Venezolana en Nueva York preside una de las agencias publicitarias más importantes del mundo

Es la primera vez que la multinacional de publicidad y comunicaciones Saatchi & Saatchi designa a una mujer como presidenta de su oficina en Nueva York. Y resulta que no solo es mujer, sino que además es venezolana. Su nombre: Andrea Díquez y aunque suma 20 años trabajando en la agencia -con más de 130 oficinas distribuidas en 70 países- no suelta ni el acento caraqueñísimo, ni la chispa caribeña, ni renuncia a salpicar la conversa telefónica con “chama”, “chévere¨ o “vaina”.

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Llegó a Nueva York apenas terminar la carrera que estudió en la Universidad Católica Andrés Bello. En mayo de 1995 ya estaba trabajando en la agencia, famosa, entre otras campañas, por catapultar la imagen de Magaret Thatcher en el Reino Unido.

Ha viajado por todo el mundo. Después del anuncio de su designación, que se filtró días antes de que se hiciera formal, preparaba sus maletas para ir a Inglaterra y luego a China. Lleva la cuenta de Olay y le toca visitar al gigante asiático con regularidad. La ruta también incluye Tailandia, Singapur y Corea.

-¿Ser venezolana le ha servido para desenvolverse en un mundo tan competitivo?

Claro, si los venezolanos lo que hacemos es echarle bolas todo el tiempo. Me ha ayudado porque tenemos una cultura de calle que la gente no tiene aquí. Una viveza, una rapidez mental impresionante. Por ejemplo, en las universidades de Estados Unidos te dan muchísima información, una cantidad impresionante. En Venezuela, tú vas a que un profesor te raspe y para pasar tienes que ser más pilas que él. Y por supuesto está el humor. Aquí, yo soy lo más divertido que hay. Soy la más informal, me río todo el día. Cuando la cosa se pone negra, inmediatamente sale un chiste y así la gente trabaja mejor.

-¿Viaja a Venezuela con frecuencia?

La verdad me encantaría llevar a mis amigos a Los Roques, a Canaima, pero esa responsabilidad no me la tiro. Aunque también es cierto que cuando llegas, se te olvida todo eso. Yo me paso una hora en mi país y me siento como si nunca me hubiese ido. Venezuela me hace mucha falta.

-Es la primera mujer que llega a ese puesto. ¿El mundo de la publicidad es machista?

En la publicidad, los jefes máximos suelen ser casi todos hombres; aunque creo que eso está cambiando. Hace diez años sí era más marcado, pero ahora no se puede generalizar. En esta agencia hay muchas mujeres; de hecho, creo que somos mayoría.

-Para hacer una campaña global, tienen que echar mano al lenguaje común del ser humano: el de la emocionalidad. Saatchi & Saatchi se ha especializado en eso.

Lo que hay son unos genios en el arte de contar historias. Y sí, muchas son emocionales. Trabajamos con el conocimiento interno (insight). Incluso creamos la cultura de love-marks; es decir, las marcas son buenas cuando tienen respeto y amor. Lealtad y amor.

-¿Trabajan con psicólogos?

Tenemos planificación estratégica. Conocer al consumidor mejor que nadie. Nosotros no hacemos focus groups normales. Si quieres saber cómo caza un león no te vas a un zoológico. Es decir, vamos hacia donde está la gente. Por ejemplo, una vez nos fuimos una semana a Topica, Kansas, y acompañamos a las mujeres para ver cómo era su día a día. También lo hicimos en Venezuela para una campaña de Ariel. Nos metimos en Petare, y todo el grupo estaba encantado. De todos los países que visitamos haciendo lo mismo, el que más les gustó fue Venezuela. Gozamos.

-¿Piensa implementar algunos cambios?

Junto a Brent Smart (Oficial Ejecutivo en Jefe de la oficina de Nueva York) estaré encargada del día a día, de las operaciones internas y externas; mientras que él se encarga de los nuevos negocios. Además, voy a seguir llevando la cuenta de Olay.

-¿Cuántas horas le dura el día?

Las mujeres sabemos hacer eso y más. Quizás hay días en que estoy más ocupada, otros menos. No estoy casada ni tengo hijos. Hay dos o tres días a la semana que tengo que hablar con China y me levanto temprano por el cambio horario. Puedo hacer llamadas desde la casa y luego estar en la oficina hasta las nueve de la noche. A veces salgo a cenar, pero a las once igual me clavo en el teléfono. Ahora, de repente, me voy de jueves a domingo a Costa Rica a jugar canasta con unas amigas.

-Trata de balancear.

Nunca me divertí tanto como cuando me tocaba trabajar en Latinoamérica. Los dos años que pasé en México fueron de los mejores en mi vida. Al principio no estaba muy entusiasmada, si vivía en Latinoamérica quería que fuera en Venezuela. Pero el calor humano en esa vaina es increíble. Aquí (en Estados Unidos) es cero emocional: allá te ríes mucho, y aunque puede ser un poco más lento, las cosas salen igual. Siempre le digo a mis equipos: mira viejito, todo va a salir. La otra cosa es que toda la gente que trabaja conmigo, de la nacionalidad que sea, dicen “¡qué bolas!”. Nos reímos y trabajamos mucho. En mi oficina, mandé a poner un lugar que se llama “El bar”.

-¿Hay algún mercado que le impresione, que le parezca especialmente llamativo ahora?

En la experiencia de productos de belleza, en lo que llevo dos años, me impresiona Corea. Todo viene de allá, son unos imperios. Los adelantos más increíbles, que apenas llegan a estos mercados, en esos lares tienen tiempo. Por ejemplo, una base que se llama “cushion” que es una mezcla de polvo y líquido con una esponjita. Es buenísimo.

-¿Algún otro producto que recuerde con especial cariño?

Tide, el detergente, es mi love-mark. También me encantó Ariel. Me gusta trabajar con cosas que la gente utiliza en su día a día. Desde 2003 hasta 2011 ganamos diez leones en el Festival de Cannes de publicidad.

-¿Cuál diría que es el secreto del éxito? O quizás ¿algún consejo para quienes quisieran seguir sus pasos? Especialmente para los venezolanos…

La gente que le echa pierna, llega. Es muy fácil cansarse, pero si cada vez que te ponen un reto enfrente lo atacas como una oportunidad y lo ves distinto, llegas seguro. En Venezuela hay mucha gente echándole, luchando por un cambio, así que en algún momento va a pasar. Lo que nunca pueden es rendirse.

DesdeLaPlaza.com/Tomado de efectococuyo/ Autor: Laura Wefer  Cifuentes