¿Es el partido “un bate quebrao”?

Lo primero que debe aclararse es que el partido es un sujeto social con definición de clase. Hablamos así, entonces, no de cualquier partido sino del que expresa organizativamente al proletariado como clase. Hablamos del partido comunista y no de cualquier partido liberal burgués que da sustento a las democracias del Estado capitalista.

Lo segundo es que el partido como “objeto dado”, es una cosa acabada, una organización de estructura inconmovible al que se puede entrar y del que se puede salir sin que el mismo se modifique. Algo así como una sala de convenciones, un salón de fiestas o la sede de un club, que siempre estará allí, independientemente de quienes le ocupen en un momento dado.

Por otra parte, es bueno decir de entrada que la categoría “comunista” no es una marca de la cual se apropian unos cuantos burócratas para convertirlo en aparato de dominación, con referencia directa a los represivos o hegemónicos propios al Estado capitalista, concebido para administrar la dominación y el consenso en las relaciones de producción capitalistas. Se es común o comunista por relación a unos fines históricos de clase que orientan al proletariado hacia su propia liberación del yugo explotador del capital.

Es decir, tal como conocemos hasta el presente al “partido comunista” en el mundo entero, con sus virtudes y sus defectos, es imposible imaginar a la organización así denominada como expresión de la lucha de clases conducida dialécticamente por el proletariado hacia su “liberación de las cadenas que le atan” y que son “lo único que tienen por perder” en la aludida confrontación. Eso no hace mejor ni peor a la estructura organizativa conocida como Partido Comunista. A lo que reta, una revisión histórico-crítica  de esa estructura, es a estar vigilantes del cumplimiento de su responsabilidad fundamental de ser conciencia y guía en el seno de las clases trabajadoras que en medio de la “dispersión” y “distracción” que como productores reales tienen, nunca llegarían por sí mismos a definir la revolución comunista a favor de la igualdad en una sociedad donde se produzca según las capacidades de cada quien y se distribuya y consuma según las necesidades de cada quien.

El reto al que nos referimos coloca al Partido como la necesaria fuerza externa que el propio Carlos Marx tuvo en cuenta como contribución al “salto dialéctico” del proletariado como negación o antítesis en el movimiento de los social hacia la “fase superior”, o lo que hemos denominado insistentemente como sociedad de las y los iguales, socialismo y, más tarde, comunismo. Es el “empujón” de conciencia hacia la superación total de la inmediatez y espontaneismo del proletariado en su accionar cotidiano.

Pero no podemos olvidar que en la obra de Marx queda un vacío teórico que ha dado lugar a un debate que, hasta nuestros días, problematiza la relación clase-partido o FuerzasSocialesDominadas-partido, al tiempo que se advierte que allí no está en juego el vínculo de proletariado y partido. Pero, lo que sí queda claro es que –en términos marxistas- no se trata de optar entre organización y espontaneidad o entre partido y clase social, para la guía de la revolución hacia sus fines.

En el sentido de lo indicado, el partido o el papel dirigente del mismo no le da ni debe dar exclusividad a la hora de categorizar o establecer “códigos de comprensión” de las luchas sociales y sus movimientos en cada realidad concreta. Creemos que de lo que se trata es de tener el acierto de ampliar la visión organizativa y entender que son numerosos los organismos y determinaciones a través de los cuales se realiza la aludida labor de codificación y “establecimiento de líneas” para la conducción política de los procesos. En fin, el papel dirigente del partido no puede imponer una monopolización de los saberes que se generan en las luchas sociales y mucho menos imponerlas con absolutismo.

Entonces, respondiendo parcialmente a la respuesta inicial que nos planteamos en este Diálogo, el partido no es “un bate quebrao”. Pero, lo más importante es que debe evitar  convertirse en “bate quebrao” dando la espalda a su militancia, a las beses y al cotidiano aprendizaje que se genera de cada lucha social, por pequeña que ella sea.

Ilustración: Xulio Formoso