¿Sabes qué, DirecTV? A mí no me malandreaste

Sí. Será una reflexión más individual que nunca. Muy particular. Rayando en lo egoísta, lo admito. En primera persona: me siento vencedor. Me siento muy vencedor del imperio. En nada me afectó su jugada con ese monstruo de nombre DirecTV.

Exacto: no lo tuve. Jamás me sentí tentado a averiguar sobre tarifas, condiciones, ni de que está hecho el fulano de-co-di-fi-ca-dor.

De su rectangular control, solo sé subir y bajar el volumen así como seleccionar el número de canales cuando lo manipulé en alguna casa ajena u oficina.

Se marchó como parte de la conspiración contra la siquis de la población, y en mi hogar estamos frescos como una lechuga. Infinitamente frescos seguiremos si se van los demás, porque a ninguno de ellos estamos atados.

Tan egoísta, limitada y ridícula es el motivo de esta crónica, que la redacto empleando instrumentos engendrados por el mismo sujeto enemigo de la operadora de marras. Desde la mismísima computadora hasta el internet para que llegue a ustedes. Lo admito, tanto, como que hoy mismo podría verme obligado a prescindir de ellos toda vez que el patrón es el mismo y que cuando le dé la reverendísima gana también me deja a mí con las manos en los bolsillos. Pero se me es imposible, por ahora, regodearme de esta victoria ante semejante Goliat enredador de destinos.

Su partida, obviamente, durante mucho tiempo estremecerá de molestia enfurecida a una cantidad considerable de compatriotas. No sin razón, sienten la pérdida de un órgano vital. Pero cuando retrograden al año 2016 (por solo mencionar alguno de los capítulos martirizantes paridos por la contrarrevolución) y recuerden que desde entonces hemos logrado vencer los planes de hambre a los que querían someternos, el momento actual apenas será el roce de una hoja en el hombro.

Con la vergataria manera de ser que nos caracteriza, saldrán adelante sin mayores inconvenientes. Anótenlo: saldrán ganando.

Pasará lo mismo como cuando ante la ausencia de harina precocida, la yuca retomó el lugar del que nunca debió ser desplazada.

El momento es oportuno, igualmente, para abrigar la esperanza en los niveles decisorios en materia de plataforma comunicacional. La soberanía en este campo es vital. Ahora más que nunca. Una cosa es que falte pan, y otra es tener (o no tener) un medio para transmitir al pueblo de manera eficaz los medios para hacérselo llegar.

Resulta indispensable evaluar el estatus de lo diseñado en ese andar. Elaborar balances en cuanto a alcances, tropiezos y reimpulsos a aplicar. Debemos prohibirnos estar a merced de nuestros verdugos, en tan espinoso asunto.

Los pasos dados hace años, mucho servirán para resurgir con nítida voz cantante. Es cuestión de proponérselo, en medio de esta vorágine de ataques y asedios. Claro que podemos.

Ah, y si por la primera parte de este escrito me van a mentar la madre, no se preocupen. Háganlo. Las meteré en una caja y junto con mi mentaíta personal, se las mandaré a ustedes saben quién. Aunque sea una movidita de peluquín lograremos.

¡Chávez vive…la lucha sigue!