Los niños eran el pilar para las historias de José Castillo

A los 94 años de edad falleció el realizador cinematográfico José Castillo «Castillito como era conocido cariñosamente. A continuación les dejamos la entrevista que le realizamos hace un año.


El hogar de José Enrique Castillo fue el lugar propicio para la reunión. Apenas llegamos “Castillito”, como popularmente se le conoce, nos abrió la puerta y nos recibió con la amabilidad y humildad que lo caracteriza.

Nació el 31 de julio de 1922. A sus 93 años de edad sueña y considera que no hay imposibles, pues sus ideas, emociones y recuerdos se esconden entre la gran cantidad de libros, hojas y cajas que inundan cada espacio de su residencia, ubicada en el Bloque 29 de la parroquia 23 de Enero.

Apoyándose de su bastón, camina hacia su silla de mimbre, se sienta y comienza a contarnos cómo terminó inmerso en el amplio y mágico mundo del cine. Para la década de 1930 la inquietud de José Castillo por la animación comenzaba a ser parte de su vida.

Pese a ser un patrimonio viviente de nuestro país y del mundo, José Castillo considera que es un hombre pobre: “No me puedo comprar una cámara de cine, no me puedo comprar los acetatos. Yo he hecho películas con acetatos que me han regalado y con eso he ganado premios en festivales internacionales”.

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José Castillo, pionero del cine animado en Venezuela

La magia comienza a crecer

En el Cine Ayacucho –cuenta Castillito- había dos funciones: una en la mañana y otra en la tarde; allí pasaban películas de dibujos animados, que para la época, eran en blanco y negro, “y se llenaba el cine de niños que querían verlas”.

“Bueno, en la función matinal, a las 11:00 de la mañana, los primeros 100 niños que llegaran, entraban gratis, y como la sala era para doscientas personas, los otros tenían que pagarla”.

Recuerda lúcidamente que un domingo el cine estaba lleno de muchachos “empujándonos unos a los otros” para entrar gratis a la función. “Y entonces resulta que yo llegué un poco retardado, me puse a empujar, -ríe entusiasmado- y cuando llegué a donde estaba el portero dijo: ‘El número 100’, y yo pensé: ¡Caramba, qué casualidad!”

Sus ideas, emociones y recuerdos se esconden entre la gran cantidad de libros | Foto: Fiesky Rivas
Sus ideas, emociones y recuerdos se esconden entre la gran cantidad de libros | Foto: Fiesky Rivas

Conejín, su gran sueño

Así fueron los días en los que este talento venezolano conoce los primeros dibujos animados, pero es en la década de los 60 cuando ingresa en la Universidad Central de Venezuela (UCV) a estudiar Comunicación Social y se adentra en la producción cinematográfica venezolana.

“Entonces uno se viene a dar cuenta de que hay un cine mexicano y uno argentino primero que nosotros, y que la mayoría de las películas son extranjeras”.

Dentro de sus estudios ve unas películas del director cinematográfico Norman McLaren, cuya técnica era dibujar en las cintas de celuloide con alfileres o marcadores. “Entonces yo dije: si McLaren lo hizo, entonces yo también voy a tratar de hacerlo”.

Aquella inquietud que conservaba desde niño la plasmó en Conejín (1975), su primer cortometraje, una cinta de 35 milímetros sin emulsión, luego de haberle prometido a un niño que haría cine propiamente venezolano para él.

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«Si McLaren lo hizo, entonces yo también voy a tratar de hacerlo”| Foto: Fiesky Rivas

“Ya yo había hecho algunas cositas, pero no me habían dado resultado”. Sin embargo, Castillito no imaginaba que esta película, cuya duración es de tres minutos y que le llevó producir dos años, lo haría merecedor de importantes reconocimientos internacionales.

Relata que en el cuarto año de la carrera, en clases de Periodismo Cinematográfico, supo cómo se hacían los noticieros y se filmaban las películas y por primera vez tuvo en sus manos una cámara cinematográfica.

“Y entonces me di cuenta que eso era lo que me gustaba”.

En el lugar indicado

Un día se encontraba en una exposición de fotografía del artista venezolano Joaquín Cortés en la Galería de Bellas Artes, con quien luego de coincidir, conversó sobre su gran pasión: el cine.

Pero, ¿cuál sería la fortuna de Castillito? Cortés le dio una invitación para que enviara a Conejín a participar en el Festival de Cine de Filadelfia. Luego de dos meses, recibe un certificado en el que se le comunicaba la participación del film y que había sido premiada.

“Para sorpresa mía, resulta que reviso el programa y veo que primero pasarían un largometraje y después un cortometraje”. El largometraje transmitido pertenecía a la Escuela de Dibujos Animados de Londres, “y una película llamada Conejín, de José Castillo, Venezuela”, el único país latinoamericano en el programa del festival.

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‘Conejín’ resultó ganadora en el Festival Internacional de Cine de Filadelfia | Foto: Fiesky Rivas

Increíble, y con la ilusión de traer de vuelta ese momento, comenta la emoción inexplicable que sintió cuando dentro de la programación estaba la película Un Rey en Nueva York, de Charles Chaplin, Reino Unido; y que también figuraban nombres de importantes directores, como Roberto Rosellini, Federico Fellini y Víctor Érice.

“Yo no lo sabía, pero cuando la vi, me llamó mucho la atención lo que estaba sucediendo en el cine en esa época. Son pequeños detalles que han influído en el cine venezolano”, comenta.

Dentro de los momentos que vivió en su carrera fueron muchas las dificultades que se les presentaron a José Castillo: «Son muchas y principalmente para nosotros aquí en Venezuela porque dependemos de otros países (…) No tenía dinero para comprarme una cámara de cine”.

Actualmente, el mayor sueño de José Castillo es finalizar una película que se llama Sí se puede, «que ya está hecha, pero la estoy interviniendo». La película trata sobre un jugador de béisbol venezolano que ingresó al salón de la fama.

«¿Quién es ese señor? Luis Aparicio. Él dice que ‘si tú te propones a hacer una cosa, sí se puede'».

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Más de 20 películas producidas conforman el repertorio de José Castillo | Foto: Fiesky Rivas

Además, este exponente del cine venezolano, se encuentra trabajando en una película que se llama Margarita, un cuento que Rubén Darío le dedica a su hija y a todas las niñas que se atreven a luchar por sus ideales. “Estoy trabajando en ella porque es un poema muy bonito”, reflexiona Castillito.

Otra de las cosas más importantes que tiene en su agenda, es una exposición en mayo, como parte de la celebración de los 50 años de la Cinemateca Nacional, fundada por Margot Benacerraf.

“Me llamaron para que organice una exposición en la Cinemateca (…) Hacerle un homenaje a Margot y a sus películas. Araya, es la piedra angular donde partimos todos los directores de cine”.

Los cuatro amores del director de cine

José Castillo se tomó su tiempo para explicar cuáles son los cuatro amores de un director de cine. Para él, su primer amor fue ir con mucha frecuencia al cine a ver películas, pero de todas, solo las del género que a él le gustaba.

El segundo amor –dice Castillito- es pasar por el frente de una tienda, ver una cámara de cine y comprarla. “Entonces tienes la cámara de cine y empiezas a hacer películas ahí, en la calle”, que luego les enseña a tus amigos y si a ellos les gusta, y él sigue haciendo películas.

 “Cuando has hecho 10, 15 o 20 películas, cortos o largometrajes, pero de todas esas películas, hay una que a ti te gusta más”, así se refleja el tercer amor; y por último, “es cuando ya no haces cine, ya estás viejo y no se puede hacer cine como antes; entonces vuelves a la película que más te gusta y la ves una y otra vez”.

Pero como el amor por su arte es infinito, resalta un momento anecdótico  que tuvo con una estudiante: “Dando yo clases de Cine y Dibujos Animados en la universidad Simón Bolívar, una de las estudiantes me preguntó: ‘Profesor, ¿en qué amor está usted ahora?’, y yo le dije: ‘Precisamente, todavía, a pesar de que tengo 93 años, sigo haciendo películas de dibujos animados’».

De todas sus películas, la que más le gusta es Conejín, una historia de aventura donde un niño libre vuela papagayo.

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«A pesar de que tengo 93 años, sigo haciendo películas de dibujos animados» | Foto: Fiesky Rivas

Castillito considera que en Venezuela “el cine extranjero es más visto que el cine propio. A pesar de que el cine venezolano ya dio el paso inicial de ir a festivales internacionales y de ser reconocido, hay una serie de dificultades porque también tenemos problemas de producción, por ejemplo, con la caída de los precios del petróleo. Incluso, con ese problema tenemos un país muy bonito y muy hermoso».

Asegura que el cine se adapta a las circunstancias de cada país y de los acontecimientos.

“Esa es la pregunta actual sobre el cine mundial”, responde cuando se le pregunta acerca de los avances tecnológicos, aún así, afirma que seguiría trabajando en la forma artesanal y experimental por la que se ha caracterizado desde sus inicios.

Lo mejor que ha conseguido José Castillo de todo el trabajo realizado es el reconocimiento de su público y los premios internacionales que ha ganado.

“Pero el camino ha sido largo, porque llevo 45 años haciendo cine”.

“En Venezuela tengo el Premio Nacional de Cultura, mención Cinematografía”, un reconocimiento del que han sido merecedores directores de la talla de Román Chalbaud y Margot Benacerraf, además de otros profesores y estudiosos del cine.

La crítica principal de Castillito para el cine venezolano “es que estamos haciendo un buen cine y no tenemos una escuela de cine”.

Sus mayores impulsos

No iba a imaginar tampoco aquel hombre que venía cosechando una vida de grandes logros que a los 75 años se quedaría completamente solo.

El cine no es su único hijo. “No, ya va”, dice mientras sus ojos reflejan lo difícil que fue para él la ausencia de cuatro personas importantes en su vida. “En mí ha incidido seguir en el cine porque me sucedió lo siguiente: se murió mi papá, se murió mi mamá, se murió mi esposa y se murió mi hija. Y entonces me quedé solo, pero seguí, seguí, seguí».

Recuerda que un día hizo que toda su familia se reuniera en casa. ¿El motivo? Un amigo transmitió la película de Conejín en un programa de televisión del Ministerio de Agricultura para ese entonces.

“Ese día se reunió toda mi familia frente al televisor y pasaron Conejín. Entonces mi mamá me dijo: Tienes que seguir haciendo cine”.

Esas ausencias fueron impulso para este maestro de la animación venezolana, quien insiste en continuar con los consejos que le dejaron sus padres.

Hacer lo imposible

Para tener éxito en algo y particularmente en el cine, hay que hacer tres cosas:

Haz primero lo necesario –explica- coge un lápiz y un papel; haz segundo lo que es posible: con ese lápiz y ese papel, escribe un cuento; y lo tercero, ese cuento lo envías a un concurso de cuento y de pronto, el cuento tuyo gana el primer premio en un concurso.

Solo hay que tener convicción y ganas de luchar por lo que se quiere. Esa es la energía que transmite cuando comparte los conocimientos que ha obtenido a lo largo de toda su vida.

A nivel nacional, ha sido merecedor del Premio Bienal de Cultura Popular del Museo Salvador Valero y ha sido reconocido como cineasta por el Ministerio del Poder Popular por la Cultura y la Fundación Casa del Artista.

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No obstante, a pesar de tener una vida llena de aventuras marcada por infinitas experiencias, muchos aún no saben quién es José Enrique Castillo y cuál ha sido la historia que ha creado en el mundo cinematográfico de Venezuela.

Vive en un modesto apartamento, con una salud quebrantada y dentro de ese mundo de sueños, se siente un perfume a soledad.

DesdeLaPlaza.com / Luis De Jesús

Fotos: Fiesky Rivas