Echar humo

Adictos a la nicotina, ya sea de tabaco o cigarrillo, detrás de una nube y en una esquina, a veces a los fumadores nos toca sufrir para echar humo.

Si de vicios se trata, los fumadores hemos tenido que lidiar con muchas desgracias. No me refiero al tener presente y consciente el daño que hacemos a nuestra salud y la de los demás que nos rodean, sino al hecho de que las compañías tabacaleras han aumentado a su merced y sin contemplación alguna, los precios de las cajetillas, convirtiendo en un verdadero lujo costear el vicio. Comprar cigarros detallados es irrisorio y hay algunos abusadores que te cobran hasta la encendida del petardo. Para quienes consumen cajetilla al día es toda una renta seguir pegados a los clavitos de urna, casi 10 mil bolívares de lunes a viernes y más de 40 mil al mes, únicamente en cigarros.

No hay promociones ni rebajas en este menester, o reúnes y te gastas todo el salario o disminuyes el consumo diario, inclusive hay quienes siempre dicen: «si lo vuelven a aumentar, ahí sí lo dejo». ¡Pero qué va! Igualito los ves rescatando colillas o apagando el cigarrillo a la mitad para fumártelo en 2 tandas. Otros mendigan y hasta los piden prestados o fiaos.

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Zona de perdedores

En épocas pasadas no había casi restricciones para prender un «chester», hasta dentro de los aviones se permitía fumar, eso sí, al final del avión cerca de los baños, como todo sector exclusivo para viciosos. Jodidos estaban a los que les tocaba sentarse justo en el puesto de adelante de las chimeneas ambulantes.

Oficinas enteras llenas de ceniceros, con nubes particulares y cenizas sobre los escritorios, hasta dentro del cine podía uno encender uno, era muy común a finales del siglo pasado. Eso se acabó. Por respeto a los NO fumadores, ahora hay que caminar 3 cuadras, esconderse en los baños, escaleras, estacionamientos y demás recovecos para echar un humito.

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Llegó la prohibición. Los espacios públicos y cerrados, se convirtieron en la peor pesadilla para el fumanchú, salir a rumbear ya no es lo mismo sin aquello de llegar hediondo a sudor y humo, no había evidencia del desmadre vivido. Hasta los buhoneros se hacen millonarios con la venta del aviso donde sale el cigarrillo tachado.

«Esta es un área libre de humo señorita», ¡claro!, como si yo fuese la mala maluca por querer fumarme un cigarrito mientras me toca esperar a alguien. Se preocupan más porque yo fume, que si en esa misma área libre, hay padres maltratadores, esposas infieles o ladrones de cuello blanco, de esos nadie nos puede librar, no hay cartelito que valga. Son peor que el «malamén».

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Hubo una época en la que aumenté considerablemente la cantidad de cigarrillos al día, tanto, que los dos dedos con los que lo sujetaba, se me comenzaron a manchar de amarillo y hasta las uñas las tenía de un color nicotina #5 terrible. Fue momento de parar.

Conozco a algunos a quienes las encías y dientes se les han manchado por el tabaquismo y gastan miles de bolívares en tratamientos para blanquearlos, compran dentríficos mágicos y rezan para que su sonrisa destelle con el brillo del Prince Charming.

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Salir del closet

Como fumar es algo malo y nocivo para la salud, los no fumadores te perseguirán por los siglos de los siglos amén, para que no lo hagas. En especial si estas personas forman parte de tu familia. En mi caso, mi primer cigarro fue por un reto «¿tú fumas? No mentira, a que no te fumas un cigarro» y en aquella tarde de agosto, bajo un sol incandescente, en un callejón de Boca de uchire, mis pulmones perdieron su virginidad. Tenía 14 años, con una infancia asmática y con padres exfumadores, que reconocen el olor a cigarro a leguas y que hasta el sol de hoy me piden encarecidamente que no fume tanto.

Hacer a escondidas cualquier actividad, desata una creatividad increíble. Arriesgando mi vida, con medio cuerpo afuera de la ventana es que podía saciar mi ansiedad o ahora hay que salirse del local para poder fumar y si está lloviendo te mojas, ¡tantas desconsideraciones chico, uno ya no puede ni matarse en paz!

Mire mi hermano yo llegué a esconder los cigarros en los sitios que pensé y logré que nadie encontraría: en el carril de la puerta del ascensor, en el riel de la puerta del closet de mi cuarto, o en el de la ventana (pero ahí se me mojaban si llovía) encima de la puertica del extinguidor de incendios del pasillo, en las matas de la jardinería. Lo más extremo para un fumador enclosetado, era pasar las requisas antes de entrar a un concierto o evento deportivo. Para los que me conocen, saben que tengo 2 poderosas razones que me permiten ocultar, cómodamente sin problemas, dentro del sostén cualquier cosa (una caja completa de Belmont y un yesquero, por ejemplo). También dentro del cabello pueden perderse muchas cosas y camuflar con un despeinado adrede, el vicio para que no decomisen la merca.

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Fumar de retruque

Los llamados fumadores pasivos son, en la mayoría de los casos, quienes más sufren de enfermedades relacionadas con el tabaquismo, de hecho creo que yo tuve problemas respiratorios durante toda mi infancia, gracias a una alfombra marrón y un millón de peluches con ácaros y aunos padres fumadores con amigos fumadores, pero que cuando éstos se enteraron que estaba fumando fue el fin del mundo.

Hay fumadores pasivos que son masoquistas y a pesar de que saben que uno fuma, prefieren compartir con uno, así y se llenen de humo. Es que somos así como más simpáticos. También hay parejas que luchan contra el aliento a cenicero para poder besarse, pero que aun así pueden coexistir y tolerar este vicio, en especial después de una buena dosis de sexo.

Trucos para evitar el mal aliento: no fume compadre, porque no hay nada peor que oler a pachulí de pera con Marlboro rojo.

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Fumar es cool

Los llamados fumadores «sociales» son aquellos que pueden controlar su adicción al tabaco y reducirla a eventos y encuentros sociales, tipo fiestas o reuniones, no les importa si se quedaron sin cigarros ni andan contando las horas para el próximo chance de fumar. Son los que se compran cuanto periquito venden en la casa del fumador, boquillas, rolling paper, picadura aromatizada, encendedores, ceniceros portátiles y demás gadgets para los viciosos. Son los fiebrúos que usan zippo y viven hablando de lo cool que es fumar narguile. En el siglo pasado, las mujeres que fumaban eran catalogadas como putas o con real, en su defecto una mezcla de ambas.

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En algún momento dejaré de fumar, pero no me presionen. Admiro a quienes pudieron tomar esa decisión para mejorar su salud, pero no se conviertan en la inquisición que nadie los obligó a agarrar el vicio. La fuerza de voluntad no se manifiesta en todos con la misma intensidad, así que déjenme quieta.

Hay gente que tiene peores vicios y la sociedad no les anda forrando las paredes para decirles que es un área libre de ellos. Además, hay gente que en su vida ha probado un cigarrillo y se muere de cáncer del pulmón, así como hay viejitas que fuman toda su vida y nos sobreviven a todos felices.

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y están otros que fuman y siguen echando vaina por ahí contra todo pronóstico…

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Victoria Torres

Periodista, melodramática y brontofóbica. Contra todo pronóstico, fiel creyente de la amistad y de que un mundo mejor es posible. Responsable y dueña de lo que escribo y sueño, que ahora comparto con aquellos que están tan locos como yo.