «abrazadores'»—13 hombres o 47 mujeres— en siete estados de EE.UU. Para solicitar el servicio, sólo debe especificar el nombre del profesional que quiere, elegir el tipo de sesión y pagar a través de PayPal.

«The Snuggle Buddies», se basa en la terapia del tacto, que —dicen— tiene beneficios como la reducción del estrés, el aumento de la relajación, la reducción del riesgo de problemas cardiacos y el mejoramiento de las habilidades sociales.

Hacía qué clase de mundo ideal puede transitar una sociedad que está dispuesta a pagar por tocar y abrazar, qué clase de mundo puede ser ese que empieza a renunciar al hecho natural y humano de tocarse, de sentirse, para convertirlo en un mero intercambio comercial. ¿Acaso el afecto va a ser también un bien exclusivo de quienes puedan pagarlo? Es tiempo de frenar, tenemos chance.

Desde la Plaza / HP/ AMH