La idea del poder

Érase un hombre listo al que le dio por pensar

que los hombres se hunden en el agua y se

ahogan simplemente porque se dejan llevar de la

idea de la gravedad…

Carlos Marx

La idea del poder, cuando constituye una negación –en el sentido de la dialéctica- del mismo, es una alienación. Se puede tener y ejercer el poder desde la falsa conciencia, desde la ideología, y mantenerse en el mismo. Es lo que ocurre y ha ocurrido con todas las estructuras del Estado burgués desde su mismo nacimiento, hace unos 500 años.

Marx, quien hizo varias veces la revisión crítica del “pensamiento” burgués como expresión hegemónica, nos conduce a entender la superestructura que surge de las relaciones de producción en explotación capitalista. La ideología alemana, uno de sus textos -que nos legara en trabajo creativo junto a Federico Engels, por los años 1845 y 46- es un texto emblemático para entender la alienación o la ajenización del producto de su productor real, del alejamiento de quien transforma la materia prima para convertirla en bien de uso, pero que se le distancia al hacerla mercancía, al igual que la fuerza de trabajo de quien la crea.

Es imposible que el capitalismo comparta el poder. El poder del explotador es indivisible e imposible de ser democratizado. Sin embargo, el poder del capital crea o disemina la ilusión del “poder compartido” bajo una forma ideologizada del mismo, especialmente a través del Estado y todos sus aparatos, represivos, políticos e ideológicos. Esa falsa conciencia del poder jamás permea al proletariado como clase, que sigue siendo revolucionaria en sí. Sin embargo lo logra entre algunas capas del mismo, especialmente la autodenominada “clase media” y, por supuesto sus pares ladrones en los extremos lumpen de la sociedad dominante.

La idea de poder no es el poder, sino una ideologización del mismo que crea la ilusión de tenerlo o detentarlo, aunque ello sea –en última instancia- una gran mentira. Todo el poder del Estado así lo evidencia, pero -por razones de coyuntura- siento la obligación de referirme específicamente al llamado poder municipal, del ayuntamiento o alcaldías.

Las alcaldías o ayuntamientos, específicamente en la estructura política del Estado venezolano conforman el estamento de poder que está, de manera fáctica, mucho más cerca del ciudadano.  Alcaldes y alcadesas viven en tu mismo barrio, urbanización, comunidad. Disfrutan las virtudes y condiciones favorables de espacios y servicios o padecen las dificultades y limitaciones de los mismos. En tal sentido el poder de esta figura pudiera ser el más parecido al poder popular. Sin embargo, no necesariamente es así y la experiencia demuestra que el ejercicio de ese poder, lejos de acercar, aísla y lejos de ser popular suele hacerse elitista, convertirlos en distantes, privilegiados y aburguesados.

Es que la idea del poder, como expresión de las relaciones de producción dominantes en la sociedad donde aparecen inscritos los gobiernos municipales, es enajenación de la realidad, es alienación de la igualdad que hace de ésta una ilusión reducida a la práctica comicial periódica que arranca a individuos de su contexto hasta convertirlos en reyezuelos y, en muchos casos, hasta enemigos de sus pares de clase, a quienes no le importa dejarlos de lado, siempre y cuando los elegidos puedan preservar su condición como “poder”.

Por esto es que la lucha por el socialismo, por la consecución de la sociedad de las y los iguales, impone empezar a relacionarse de una nueva manera, empezar a reconocerse en el poder de las comunas, en el poder popular organizado, en el poder como verdad de clase proletaria y no como falsa conciencia.

La oportunidad presente es oportuna para reflexionar y problematizar la práctica y el concepto de poder bajo una óptica de clase, a partir del poder de ayuntamiento, municipal, de alcaldesas y alcaldes. Es la hora de abrirnos paso hacia el poder comunal auténtico, al de los comunes e iguales como germen del socialismo, del comunismo, de la sociedad de los comunes, de quienes en comunidad producen, material y espiritualmente, de acuerdo a sus capacidades y consumen en concordancia con sus necesidades.

Ilustración: Xulio Formoso