¡Feliz consumismo y prósperas deudas nuevas!

Llegó diciembre, pagaron las utilidades. “Llovió en la cabecera” acostumbra decir El Bachaco Hebert Colina, cuando depositaban la quincena y veía recargada su cuenta bancaria.

Su alegría es la de muchos, que esperaran la platica de las utilidades para poder acondicionar la casa y pasar bien apertrechados las fiestas decembrinas.

Si usted visita el centro de su ciudad, dónde seguramente se apelotonan en tiendas de baratijas: chinos, árabes, italianos, portugueses y criollos; verá lo mismo que si se mete en un centro comercial: colas… interminables colas para comprar celulares de última generación, tabletas, computadores, televisores pantalla plana, neveras y vainas así que no tienen nada que ver con festejar la navidad.

Consume que algo queda

Una aproximación bastante certera la apunta Franco Vielma en un artículo titulado: El Homo decembrinus venezolanus(1). Dice así:

“Imbuidos en nuestra cultura socioeconómica dependiente de la renta, hecha versión criolla del sueño de consumo americano, el venezolano asume que «navidades felices» es salir a gastar real en una euforia de aguinaldos y carajos vestidos de San Nicolás a las 4 de la tarde con un calor que mata, parados frente a una tienda de electrodomésticos en Guanare(…) Mientras usted lee esto, hay carpas rodeando cada sucursal de Daka en el país casi reproduciendo las escenas del Black Friday gringo, en las que las ofertas enloquecen al público consumidor llevándolo al desenfreno de estampidas y riñas colectivas por aparatos de electrónica y ropa. Acá el camping de Daka es por los «precios justos» de la «economía socialista»; en Estados Unidos llaman a tal comportamiento de manada un «éxito en ventas» propio de una sociedad «felizmente capitalista».

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Sobre las compras desenfrenadas dimos cuenta en esta página, cuando les contamos las enormes colas en el centro comercial Sambil de Caracas para comprar ropa de invierno de la tienda Zara, en el veraniego mes de junio y en estas orillas del caribe mar. O como llegadas las utilidades se repitieron las mismas colas.

Como el Pony Express

En el esplendor de los spaghetti western, muchos de esos filmes nos contaron que el Pony Express o servicio de correos a caballo, llevaba la correspondencia a lo largo de praderas, planicies, desiertos y montañas. Nunca faltó el comentario oportuno que exaltaba este servicio diciendo que ni el sol, ni la lluvia, ni los salvajes pieles rojas… Nada puede detenerlo.

Lo mismo pasa en Venezuela cuando pagan las utilidades. Ni el sol, ni la lluvia, ni los vende cupos de las colas, ni los gestores, ni los tombos de centro comercial… ¡Nada! Logra convencer a los consumidores de lo contrario.

Acá, da la impresión de que no valen Paros Activos, ni Sabotajes Petroleros, ni titulares que santifican “la mayor crisis de la historia”; o Sanciones del senado gringo… las colas en los Centros Comerciales no comen cuento.

¿Por qué lo hacemos?

En medio de la guerra económica, hacemos cola para adquirir café, azúcar, pañales, desodorante, leche y otros productos que desaparecieron de los anaqueles.

Pero cuando uno ve televisión siguen apareciendo los anuncios de café, azúcar, pañales, desodorante, leche y esos otros productos que desaparecieron convenientemente de los anaqueles.

El doctor Erick Rodríguez, que es especialista en comportamiento humano, nos recuerda que “la publicidad construye ilusiones. Las publicidades de los productos que no encontramos siguen en las pantallas y le generan a las personas la idea de que eso estará en los anaqueles, pero no están y eso crea una contradicción en los consumidores”.

Aclara Rodríguez: “Todos (la mayoría) somos consumidores o prosumidores. Pero hay una minoría que es consumista que su conducta está determinada por patrones, estereotipos y arquetipos. El consumista fetichiza lo que consume”.

Los consumistas se tragan todo el cuento de la publicidad que asegura que si no comes tal cosa o no tienes tal producto, no eres o no llegarás a ser tal o cual. Los consumistas buscan reconocimiento, estatus. Se mueven por emociones y no de forma racional.

¿Cómo compramos tanto con semejante “crisis”?

El doctor Erick Rodríguez mete el dedo en la llaga y apunta hacia la publicidad como punta de lanza para generar el consumismo en medio de la guerra económica que enfrenta el país.

“Detrás de eso hay un juego de negocio del miedo como un arma para paralizar, disociar, para que las personas no piensen y pierdan la racionalidad. El miedo implica supervivencia. Genera una sensación de urgencia y no somete a un estado de exceso de tensión”.

El hiperconsumismo… lleva a la persona a tres estados diferentes:

Neurosis de la angustia: una persona que compra por sí acaso.

Neurosis fóbica: cuando la persona compra aquello que lo protege ante lo que le genera miedo. (Compro Acetaminofén, por sí lo necesito)

Neurosis histérica: prevalece en la mayoría hiperconsumista. La persona llena, por ejemplo, un closet con harina de maíz, la compra sin necesidad y se convierte en un acaparador doméstico, uno con límites insostenibles.

La gente que se mata en las colas para comprar artículos o productos que no son necesarios lo hacen movidos por una “distorsión cognitiva sobre el modo de percibir la realidad”, asegura el doctor Rodríguez. “Si no tenemos una ofensiva mediática que señale qué, o quienes están generado esa sensación, seguiremos enfrentando una especie de terror timia”.

Un recuerdo

La compradera no es un comportamiento nuevo. Veamos este ejemplo de nuestra capacidad de saciar las falencias del mercado:

Caso Sabotaje Petrolero:

-La tónica de la tecnocracia petrolera era que NO había navidades (aunque ellos se fueron para Aruba).

-Ramón Guillermo Aveledo, presidente entonces de la liga de béisbol, suspendió los juegos.

-Los comerciantes del Este acomodado de Caracas se hicieron el haraquiri cerrando en plena época de mayor circulación de dinero.

-Polar escondió sus productos para obligar la renuncia del Tirano.

-Aún así: compramos, comimos hallaca y pan de jamón.

-Apareció, como por arte de magia, la cerveza colombiana Águila.

-La sangría sustituyó al güíski y como en las épocas de estudiantes volvió a la popularidad el anís.

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Bien sea que los medios de comunicación anuncien crisis, caos, conmoción o remate por liquidación, existe un segmento de la población que, minada por la publicidad, será capaz de sacarle los ojos al vecino con tal de comprar el «último grito de la moda».

DesdeLaPlaza / Ernesto J. Navarro

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1.-http://misionverdad.com/columnistas/el-homo-decembrinus-venezolanus