Veintiocho años de construcción (entre aciertos y errores)

Es comprensible, y muy lógico, que la angustia –y hasta la molestia– turbe nuestras vidas cuando decisiones y proyectos diseñados al más alto nivel del poder político en nuestro país, no evidencian en lo inmediato la utilidad anunciada a través de diversos medios. El sentimiento de ¿frustración? adquiere mayores tonalidades de arr…era cuando los avisos efectuados, están orientados a la resolución de inconvenientes que afectan nuestras vidas en todos los órdenes.

La situación, como hemos comprobado, vivido y padecido, es aprovechada por la propaganda (muy bien armada) impulsada, desde una contrarrevolución experta en valerse de la lentitud de los frutos de nuestras iniciativas, para imprimir decepción, desesperanza y desasosiego entre las filas aliadas a la corriente bolivariana.

Ahora, ¿a qué obedece esa “lentitud” en algunas iniciativas surgidas en nuestro campo?

No dejaremos de lado la cuota que pueda existir (seguramente existe), de negligencia que deba adjudicarse a funcionarios y funcionarias con la misión de “poner en carrera” determinadas variantes a favor del pueblo. En su ocasión, el mismísimo presidente Nicolás Maduro llamó a una cruzada contra la indolencia y el minimalismo dentro de nuestras instituciones. Más recientemente, la semana pasada, en par de ocasiones fue públicamente drástico al reclamar que algunas de sus órdenes no han sido acatadas como debió haber ocurrido.

Pero, y es importante acotar este otro aspecto, necesario también es entender que la lentitud antes referida, asimismo tiene su génesis en un vértice que no debemos descuidar: ¡Estamos innovando! Y lo hacemos –además–, obligados y obligadas no exclusivamente porque apostamos a un cambio de paradigma que enfrente al consumismo enfermizo que históricamente se nos impuso, sino en medio de una situación de ataques nacidos en la cantera imperialista de nuestros tiempos, destinados a propiciar el fracaso de nuestra definitiva determinación independentista. Algo así como que, a quien va pariendo por una cuesta, le montan dos sacos de cemento sobre los hombros e igualito debe llegar a la cúspide, a pesar de esos nuevos 85 kilogramos encima.

Resulta entonces obvio que ciertas disposiciones (ojo: solo ciertas algunas), sobre todo en su despegue, adolezcan de la celeridad que nos gustaría y que efectivamente anhelamos para precisar la solución esperada frente a numerosas calamidades.

¿A qué viene toda esta reflexión? A que hoy es 4 de febrero; a que un día como hoy –hace 28 años–, Hugo Chávez se hizo pueblo después de haber asumido (como nadie hizo antes durante la Cuarta República), la responsabilidad de un movimiento que estremeció los pilares sobre los cuales descansaba un régimen que permanentemente favorecía a quienes secularmente fueron los amos del poder.

A partir de ese día de 1992, iniciamos el sendero de sueños por decisiones propias, diferentes y construidas (léase bien: construidas) por nosotras y nosotros mismos, soberana conducta que nos ha costado no solo la despiadada embestida ya señalada, sino –la ya también referida–, incomprensión de compatriotas martirizados por este indeseable y repudiable factor injerencista.

Veintiocho años después de aquel “Por ahora”, reivindicamos su aparición y el derecho al error típico de construcciones propias. Criticamos, sin merodeos de naturaleza alguna, el aprovechamiento que pueda emerger de parte de mercaderes que no tienen paz con la miseria, así como el “desgano” que pueda reinar entre algunos y algunas al momento de dar las respuestas esperadas por el colectivo. Sepan ellos y ellas, que así como sucederá con las y los leales, la historia les pasará factura en su debida oportunidad.

Hoy más que nunca:

¡Chávez vive… la lucha sigue!