2018. El abrazo de la asfixia mecánica. Una crónica de la guerra económica.

Huele a lluvia. Los vecinos de enfrente se preparan con tobos, ollas y poncheras, algunos dicen que en sus casas siempre llueve más adentro que afuera. De este lado, por suerte están la de los techos robustos. Una de las dos empresas constructoras que levantó este lote de casas utilizó un comprimido sintético para algunas y la otra las construyó con madera, el material presupuestado.

Cada vez que llueve, los pulmones afectados durante todos estos años por la erosión y la humedad le recuerdan la madre al empresario que los estafó, pero es diciembre, entre el regaton y el trap la cumbia de Pastor López abre cancha con sentimientos menos indignantes, por estas fechas en Villas del Pilar la solidaridad no es un emblema navideño, el trueque recupera el valor de uso de las cosas, pero la economía insiste abriendo otras goteras.

Del conuco sólo le quedan recuerdos. Recuerdos como fábulas se filtran en el delirio de sus días contados: Los de la calle 15 aprendieron a sacarle provecho a todo o mejor dicho, a casi todo.

A sus 74 años había superado sus propias expectativas de vida, cuando llegó aquí hace 14 años a nadie le importaban las matemáticas del Estado, menos ahora, cuando la economía se había convertido en el estopín de una guerra silenciosa que fustiga y abre los estómagos cada mañana para reinventarse la trama y poder echarle algo al saco. Por estos lados la gente llegó con una mano adelante y la otra atrás, el estado de bienestar que procuró la inversión social del proceso bolivariano nos hizo olvidar por una década aproximadamente que, la guerra ha sido siempre contra los pobres.

Hace tres años los cubanos le diagnosticaron un cáncer que le terminó colmando los huesos, nadie pensaba que la abuela Ligia llegaría al año nuevo, había quedado postrada bajo el cuidado de su hija y su nieta, sus cuentos de infancia animalera y campesina se convertían en los datos que la niña gritaba por la ventana para jugárselo a “La Granjita”, la lotería que en vez de números se juega  sobre un tablero digital de animales de todas las especies desde una pagina web y que todos los chamos de la cuadra le apuestan a diario.

Como un avatar de la autoconstrucción y la incertidumbre, aquel corral de pichones ludópatas pasan por aquella bodega improvisada para anotarse un animalito cada vez que les llega una fuerza. Si algo sabe el inspector Acevedo, devoto de Santa Bárbara; lo que está al margen de la ley se paga en efectivo, porque la ausencia de los billetes del viejo y el nuevo cono monetario es el otro bussines, se venden al doble por encima de su propia denominación. Cuando decidió abrir la bodega lo hizo con la comida y los productos que iban quedando de la cadena de mando después de cada decomiso, ahora la mantiene con lo que puede transar entre la policía y la guardia, que a su vez transan con los empresarios, proveedores y sus bachaqueros para revender y distribuir lo que llega a un sobreprecio 10.000 mil veces superior a su precio real de costo. Por lo general la venta de víveres, o cualquier otro producto; incluso un refresco de botella o una galleta, se pagan con antelación a través de una transferencia bancaria a la cuenta del bodeguero, él corrobora en una captura de pantalla el pago que se le enseña al buscar el producto o a través de una imagen enviada por un mensaje de Whatsapp.

Hace un par de días en la televisión pública retransmitieron un programa especial titulado “Guerra económica y psicología de masas”. Con un fondo negro y micrófono en mano el psiquiatra Heriberto Gonzáles, analizaba.

  • La oposición dice que esto es una crisis económica fundamentada básicamente a un mal manejo de la económica por el gobierno. Yo creo que no. Yo creo que esto es una guerra económica con una nueva modalidad, que tiene varias características, una es que no tiene cara; no hay ninguna persona que esté llamando a la especulación, nadie está llamando a que se extraigan los productos fuera de Venezuela, así que el primer elemento que las diferencia de todos los demás es el anonimato.

Sobre los predios de la hacienda San José, en un lote de 110 hectáreas que el gobierno le compró a un terrateniente, se proyectaron 6.000 casas, sólo 2.500 se han construido hasta ahora para atender las 15.000 solicitudes procesadas desde el 98 por el Plan Bolívar 2000, el año que llegó Chávez para saldar las deudas sociales que se pierden en la historia. Las familias más vulneradas fueron las primeras beneficiadas. Villas del Pilar se fundó un año después, y es el complejo urbanístico más grande que se ha levantado en los llanos de Portuguesa. No hizo falta ver crecer una tercera generación para saber que aquí se había asentado una comunidad y al mismo tiempo se había roto con la geometría euclidiana de la antropología social. La guerra venía sacando lo mejor y lo peor de nosotros mismos y lo común pugnaba a dos aguas, como los techos que nos albergan.

El gordo Alex, cada vez más gordo, hace menos de un año tuvo una revelación, un “emprendimiento”: Terminar de cagarse en el resto de los vecinos. Sus pretensiones se patentaron en “El Club de los Pobres” ,así llamó a su bodega, la más apertrechada de la zona, la construyó en un  intersticio de unos 14mts cuadrados que dan a la calle principal, lo que la hace no sólo un punto de referencia sino la más concurrida, al principio pensó en cobrar una especie de membresía para dar descuento a los“socios”, pero las buenas intenciones no pasaron de ser una oferta engañosa. En ese pequeño espacio vende desde fregaderos fulgurantes que cuelgan como jamones de tasca española, hasta condones que te hacen preguntar si embarazarse sale más barato que comprarlos.

Al principio, cuando la gente se fue arrimando, montando campamentos, invadiendo los terrenos ,buscando una solución habitacional, el gordo se cargó con la plata y con la esperanza de más de uno ofreciendo casas que no se construyeron.

Descubrió una fórmula como empleador que rápidamente copiaron otros bodegueros; contratar a los carajitos enviciados con la lotería online para atender la bodega.  

En la reja por donde se despacha, cuelga un aviso escrito a mano en cartulina anaranjada fosforescente (el color que ningún marginal como uno pasaría desapercibido) que reza: “La envidia mata. Hoy no se fía, mañana tampoco”.

Danuvys es una mulata llanera, aindiada, con un alisado asiático que le rosa la nalgas y la libido a cualquiera, pensó que la palería (religión de malandras serias) le traería resultados más rápidos, por eso el año pasado dejó de ser santera para comunicarse por línea privada con los muertos. Las decepciones acumuladas las arrastró como las materias desde que desertó del liceo, en materia de fe la cualquiera le va mejor. Su corazón como su gran culo se debatio siempre entre malandros y policias, en el 2017 decidió particionarlos y mantener por primera vez dos relaciones simultáneas, el malandro la representa en sus fantasías de Rosita, la muñeca de la mafia y paga el alquiler, el policía, 23 años mayor, le trae la comida por sacos. De niña vivió con su madre y sus hermanos en la última calle del sector 2, gracias a sus “aspiraciones” hoy vive sola siete cuadras más arriba. Por la ventana del cuarto donde tiene el altar de palo mayombe, montó su bodega, desde allí vende lo que le llega, arroz, granos, aceite y cripi.

Cada mañana revisa el precio del dólar paralelo antes de encomendarse a quien le llama “La Rusa”, de ella saca la fuerza para frentear los coñazos de la vida y los que le propinan sus parejas, sabe como todos que la inflación baila en la calle al son del paralelo: a dos semanas del 2018 su valor ha subido 80 veces, sobre este operador foráneo atina el precio de sus productos. Este valor es el artífice más eficiente de la guerra contra la estabilidad económica y emocional del pueblo que resiste los embates del hambre y la crisis normalizada como parte de la vida nacional.

El 2018 llegó con el abrazo asfixiante de la guerra económica, las sanciones del departamento del tesoro Norteamericano al sistema financiero venezolano terminó de nebulizar la liquidez del efectivo circulante, el efecto glocal: Un mercado gris que legaliza la crisis inducida. Los bodegueros son solo el último eslabón en esta sucesión perversa de acciones difusas de guerra no convencional.

Por el contrario los panaderos comunitarios tienen otra semblanza, a diferencia del resto intentan precios más justos sin desmejorar la calidad, programan horarios de venta y dos horas antes de empezar a hornear se va armando la cola de gente. Una conversación queda interrumpida, con la siguiente frase: “Hasta donde hemos llegado”.

Los que van a comprar con efectivo tienen el privilegio de no esperar. Donde antes se pesaba el pan ahora se pesan los billetes: 100 billetes indiferentemente de su denominación pesan 110 grm sobre la balanza digital, en este caso seis fajos de 100 bls y dos fajos de 50 bls equivalen a seis canillas que alcanzaran para la cena y el desayuno de mañana. La cola bajo la lluvia va pasando. Los que sabemos que la dignidad es otra cosa, nos miramos y callamos.