Las primeras bajas de esta guerra

Por: Iván Padilla Bravo

En la guerra económica desatada contra el pueblo de Venezuela, las primeras bajas han sido logradas por la acción memoricida de los medios. Matar la memoria, la identidad, las tradiciones, la historia, la ancestralidad de los pueblos, es el primordial objetivo del conquistador. Lograrlo no es tarea de balas, misiles, bombas ni bombarderos, sino de los medios.

Desguarnecidos y sin trinchera segura, quien no ha conseguido pertrecharse de conciencia, para poder enfrentar a la ideología burguesa de la clase dominante, siempre terminará víctima de ésta y se cumplirá, una vez más, la comprobación que hiciera Carlos Marx de que “en toda sociedad, las ideas dominantes son las ideas de la clase dominante”.

Por eso es que hoy, cuando se intentan entender los procesos por los que los pueblos permanecen subsumidos, -además de las relaciones de producción, que en el capitalismo son autosuficientes para ejercer el dominio, ya que quien modifica la materia prima y produce no es dueño de la misma ni de los medios para transformarla-, se hace referencia al Estado y a su papel de aparato represivo, pero también (como lo hiciera el teórico marxixta Louis Althusser) a los “aparatos ideológicos de Estado”.

Recordemos que ante relaciones mercantiles de producción, distribución y consumo, el trabajador o la trabajadora, sencillamente “venden” lo único que poseen, que es su fuerza de trabajo. Con esa “venta”, por muy elevados que llegasen a ser los salarios percibidos por el trabajador o la trabajadora, siempre les resultará imposible convertirse en burgueses o en dueños de los medios de producción. Se hará necesaria la revolución, una revolución proletaria y alcanzar relaciones de igualdad para producir según las capacidades de cada individuo, quienes consumirán de acuerdo a sus necesidades reales.

La guerra que en la actualidad el gran capital, sus transnacionales y los aparatos políticos y militares de coerción, despliegan contra el mundo, los pueblos empobrecidos y explotados, es, fundamentalmente, para asegurar la perpetuación de su dominio, ante las amenazas, de identidad, independencia, soberanía, sociedad o mundo nuevo posible y Patria socialista, al estilo del rumbo emprendió a través de la Revolución Bolivariana y Chavista, en pleno siglo XXI y en las postrimerías del dominio del capital.

Utilizando las armas de la economía, el capitalismo arrecia su dominio sobre los explotados. Pero cuando éste ya ha perdido control sobre el Estado, sobre su Estado, y percibe que el poder político y de las ideas entra en un proceso de debilitamiento, abriendo paso a una contrahegemonía de signo proletario, el arsenal de combate se diversifica para hacer más eficiente la artillería ideológica y es, entonces, cuando la guerra se convierte en “mediática” para lograr que el mensaje del capital, de los dominadores, de la burguesía, venza al del proletariado, presente en los pueblos que resisten, los insurgentes, los soberanos, los revolucionarios, independentistas, socialistas o comunistas.

Mensaje, mediática e imperio de las ideas dominantes

El capitalismo, las transnacionales del capital, el imperio político e ideológico del mismo y su expresión imperialista (yanqui, sionista o de grupos de aliados) militar y política, son dueños de un corpus de pensamiento, de una cosmovisión y unos valores, que dan carácter de cultura a sus relaciones sociales. Pero, es más, ese carácter lo es también para el resto de los individuos que componen la sociedad, aún cuando pertenezcan a una clase antagónica a la de los dominadores. De allí que encontremos a muchísimos pobres, a muchísimos explotados, a muchísimos trabajadores que se creen y piensan como ricos, sin tener la más remota posibilidad de convertirse en tales. Por eso, cuando los mismos dominadores les ofrecen la posibilidad de ser “clase media”, lo toman con un desespero de alienados, convencidos de que son más ricos que pobres y de que son esos ricos, esos burgueses, esos capitalistas, quienes tienen la razón.

El mensaje dominante, entonces, proyectil fundamental en la guerra mediática, es disparado con mayor furia en una coyuntura como la presente, caracterizada por el desabastecimiento, los saboteos en la producción y distribución de alimentos y otros bienes de primera necesidad, convenciendo a las masas, a las grandes mayorías hambreadas o forzadas al empobrecimiento extremo, de que la “culpa” de tales males se debe a un individuo y, en particular, al presidente de la República, Nicolás Maduro, a quien colocan como objetivo a vencer, dentro del alienado imaginario colectivo.

En esa tarea mediática, a veces, el mismo mensaje se pasea por entre la gente sin la necesidad de un medio ajeno o “neutro” que lo traslade. Por eso es que, mucho antes de que la guerra económica contra Venezuela, adquiriera las dimensiones que tiene hoy en día, el discurso del fracaso, del caos, del empobrecimiento, de la carencia de medicamentos y de atención médica ya ocupaba los vagones del Metro, las camioneticas de pasajeros, los ingresos a las salas de emergencia de los hospitales, los mercados de víveres y otros espacios de popular y masiva concurrencia.

Entonces, que nadie se sorprenda por el hecho contundente de que una noticia inventada y repetida mil veces como verdad, hoy lo sea, se haya convertido en tal, con el apuntalamiento de “disparos” económicos o reales en materia de “inseguridad” inducida o contratada a grupos de paramilitares y sicarios vinculados con el narcotráfico y con las mismas fuentes de la guerra a la que nos referimos y que funcionan de manera articulada en función de unos fines propios a las clases dominantes.

Para asumir la Defensa Integral de la Patria es urgente y necesario desmontar los misiles económicos y de la mediática. Es decir, es urgente y necesario hacer la Revolución… La revolución desde la raíz de la conciencia.

Ilustración: Xulio Formoso