Desenchufar los medios y sus consecuencias

Ha resultado muy común, escuchar, cada vez que se percibe un asecho evidente por la guerra mediática que hoy padecemos con mayor virulencia en el mundo y, particularmente en Venezuela, que debe establecerse un boicot contra los medios radioeléctricos. Se nos invita, muy fácilmente, a desenchufar el televisor y la radio. Poquísima gente lo logra. Y desenchufar las consecuencias es algo que resulta casi imposible. Ya el mal está hecho.

Hace poco escribí y publiqué un artículo titulado La mediática del anaquel vacío y la del bachaqueo. Antes, me he referido con insistencia a los soportes comunicacionales no tecnológicos, que pueden estar contenidos en el mensaje (“el mensaje es el medio”) y me he detenido en el buen ejemplo comunicacional que encierra la Misión Negra Hipólita, al transmitir inclusión, atención a las víctimas sociales de los fenómenos de abandono familiar y drogadicción, estabilidad económica y social, entre otras ventajas evidentes como la del acierto político en la aplicación de políticas gubernamentales.

La comunicación y el tema de la mediática como productos de laboratorios que, desde hace casi un siglo, toman los más inverosímiles soportes para convencer, deformar conciencias, crear ideología y adocenar a las masas en función de los objetivos hegemónicos del capital, constituyen, cada vez más, un importantísimo pertrecho de guerra, con utilidad de artillería que mina y destruye -con pocas posibilidades de recuperación- al campo enemigo.

Por eso, cuando creemos que la fórmula para desmontar la ideologización del enemigo se consigue “golpeando” los soportes o desenchufando los medios, sólo se está tocando muy parcialmente el problema. Es decir, cuando creemos que el convencimiento perverso de las masas, a través de los medios, se detiene al desconectar a los mismos, estamos sumamente equivocados.

Hace falta identificar y desmontar los mensajes, adosados mansa y emocionalmente a los productos, casi con propiedades taumatúrgicas, porque son estos los que penetran en las esferas menos racionales de nuestros cerebros, en los espacios donde anidan las emociones, los sentimientos y los afectos. De allí que ya nos hayamos referido a “la mediática del anaquel vacío” que, finalmente es la del lleno, que se ocupó antes de crear necesidades consumistas en los individuos que desfilan ante ellos, en los grandes supermercados y superfarmacias.

Y el tema no es sólo el referido al consumismo de chatarras por alimentos o placebos por medicamentos, en un afán desesperado de los capitalistas por crear necesidades colectivas que les permitan a unos pocos, acumular grandes capitales. El tema  es el de la descarada manipulación de los sentimientos y emociones más genuinos del ser humano, para obligarlos a defender una cosmovisión de clase que no les pertenece.

Un ejemplo de ello, es el logrado por el comunicólogo y sicólogo estadounidense, Edward Bernays, sobrino del padre del sicoanálisis, Sigmund Freud, quien consigue convencer a las masas de su país de que los conceptos de democracia y capitalismo son inseparables, por lo que, según esa cosmovisión, es imposible que exista democracia fuera del capitalismo. El ejemplo es grueso, pero muy real y tangible. Como ese hay millones, de allí que la hegemonía del pensamiento sea hoy capitalista y reporte la inmensa cantidad de alienados, cuyos cerebros están imposibilitados para pensar –por ejemplo- que el desabastecimiento, los anaqueles vacíos o ausentes en los espacios comerciales, forman parte de una estrategia mediática del gran capital y de los laboratorios gringos en el Departamento de Estado y en el Pentágono y no en el pensamiento insurgente y proletario que se erige desde los pueblos en resistencia y rebeldía y que se expresan en gobiernos como el Bolivariano y Chavista que, en Venezuela, preside el camarada Nicolás Maduro.

Desenchufar los medios no es, ni puede ser, la “estrategia” comunicacional de las y los revolucionarios. Los socialistas, los comunistas, estamos llamados a identificar la dimensión del enemigo y conocer cómo éste se expresa y penetra hasta en las células. El lenguaje, manipulador de lo afectivo, que encierra el anaquel, vacío o lleno, es al que debemos revisar como medio a desconectar. Es la única manera de abortar sus consecuencias.

¿Se han preguntado hoy, en Venezuela, por qué los empaques de Corn Flakes que fabrica la transnacional, productora de armamentos y muerte, Kelloggs, de la noche a la mañana cambiaron sus vistosos empaques por unos lúgubres y grises? Pues, sencillamente porque ellos reservan el regreso del colorido y la “felicidad”, para cuando “Maduro se vaya”, es decir, para cuando el imperialismo yanqui vuelva a convertir en su patio trasero a Venezuela.

Ese es, tan sólo un pequeñito ejemplo. Si queremos vencer, también tenemos que estudiar. No es suficiente desenchufar la televisión y la radio. Hay que desenchufar al capitalismo completo y a sus laboratorios perversos que quieren que pensemos como ellos pero sin poder jamás llegar a ser “ricos” como ellos.

Ilustración: Xulio Formoso