Fidel, un hombre hecho pueblo

Nada iba a detener el ímpetu de la Revolución Cubana. Ni la dictadura de Fulgencio Batista, que gracias al Pentágono estaba armada hasta los dientes, ni los traidores internos en la lucha guerrillera, ni el bloqueo económico impuesto en 1962 a la isla caribeña, ni la caída de la Unión Soviética – incluso- ni los 638 intentos de asesinatos contra la humanidad de Fidel Castro que hasta el año 2007 contabilizaron los servicios de Seguridad del Estado. A pesar de los oscuros pronósticos (como el de Francis Fukuyama, quien aseguraba que la historia había llegado a su fin) la Revolución Cubana- socialista porque su rumbo así se lo indicó- sigue en pie y Fidel, uno de los grades líderes que parió el perturbado siglo XX, arriba a sus 88 años.

Nació en la provincia de Holguín el 13 de agosto de 1926. Hijo de la campesina Lina Ruz González y el terrateniente, de origen gallego, Ángel Castro Argiz. Desde muy joven, se vio influenciado por las ideas revolucionarias, patriotas y antiimperialistas de José Martí y Julio Antonio Mella. El primero asesinado por los colonizadores españoles y el segundo por la dictadura de Gerardo Machado. Se hizo abogado en la Universidad de La Habana, desde dónde comenzó a organizar los primeros focos revolucionarios que años más tarde darían al traste con los siglos de miseria que aquejaban a su país.

A los 27, en plena flor de su juventud- cuándo hubiese podido nada más que dedicarse a los placeres de la vida, por ejemplo, leer libros bajo la sombra de un árbol o ir al cine, los viernes por las noches, con los amigos- Fidel participa en los asaltos del cuartel Moncada, en Santiago de Cuba, y el cuartel Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo. El fracaso de estas acciones le cuesta la cárcel. Pero Fidel, destacado ya por su carácter aguerrido y su pensamiento agudo, no se rinde ni un instante, lucha -diríamos popularmente cómo gato boca arriba-. Asume su autodefensa ante el tribunal que lo juzgó y pronuncia su famoso alegato La Historia me absolverá el 16 de octubre de 1953. Alegato, valga recordar, que luego se convertiría en un libro.

En La Historia me absolverá Fidel Castro describe, de un modo audaz y sobre todo conmovedor, el concepto que tiene de pueblo: Nosotros llamamos pueblo si de lucha se trata– dijo- a los 600 mil cubanos que están sin trabajo deseando ganarse el pan honradamente sin tener que emigrar de su patria en busca de sustento; a los quinientos mil obreros del campo que habitan en los bohíos miserables, que trabajan cuatro meses al año y pasan hambre el resto compartiendo con sus hijos la miseria (…) a los cuatrocientos mil obreros industriales y braceros cuyos retiros, todos, están desfalcados, cuyas conquistas les están arrebatando, cuyas viviendas son las infernales habitaciones de las cuarterías, cuyos salarios pasan de las manos del patrón a las del garrotero (..)

En 1955, llega exiliado a México; país dónde organiza la insurrección armada. Viaja a EEUU dónde se reúne con organizaciones progresistas a fin de conseguir apoyo político y económico para la lucha revolucionaria. En la madrugada del 25 de noviembre de 1956, Fidel zarpa en el yate Granma desde el río Tuxpan, con solo 82 combatientes abordo, entre los que se encontraban Ernesto Che Guevara, Camilo Cienfuegos y su hermano Raúl (actual Presidente de Cuba) desembarcando el 2 de diciembre de 1956, en Las Coloradas, costa sur occidental de la antigua provincia de Oriente.

Tres años después, el 1 de enero de 1959, tras haber vencido la dictadura, Fidel y sus combatientes, entran triunfantes a la ciudad de La Habana en la llamada Caravana de La Libertad, mientras Batista huye a República Dominicana. Desde entonces una sociedad cubana menos desigual nace: las tierras son devueltas a los campesinos, se crea la campaña de alfabetización. La salud y la educación- en todos sus niveles- son de carácter gratuito, y cómo si fuera poco, se fundan las misiones internacionalistas que brindarían ayuda, a pueblos hermanos como Nicaragua, El Congo, Angola y Corea.

Ya lo dijimos, nada detendría la Revolución Cubana. El imperio del Norte ha utilizado, a lo largo de 55 años, incontables mercenarios para acabar con ella. El primer intento fue la invasión por Bahía de Cochinos en 1961. Intento en que el fracasaron a pesar de sus potentes armas y en el que Fidel personalmente dirigiera la contraofensiva.

Uno de los dolores más crueles que los cubanos han tenido que soportar ha sido el ataque terrorista, en pleno vuelo, al avión CU455 de Cubana de Aviación, que se dirigía desde la isla de Barbados a la de Jamaica transportando 73 personas (entre ellos 24 atletas de esgrima) el 6 de octubre de 1976. Ante este terrible e inolvidable hecho Fidel expresó: No podemos decir que el dolor se comparte, el dolor de multiplica. Millones de cubanos lloramos hoy juntos a los seres queridos de las víctimas del abominable crimen. Cuando un pueblo enérgico y viril llora la injusticia tiembla.

Por problemas de salud, el 31 de julio de 2006, el líder la Revolución Cubana informó que hacía entrega temporal de sus responsabilidades, y más adelante, por el constante padecimiento de su enfermedad, dio por definitivo su retiro, asumiendo su cargo el primer vicepresidente, Raúl Castro. Sin embargo, no cedió en su postura de estadista, visionario y líder.

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Aún con 88 años a cuestas sigue escribiendo y analizando los sucesos políticos no solo de Cuba sino del mundo entero. Entre sus grandes amigos tuvo al Comandante Hugo Chávez con quien compartió el sueño de seguir construyendo el socialismo y una América unida, potente, ‘nuestra’, así como Bolívar y Martí, esos dos grandes héroes del continente, también lo soñaban.

En el texto denominado El Fidel Castro que yo conozco, Gabriel García Márquez cuenta que le preguntó qué era lo que más quería hacer en este mundo, a lo que respondió: pararme en una esquina. ¿En cuál esquina Fidel quería pararse? En realidad- seamos honestos- Fidel no quería. No quiere parar. No puede parar. Ni en ninguna esquina, ni en ningún lado. La historia no se lo permitirá.

Desde La Plaza/MCM