Estar antes de todo imperialismo

Cuando utilizamos el prefijo anti para referirnos al capitalismo, lo que queremos decir es que nuestra unidad como pueblo nos identifica esencialmente con el trabajo y no con el dominio del capital.

Toda dominación es una expresión del miedo del ego que teme perder su poder. Por eso huye, pelea o se esconde tras una fuerza que es definitivamente perecedera y  basada en objetos muy pesados y que, definitivamente, nadie podrá llevarse en su tumba luego de que muera.

Asumir, concienciar lo que esto significa es estar a tono con la Conciencia plena que, aquí y ahora, llamamos o hemos entendido históricamente como de clase.

Decía Carlos Marx, le secundaba Federico Engels -y lo hemos hecho todos los comunistas, al menos en los últimos 200 años- que la historia, «hasta el presente, es la  historia de la lucha de clases».

Cuando una élite egolátrica «descubrió» que podía apoderarse, robar, expropiar a la mayoría productiva, que generaba -en solidaridad humana y con  la naturaleza- sus bienes, lo hizo con miedo. Sabía que se enfrentaba, no sólo con sus esclavizados (esclavitud), con sus siervos (feudalismo) o con el proletariado (capitalismo), sino también con el equilibrio del universo.

Es el hombre (igual la mujer) autoerigido como «dios», como poder, como amo del mundo (aunque, para entonces, no se les había ocurrido agruparse en un divertido club de «jugadores de golf», conocido hoy con el nombre de «Bilderberg»), quien rompe el equilibrio de un universo dialécticamente perfecto y en movimiento con su diversidad.

Lo que propongo reflexionar, entonces, es cómo entender la Revolución en su sentido radical de transformación profunda, más allá de la «lucha» que tan sólo enfrenta a dos egos, a dos cosas, que podrían así perpetuar el desequilibrio del mundo, del multiuniverso, sin conseguir absolutamente nada, a no ser la pelea de poderes por la razón y no por la Revolución (así, con R mayúscula de Totalidad) que es lo que nos corresponde en esencia.

En esta secuencia de planteamientos es donde ubicamos al prefijo anti. Por el mismo impulso de los dominadores históricos, todo anti ha sido entendido como opuesto, como enfrentado. Enmarcando toda relación como «lucha», como enfrentamiento para dominar o para no ser dominado y no como evocación al «antes» (anti) de la conciencia expandida, que nos sitúa en el aquí y ahora de la liberación desde adentro, desde nuestros corazones, del «espíritu» o como se le  quiera llamar.

Estar antes de todo imperialismo, como decimos al titular esta opinión, es estar en el «lugar» correcto de una revolución radical y verdadera. Ser antiimperialistas es, entonces, «volver» al ahora sin dominadores ni dominados. Volver a la unidad en la diversidad, estar en lo vital. Alcanzar el equilibrio en conciencia.

Ilustración: Xulio Formoso