Estar, o no estar, o no tener

El animal es inmediatamente uno con su actividad vital. No se distingue de ella. Es ella. El hombre hace de su actividad vital misma objeto de su voluntad y de su conciencia. Tiene actividad vital consciente. No es una determinación con la que el hombre se funda inmediatamente. La actividad vital consciente distingue inmediatamente al hombre de la actividad vital animal. Justamente, y sólo por ello, es él un ser genérico. O, dicho de otra forma, sólo es ser consciente, es decir, sólo es su propia vida objeto para él, porque es un ser genérico. Sólo por ello es su actividad libre. El trabajo enajenado invierte la relación, de manera que el hombre, precisamente por ser un ser consciente hace de su actividad vital, de su esencia, un simple medio para su existencia.
Manuscritos económicos y filosóficos
Carlos Marx

Alguno de los días de esta semana que viajaba en Metro y las estaciones Altamira, Chacao y Chacaíto estuvieron cerradas por cuestiones de orden público, vi cómo el conductor recogía trabajadoras del Metro y las acercaba a otras estaciones.

Me pareció sumamente interesante: en una estación que estaba cerrada al público, esperaba una mujer que se subía al tren por la puerta del conductor y accedía al primer vagón por la puerta auxiliar que sí está dentro del vagón. Así, mediante ese paso físico, ella entraba a ese mundo al que pertenecemos todxs lxs ciudadanxs que tenemos el uso del Metro en las prácticas cotidianas que emprendemos. Y lo mismo ocurría con algunas trabajadoras que se pasaban desde el vagón hasta el recinto del conductor, esperaban el arribo del tren a esa estación cerrada, solitaria y casi sin vida, y por la puerta del conductor, tenían acceso al andén y a la continuidad de sus vidas.

De modo que su decisión y necesidad de trasladarse de un lugar a otro, y la nuestra, así mismo, está medida por la posibilidad física, material, de poder trasladarse. Hay una condición material alcanzable y posible de la cual esa persona depende para que su cotidianidad continúe con cierta normalidad. Y lo mismo nos pasa a todxs: necesitamos la camionetica para no caminar 10 kilómetros (y para calarnos al mamagüebo usurero del conductor y su transporte privado o las colas y los caminos verdes que de unos días para acá deciden tomar para poder cubrir, medianamente, las líneas terrestres que abarca su trayectoria), el Metro, el Metro Bus, un taxi de cuando en cuando, o hasta los carros (quienes los tienen).

Sacar un manojito de llaves de un bolso (que quizá tiene llaveros estrambóticos y son estilo kitsch, o que tienen esa gomita de colores para diferenciar qué llave abre qué, o simplemente las une un arito sencillo de metal) y abrir una puerta o una reja establece una condición material: que hay un lugar a donde llegar, un lugar donde quedarse, una especie de refugio. El hecho cotidiano de sacar del bolso ese manojito de llaves habla de las condiciones materiales que tenemos para sobrellevar nuestras vidas, por diferentes y variadas que sean.

Hay gente que tiene rolo de manojo de llaves, pero entra por una puerta mecánica arrechísima y lx espera un porterx o trabajadxr doméstico; hay gente que va sacando el manojito de llaves al salir del Metro o bajarse de la camionetica; hay gente que llega a una avenida principal, se mete en un callejón, sube un coñazo de escaleras y al enfrentarse a una rejita de metal, saca una solita llave y entra a su casa, o grita ¡Laaauraaaaaaaa, ábreme!; y hay gente que no tiene llave porque no tiene ninguna puerta que abrir.

La tenencia o no tenencia de las llaves es una muestra explícita, una evidencia, de la condición material nuestra, y cómo signa nuestras cotidianidades: desde nuestras movilizaciones hasta nuestras decisiones, y la capacidad de materializarlas o no.

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Lo mismo con las tarjetas de débito: si hay plata en esa cuenta existe entonces la posibilidad de sacar platica del cajero (hacer la cola mardita en días de cobro de quincena, arrecharse porque el cajero se quedó sin plata justo cuando nos tocaba a nosotrxs, o, en plena guarimba, meterse en el Tolón y subir a un piso oscuro pa la puta y ver que unas lucesitas verdes que titilan son lo único que alumbran, y lograr sacar plata pa pagar la camioneta), y por tanto, se establece una condición material que hace posible otras movilizaciones; o, si no hay plata en esa cuenta pues hay un quiebre en las posibilidades materiales y se establece entonces otro devenir.

¿Somos el lugar en el que estamos? ¿Ese espacio nos define? Por ejemplo: usar o no camioneta, usar o no el Metro, usar o no la tarjeta plástica esa, tener o no tener casa. Había mencionado antes, en Transgresorxs, que en ocasiones los espacios que transitamos pudiesen ser ficciones porque el devenir cotidiano implica que nos escondamos en los espacios que habitamos, seamos o no enteramente nosotrxs y trasgredamos o no esos espacios (desde lo pobre, lo negro, lo mujer, lo feo), pero ese transitar está medido en la posibilidad en la que la condición material misma que tenemos al momento permite esos lugares de construcción en los espacios donde hacemos vida.

Entonces, si esa materialización de las posibilidades signa nuestro andar y a su vez define también quienes somos respecto a lo sentipensante (a que nos movemos desde un cuerpo vivo), ¿Cómo la no-posibilidad nos define también? ¿Cómo nos desenvolvemos desde la incapacidad de materializar nuestras necesidades y pulsiones? ¿Cómo, desde el no tener, somos? ¿El tener nos define?

Pareciera que quien más tiene es quien más puede, y está develado así mismo en la lucha de clases y la condición de estratos en la que se insertan nuestras vidas. Hay datos estadísticos que explican cómo según el tener y la posibilidad de tener mejora o no nuestras vidas. Vayan y diviértanse metiéndonse en la página del INE y descarguen los pdfs con esos datos.

Sí, Marx y Lenin siempre tuvieron razón. Materialismo histórico y dialéctico, compas. Movimiento de la materia y construcción de las sociedades asumiendo que lxs seres humanxs son materia en movimiento también. Movilización de la materia es que una mujer espere en Altamira, se monte por la puerta del conductor, se pase al vagón, se baje algunas estaciones después y luego camine a su casa, se desvista, lave platos, haga cena y prepare a lxs chamxs pal colegio al día siguiente.

Tenemos el papel transformador de la actividad práctica nuestra versus la enajenación que devienen esas mismas prácticas. Lenin hablaba sobre el valor de la “actividad revolucionaria práctica” que tenía la capacidad de plantársele a esa enajenación y así mismo construir sociedades con serxs humanxs conscientes, empoderadxs y libres.

Sí, resulta evidente ese poder transformador y más evidente aun que nosotrxs creamos empecinadamente en ese poder creador. Que ellxs sigan haciendo guarimbitas y jodiéndonos las calles, acá nosotrxs vamos ir a trabajar. Pero lo que debemos tener claro es por qué vamos a trabajar (bajo qué constructos, imposiciones y necesidades) y cómo se materializa esa posibilidad.  La enajenación también es naturalizar nuestras movilizaciones físicas ante ese poder creador que tenemos, es no entender por qué tenemos una tarjeta de débito y unas llaves que abren una casa, y no ver cómo nuestro transitar físico se devela y se hace posible sólo cuando esas posibilidades lo permiten.

Los espacios nos definen, nos signan. Pero con nuestras movilizaciones materiales también los signamos a ellos. Con espacios ficcionados o no, tenemos el poder y la fuerza para transformar esos espacios en medio de la sola capacidad de mover un pie, y luego el otro. Pero es un pie consciente, lúcido, activo. Abrir brechas, transformar y transgredir espacios radica precisamente en la consciencia plena de ese poder movilizador.

No naturalicemos los poderes transformadores que tenemos, no naturalicemos tener un manojo de llaves que abren una puerta.

Ilustración: Forastero LPA

Sahili Franco

Nació en Caracas, el 15 de marzo de 1990. Inició su carrera editorial en el Taller de Creación Editorial Agujero Negro, formando parte del equipo de editorxs, correctorxs y productorxs de contenido de esta revista, órgano divulgativo de la Escuela de Artes-UCV. Durante ese período, inició paralelamente y de forma autodidacta estudios sobre la imagen, la gráfica, la fotografía, el cine y el audiovisual. Su producción de contenidos apunta a la comunicación pertinente de historias de vida que hablan respecto a la soberanía de los cuerpos, la alimentaria, la des-mercantilización de la vida y a las contradicciones discursivas y estructurales que enfrentamos como pueblo oprimido, colonizado y en eterna resistencia al mismo tiempo que incluye la necesidad discursiva y coyuntural que nos tocará atacar al momento. Sus canales de participación son el impreso y el web, y sus formatos, video y texto en géneros como la crónica, pequeños cuentos y micros.

Actualmente produce contenidos desde sus pequeñas trincheras de lucha, y trabaja como productora audiovisual freelance.