Tony Blair: maniático misionero millonario

A fines de este mes, Tony Blair dimitirá como alto enviado internacional para la paz en Oriente Próximo, cargo al que accedió en 2007 con no mucha más credibilidad que un bombero con tendencias pirómanas.

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Cuatro años antes, durante su década como primer ministro británico, se había lanzado con fervor cristiano a la ruinosa cruzada en Irak. Tras sus ocho años como misionero de la paz en Oriente Próximo —en representación de Naciones Unidas, la Unión Europea, Estados Unidos y Rusia— el único beneficiado ha sido él. La región es un infierno pero Blair, gracias a los contactos comerciales que forjó con los emires y jeques del Golfo mientras fracasaba en sus intentos de forjar la paz, es hoy un multimillonario.

Un ser extraño, Tony Blair; un personaje con una visión de sí mismo esquizofrénicamente opuesta a la que el público tiene de él, especialmente en su país donde una vez fue un ídolo —ganó las elecciones de 1997 con una mayoría sin precedentes para su Partido Laborista— y hoy es objeto de burla, desprecio o indignación.

George W. Bush, correligionario de Blair en la aventura militar iraquí, dejó la presidencia de Estados Unidos y desapareció. Se limita hoy a pintar cuadros en su rancho tejano. Blair, en cambio, es el exmandatario británico más activo de la historia. Lejos de esconderse del mundo, o de sentir vergüenza y contrición, se apuntó felizmente a la tarea de devolver la estabilidad donde antes había sembrado el caos, y sin nunca renunciar a la convicción de que la guerra iraquí había sido plenamente justificada.

DesdeLaPlaza.com/El País.es/AMH

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