Entre impulsos y esperanzas saldremos adelante

Me angustian las desesperanzas, quizás porque conozco y cultivo más las constancias y las perseverancias que los desganos o los abandonos. Las luchas, todas pero mucho más las de claros compromisos revolucionarios, reclaman no abandonar, no rajarse. Se puede vacilar o fallar –“pecar” dirían los cristianos y los militares en sus encriptados lenguajes de cuarteles- total, nadie es perfecto. Pero abandonar una causa, unos principios, una revolución, un compromiso de clase, proletario, es otra cosa. ¡No hay revoluciones fáciles!

El pasado martes bajé al andén de la estación Capitolio en la línea Uno del Metro de Caracas. Eran las 7:30 de la mañana y todo estaba repleto de personas en movimiento. Yo me dirigía hacia el este de la ciudad para hacer el programa de radio que conduzco desde RNV con el nombre de Trinchera de Ideas. Apurado, tres tristes trenes pasaron sin espacio para mí ni para montones de cómo yo a esa hora pico. Entonces, de uno de los trenes, bajó del primer vagón, José Manuel en su silla de ruedas autotripulada. A él le falta una pierna pero no voluntades, miradas de alegría ni sonrisas. Él venía de Propatria, al bajarse se acercó a saludarme con su discurso y compromiso de esperanza. De pronto opacó todas las quejas matutinas de quienes se dirigen a sus lugares de hacer algo pero sin muchas ganas.

José Manuel se hizo de pronto referencia encarnada de un pueblo en resistencia, que no se rinde ante nada, que es hijo de Guaicaipuro, de Apacuana, de Bolívar y Zamora: “el imperio quiere que nos cansemos… no debemos perder la batalla”, decía José Manuel al tiempo que reivindicaba el mantener izada la bandera de la esperanza y la confianza de vencer con el legado de Chávez presente.

En pocos minutos hablamos de todo, “Chávez nos despertó… somos un país potencia”, dijo y otros pasajeros empezaron a seguir su discurso de convencido hombre de vanguardia. Yo acababa de releer un discurso del Comandante Hugo Chávez pronunciado el 23 de julio de 2010 en al acto de clausura del tercer Encuentro Sindical Nuestra América, celebrado en Caracas: “Estos momentos que el mundo vive son momentos de tensiones”-decía Chávez-, tensiones que, casi una década después, han aumentado, que se arrecian golpeando económicamente al pueblo venezolano, en una guerra de ataques múltiples y diversos en los que las causas de la mediática desmantelan y matan conciencias.

“Y en América Latina, en el continente americano, no hay duda de que el espacio más caliente, el espacio más tenso que el imperio escogió, para inyectar y seguir inyectando esa tensión, para preparar las condiciones para que aquí se desate un conflicto armado (…) es esta parte Norte de Suramérica, esta región a la que Bolívar miraba y donde Bolívar soñaba que naciera lo que él llamaba la más grande nación del Universo, no precisamente por su extensión y por sus riquezas, sino por su libertad y su gloria, esta inmensa región del Atlántico al Pacífico, que conformamos; este arco geopolítico del Orinoco, del Magdalena, del Caribe atlántico y pacífico, conformado especialmente por estas dos Repúblicas, que nacieron en la misma cuna: Colombia y Venezuela”, indicaba Chávez en aquel contexto en el que había tomado la decisión de romper relaciones con el gobierno del vecino país gobernado por la oligarquía santanderista y servil en el cumplimento de los intereses imperiales por  aplastar la Revolución en Venezuela. Porque aquí –puntualizaba el comandante Chávez- “sabemos está en marcha una Revolución, y ahora mucho más claramente orientada, y construyendo nuestro modelo socialista. Y Colombia, bueno, como ya lo he dicho y lo sabemos, se ha convertido en enclave del imperialismo”.

Son muchos temas y muchos los desafíos… Mientras escribo esta nota es miércoles y nos enteramos en Venezuela de la muerte del camarada inmortal Alí Rodríguez Araque. Recuerdo que lo entrevisté en el 2015 a propósito de los 55 años de la Opep. Alí era un hombre de mucha esperanza, como el inquieto José Manuel que me encontré en el Metro, como Chávez. Por eso uno los percibe en ristre alimentando la esperanza. Y por eso los junto en este Diálogo en la acera en el que sé que caben también muchos otros nombres.

Pero la esperanza revolucionaria me centra ahora en una frase extraída de aquella conversación en la que Alí Rodríguez Araque la puntualizaba en estos términos: la Revolución, como toda revolución, debe recibir constantemente nuevos impulsos y es que los nuevos impulsos los da la conciencia, pero también la esperanza.

Ilustración: Xulio Formoso