Votar y vencer es la opción de conciencia

Las democracias se construyen con conciencia de clase, con conciencia de pueblo, con conciencia ciudadana.

No estamos hablando exactamente de la misma conciencia cuando la denominamos con tres «apellidos» diferentes. Pero sí estamos hablando de ella como movimiento de apropiación de una realidad que podemos hasta llegar a conceptuar, entendiendo que se trata de un todo uno y múltiple.

Desde el punto de vista social y de cara a la productividad como «motor» de la economía y de las relaciones entre sus individuos, el nivel más alto de conciencia en el capitalismo es el que genera el trabajo. Nos referimos aquí a la conciencia proletaria como guía transformadora imprescindible en la construcción de la sociedad de las y los iguales, de la sociedad sin clases, sin divisiones.

La conciencia de pueblo no está referida exclusivamente a la productividad. Es más bien una conciencia del espíritu, del corazón, de lo cultural, de la creatividad y la esencia patrimonial. El pueblo es mucho más que proletarios en la tarea de generar bienes de consumo, aunque de algún modo constituye una totalidad.

La conciencia ciudadana tiene que ver con el Estado y con la organización para la convivencia, en un sentido más heterogéneo. El burgués y el proletario pudieran coincidir en conciencia ciudadana aún profundizando al máximo la lucha de clases y manteniéndose irreconciliables, que es como en realidad ocurre en el camino de construcción del socialismo o de la igualdad social comunista.

La conciencia, con los tres «apellidos» con los que la hemos diferenciado, requiere para su expresión de la democracia.

Hoy, hablar de la democracia podría nostalgiarnos a los griegos, pasearnos por la Revolución Francesa, por el significado de la República,referirnos a su carácter liberal y detenernos en el bodrio imperialista que atribuye a los EEUU el asiento de la más «perfecta» democracia en el presente. E incluir, por supuesto nos toca a nosotros como revolucionari@s, el concepto de democracia clasista, popular y ciudadana, en la totalidad que alude a Estados de nuevo tipo que pugnan por acabar con las sociedades clasistas y, en particular, con el capitalismo como estadio paroxístico dentro de las sociedades divididas en clases hasta el presente histórico.

Si tomamos la experiencia asumida por el pueblo Boliviano, el pasado domingo 18 de octubre, como una abstracción para convertirla en saber, celebramos su victoria democrática como un alto nivel de conciencia ciudadana, de pueblo y hasta de clase proletaria.

A este momento que retoma el pueblo Boliviano como parte de su ser político, ciudadano, se le conoce como momento democrático. No es exclusivo de ese país o Estado Plurinacional que da sus propios pasos en la construcción de un mundo mejor, quizás parecido al de sus ancestros pueblos Aymara y Quetchua, mayoritariamente. Es, como momento, incuantificable, es irreductible a la lógica de la matemática o a las partes de «tiempo», a lo normado para la simplificación de un mundo reducido a la uni o bipolaridad, a lo tridimensional, y al  que se quiere perpetuar así para el dominio de una cúpula de amos que quizás cada año se sigan reuniendo en Bilderberg para decidir lo que debemos ser en función de su sus beneficios y acumulación de capital.

Cuando, desde el título de este artículo, hablamos de votar como insinuación de acción revolucionaria en el presente, lo hacemos llamando la atención sobre la conciencia como saber que no es resultado de una escolarización sino el descubrimiento del ser en movimiento dialéctico por recuperar la igualdad de los contrarios superando el carácter social de opuestos que -hace unos cuantos siglos- han impuesto los dominadores.

Por esta vía reflexiva que compromete nuestra conciencia en la liberación de la humanidad, o por el camino más expedito que a usted también lo aproxime a la justicia e igualdad, el ahora histórico, en Bolivia, en Venezuela, en Nuestramérica, nos invita a votar. Yo lo haré, en mi país, el próximo 6 de diciembre. Elegiremos nuestro Parlamento y reforzaremos nuestro Estado revolucionario.

Ilustración: Xulio Formoso