Mi entrompe con la dictadura del pernil

¿Comer pernil en casa?: Ni en diciembre ni nunca. Eso era pa’ ricos. Así que, sin decretarlo ni decírselo a nadie, decidimos que aquella inhumana limitante se convirtiera en un derecho sagrado a la abstinencia por los puercos. Durante más de 50 años, casi 60, todo fue bien hasta que llegaron Nicolás Maduro y su reeegimen.

La dictadura bigotuda se empeñó en violar mi derecho a mantener al paladar ajeno a esa exquisites. La rica (esa sí es ¡rica y divina!) sobriedad del arroz con caraotas, vio en peligro su forzada autodeterminación. Y en ese macán, ya llevo tres años empernilao. Pernil pa’ cá y pernil pa’ llá.

Mayor molestia, para mi, la de este año. La dictadura se puso las pilas y aprendió de los diciembres anteriores. La organización ha caracterizado la distribución de los marranos rebanados. Tanto así, que mi ración llegó rapidito y fue a parar a la nevera. Allí está: esperando su sábado. ¡Quién lo diría, María!

También pasa frío en las neveras de mis vecinos guaidosistas, quienes por un momento se olvidaron del intento de golpe de Estado (guacal de por medio) del 30 de abril. Los vi en la cola. Tenían más pinta de chavistas que yo. Allá ellos que no tienen dignidad y que prefirieron pagar 35 mil bolívares, en lugar de 200 mil por cada kilo en el mercado más baratón. Bueno, si a ver vamos, ¿qué podía esperar de quienes tampoco pelan la caja Clap cada mes? Menudo detalle.

En cuanto a mi, no quiero acostumbrarme. No debo acostumbrarme. Eso de la distribución equitativa de las riquezas no calza en mi humillada lógica marginal. O pagamos el kilo de pernil a 200 mil, 300 mil, 400 mil o no comemos pernil. ¡Y que no me vengan ahora con el juguete para la niña! porque, se me olvidaba, esa la es la guinda de la torta. También estoy sometido a esa otra tortura de por estos tiempos. O lo agarras o lo agarras. ¿Y qué hago?: lo acepto. Mansamente lo acepto, validando las marramucias del sistema opresor. ¡A donde he llegado!

Afortunadamente, el mes está por terminar. Después del último cohetón del 31 todo volverá a la normalidad. Ya no habrá pernil ni juguetes que ahoguen mi impotencia. Me quedaré con las torturas menores de los bonos por el sistema Patria, con la escuela gratuita de la carajita y el morral tricolor lleno de útiles con que me ofendieron en octubre, con el CDI lleno de cubanos vigilando mi salud y en fin, con cuanto socialismo se le ocurra a este tipo estar inventando.

Por ahora, prefiero dejarlo hasta aquí e ir un momentico a la cocina, de donde sale un terrible olorcito a pernil que me tiene la boca hecha agua y no me deja escribir.

¡Chávez vive…la lucha sigue!