Ex-Cuaima

Conversaba en estos días con una amiga y le contaba cómo, gracias a una gran desilusión amorosa (con cachos incorporados) y por su puesto a la infalible medicina sistémica, dejé de ser una mujer preocupada y me convertí en una ex-cuaima.

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Revelación

Por años me sentí orgullosa de mi condición cuaimil, de cómo podía cambiar de piel y enrrollarme en el tronco al mismo tiempo y rompiendo récords. Tenía todo un sistema muy profesional de stalkeo, aprovechándome de las bondades de las nuevas tecnologías desarrolladas para las redes sociales, que utilizaba con mucha destreza para averiguarle la vida a quien le tocará ser objeto de observación.

Comparaba fechas y horas exactas de publicaciones y las prorrateaba con las de otros individuos, para sacar conclusiones con un margen de error mínimo. Podía llegar a identificar menciones entrelíneas, o tuits dirigidos sin mención alguna, era experta en atajar puntas e indirectas. Había descifrado códigos, sobrenombres y alias creados con la intención de confundir. Nada se me escapaba. Estaba lista para concursar por un puesto en el CICPC, FBI, KGB, CIA o en el G2 cubano.

Todo ese arsenal de estrategias y trucos, se fueron a la mierda cuando (a pesar de no haber fallado en mi conclusión y de haber arrojado un diagnóstico preciso y detallado con respecto a un personaje en estudio), mis objetivos no fueron alcanzados en la ciudad capital pues me tumbaron al jevo, tal y como lo había vaticinado y me quedé con todo el teatro de operaciones montado, pero bien frío y viendo pa’ los lados. La cuaima piña mapanare había sido decapitada. Había fracasado como vípera, ahí fue cuando decidí quitarme ese rol de encima y unirme a la legión de los X-men y convertirme en X-Cuaima.

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Concepto

Si bien las mujeres, en especial las latinas, hemos desarrollado ese sexto sentido (que no tiene nada que ver con Bruce Willis y el carajito que ve gente muerta), está comprobado que no importa cuántas técnicas se apliquen para amarrar a una pareja a tu lado. No hay barriga que valga, no hay fórmula matemática infalible para poder evitar el ser traicionado en el amor. No es necesario que le pidas revisar su teléfono celular como muestra de transparencia o amor verdadero, los mensajes se borran, al igual que las sonrisas cuando encuentras lo que tanto buscaste, un nombre, un mensaje, una llamada que quiebra toda moral y credibilidad.

Haciendo una retrospectiva de mis relaciones amorosas, estoy convencida, de que si hubiese invertido la mitad de las energías en nutrir mi estabilidad emocional con confianza y afecto, en vez de mantener mi estandarte de cuaima firme, me hubiese ahorrado muchos desencuentros. Pero a lo hecho, pecho, pa’ lante marik. Entendí, aunque algo tarde, que si existe una desconfianza así sea mínima, inevitablemente algo no está bien y se encienden las alarmas, aparecen taconeando las inseguridades, entonces nos blindamos con escudos y los disfrazamos de celos o armamos el chou perfecto con escenitas de novela, llanto y batuqueada de pelo incluída.

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Masoquistas

Los extremos son malos, sean cuales sean. La celopatía es grave y tiene terribles consecuencias, pero por otro lado, están las personas que confían demasiado, los ciegos, los que dan por sentado que su relación es estable y que nada la puede perturbar. Ah pero también aparecen los que tienen un doble discurso y mientras reprochan a su pareja que les averigua cada paso que dan y pretenden controlar sus acciones, también exigen atención y se quejan porque no las celan de nadie, así y la vaina sea boleta. Les gusta que su pareja las cele, porque tienen la fantasía de que los celos son sinónimo de interés y no de inseguridad.

Vamos a ponernos de acuerdo, debe haber un equilibrio y tratar de encontrar ese balance entre celos y confianza automática. No se puede celar al tipo de cualquiera y desconfiar de todas las mujeres que le rodeen. Tampoco se trata de usar una careta, para atrapar al incauto al que tú misma, cual anuncio publicitario y comercial de LlameYa, te le vendiste como «La mujer del futuro»: decente, alegre, despreocupada, carga la gavera de cervezas con una mano, le gusta el fútbol, baila rico y además “dice” que no es celosa, para que al final te conviertas con una mutación tipo Gremlings en una aberración nacida de juntar a Munra el inmortal con Úrsula la de la sirenita, justo cuando sientes amenazado tu noviazgo o arrejunte.

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Reflexionemos

En el momento en el que le abrimos la puerta a la duda, la reacción en cadena es desastrosa y más cuando existen agentes externos que le echan leña (casquillo) al fuego, un regimiento de amigas, primas, vecinas y demás representantes del género, que desbordan toda su creatividad (que a veces raya en lo psicópata) para crear escenarios dignos de guiones laureados por la academia.

Podemos ser todo lo jodida que quieran, yo pertenecí al Frente Nacional de Q-aimas, no me dio chance de sacarme el carnet. Pero lo cierto es que puede que tengas algo de éxito en tu campaña “apodera marido”, lo triste es que debemos lidiar con los apegos, tarde o temprano en algún momento de nuestras vidas, es la ley. Si nos empeñamos en mantener una relación en la que no podemos disfrutar de esa persona sin miedos, sin tanto estrés, entonces no seremos felices como individuos y por tanto no seremos capaces de brindar felicidad ni tranquilidad ni confianza a otros, que al final es lo único que realmente importa.

Terminaré este artículo como cuando uno comienza en algún grupo de apoyo:

Hola, me llamo Victoria, hasta hoy gracias a un gran esfuerzo no he tenido más recaídas, ha sido rudo pero en los últimos meses me sabido controlar y todavía puedo decir que ya no soy cuaima.

Público: ¡HOLA VICTORIA! (Aplausos y algarabía)

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Victoria Torres

Periodista, melodramática y brontofóbica. Contra todo pronóstico, fiel creyente de la amistad y de que un mundo mejor es posible. Responsable y dueña de lo que escribo y sueño, que ahora comparto con aquellos que están tan locos como yo.