¿Existe alguna diferencia entre ángeles y periodistas?

Esta no es una pregunta para responderla o debatirla entre teólogos. Es una pregunta para ti y para mi. Para individuos que andamos a pie y dialogamos en la acera, de una calle cualquiera, sin afanes de eruditos.

Interrogante, ésta, para personas con preocupación revolucionaria, que queremos llegar a la raíz de la hegemonía con la que, culturalmente, se nos domina. Sencillamente porque entendemos y asumimos que, esta revolución de la que participamos si no es cultural nunca va a cambiar nada.

Y hablando de culturas, precisamente es la cultura que nos impone el conquistador, cuando llegó hace más de 500 años, a invadirnos desde Europa, la que introduce en nuestro imaginario colectivo la «figura» o, más bien, el concepto de ángel.

Un ángel es un mediador, dicen los diccionarios cuando definen el concepto del referido «sustantivo masculino». El ángel media entre un Dios y los hombres (parece que, y mujeres, también), a quienes aborda para comunicarles alguna «buena nueva». El ángel, además, protege por asignación divina al individuo que se le encomienda ser su «ángel de la guarda».

Ese «ángel» al que encontramos a cada rato en nuestra habla común y utilizamos como imagen de belleza, protección, compañía o bondad, entre otras acepciones virtuosas, también tiene su contraparte teologal en un «ángel maligno», expulsado del cielo y maldito por Dios, al que le tocan los roles malos, perversos, demoníacos o propios a su condición de ángel caído, de diablo.

Es Silvio Rodríguez, el poeta y trovador cubano, quien nos lleva a reflexionar acerca de los ángeles «incompetentes», los «ángeles ausentes», descuidados, que «nunca llegan a salvarnos» o muestran su inutilidad ante asesinatos como el de García Lorca o John Lenon, ante genocidios como el de Hiroshima o La Moneda (en Chile, 1973) o ante actos terroristas como la voladura del Trade Word Center (las torres emblemáticas del capital financiero, en Nueva York) «llenas de gente».

Lo cierto es que, entre los mortales, quienes andamos a pie y no solemos estar invocando a los ángeles, la figura más parecida a la de la ficción teológica judeo-cristiana es la de los periodistas. Estos, desde tiempos inmemoriales, cumplen la función de mensajeros o mediadores. En esa categoría están los llamados «evangelistas» de la cultura impuesta por las iglesias y sectas y los chasquis de nuestra ancestral Abya Yala. Pero también dentro de la «Comunicación Social», como disciplina académica de profesionalización, está el periodista como «inspiración» que emula a los Ángeles en sus funciones.

Entonces, a la hora de responder a la interrogante que colocamos de título a esta nota, digamos que no hay diferencia entre ángeles y periodistas. Los primeros se deben a un poder extrasensorial, que algunos llaman Dios; los segundos a otro poder creado por el imperialismo, como fase superior del capitalismo, para ejercer las funciones de «mediadores» y reproductores de la dominación a través del intercambio comunicacional entre agrupamientos humanos, poblados, entidades o naciones a los que se les noticia algo, ya sea real o inventado (como ocurre, especialmente en los últimos tiempos, con las fake news y toda la guerra mediática, de IV y hasta VI Generación).

Tampoco los periodistas ni el periodismo «llegan a salvarnos», su incompetencia para cumplir tareas mediadores entre poblaciones es cada vez mayor y la responsabilidad de informar luce cada vez más degradada en un mundo que por el afán hegemónico del capitalismo ha optado por mentir, por ocultar las verdades esenciales, vitales, de la humanidad y resaltar solo aquellas que son mercantilizables, que generan riquezas a los dominadores y que permiten la proliferación del egoísmo como «principio moral» en el que se sustenta el capitalismo.

En fin, dentro de la decadente sociedad de clases y explotación capitalista, entre las figuras de ángeles y periodistas existe la misma diferencia que hay entre ficción y realidad. Un mismo elemento unifica conceptualmente a los Ángeles y a los periodistas: el rol de mediadores para informar, para comunicar. Pero, al mismo tiempo, la sociedad que posibilitó el surgimiento de ambos roles (uno para la ficción y otro para la profesión) cada vez más les impone condiciones para impedirles la realización de sus fines.

Tal vez sea el postcapitalismo, el nacimiento de la sociedad de las y los iguales, la construcción del socialismo, lo único que permita reivindicar auténticamente al periodismo y descubrir que -quizá- hay ángeles posibles.

Ilustración: Xulio Formoso