Santo Lavoe de las Alturas

Mercadito. El de por acá por la casa, que no es el mismo que el de Bello Monte, o que el de Los Frailes, o que el de la Av. Bolívar de Catia, y mucho menos el que organizan las comunas y se llegan pa’llá pa’ Antímano a vender sus vegetales y su carne de cordero.

Sábado, 8am. Me paro con una cara entre «no es tan temprano. Actívate» y «pero me quiero quedar a dormir acásabrositohacefríoohsí». Me hago mi rolo e’ taza de guayoyo (diosmido, el café, diosmido por lo diose ¿cómo es tan bueno?) mientras reviso Facebook desde el teléfono. Agarro mis llaves, mis audífonos y bajo.

Llego al mercaíto y de una me enfilo a buscar los huevos. Los encuentro. Me dan el precio. Malparía sea, vale. La señora que está pagando delante de mi está comentando algo de no guardar los reales porque eso no tiene sentido, y el tipo del puesto le dice «¿para qué vas a guardar plata? Los únicos que guardan son los de Miraflores». Y la tipa le responde mientras recibe el recibito del pago con débito, «ellos no guardan. Ellos roban e invierten en Suiza». Repito, malparía sea, vale. Me hago la loca, finjo demencia. Esa cara incómoda y tensa que una pone y que dice «no escuché nada de lo que dijiste pero eres bien gafa». Poker feis, claro.

Total que compro mi vaina y me voy a donde el queso y el jamón. ¡En el puestico hay es una salsa activa! Se me alborota el cuerpo, de una. Es como magia. Una escucha salsa y le da algo entre una reminiscencia de la ascendencia negra esclava y la actual necesidad de bailar siempre, siempre, siempre. Así sean las 8 y pico am de un sábado en un mercaíto destos.

No tengo que ponerme los audífonos y aislarme del mundo y de mis vecinxs. Estoy bien tranqui en mi cola. «Quítate tú pa’ ponerme yo, quítate tú» Pampara para pam pam.  «Quítate tú pa’ ponelme yo, quítate tú» Pam pam pam pam pam pam. Pido el queso, me voy a la otra cola que es donde se paga con punto. Al señor de la carne se le dañó su aparato y el del queso le está haciendo el “favor” cobrándole a sus clientes con su punto. Entonces en verdad era doble cola porque era una persona del queso y otra de la carne, y así.

«Que si esto es escandaloso, es más vergonzoso no saber amar. Que si esto es escandaloso, es más vergonzoso no saber amaaaaaaar». Resulta que delante de mí está la misma tipa de los huevos, la que se quejó. Y resulta que acá también se estaba quejando. Este tipo de congregaciones (llámense mercadito de los sábados, cola del Central, cola del Cajero y, en ocasiones, cuando se les daña el carro o van pal Centro a hacer diligencias, parada de la camionetica) son las que propician encuentros cercanos del tercer tipo con mis adoradxs vecinxs que eligen cualquier momento pa’ quejarse de esta horrible situación que viven(imos).

Delante de ella estaba una chama, joven. Su cédula es 20.870.algo ¿22, 23 años? Le dice al cobrador «se me quedó la tarjeta que tiene el dinero. Intenta con estas dos». La tipa, la quejona, la mira feo y le voltea los ojos, y resopla durísimo. Y yo ahí sí cero poker feis un coño y la miré feo de vuelta. Qué mal yo pisando el peine así. Y luego la tipa le dice al señor que cobra “mire, ¿será que usted me vende un poquitico de jamón de pavo por acá? Es lo único que me voy a llevar”. Tú si eres fresca, chica. Te quejas de la pana que tiene todo el derecho a pagar sus betas como le dé la gana, pero te coleas.

Cuando el señor ha cobrado 3 veces ya entre dos tarjetas y todavía falta, yo estaba feliz escuchando y bailandito chiquitico «aguanilé, aguanilé mai mai. Aguanilé, aguanilé mai mai». Algo con «eleison algoalgo. Eleison, no te metas con mi mona». Nunca supe qué es lo que dice. Y, mientras, también recordé que una vez se me rompió una sandalia bailando esa canción; la pegué con tirro de papel, y seguí bailando. Les digo, la salsa es mágica.

Ya vamos por «abonboncheche, abonbonchacha, yo traigo aguanilé pa rociar a las muchachas» y en eso «coño… ¡Pero ésta si es arrecha! Mira, ¿tú estás pagando ese queso con 2 tarjetas? ¡Respeta, chica!» Me volteo, careperro ya, a ver quién había soltado el veneno histérico. Una tipa, chiquita, blaaancaaa, ojos azules y catira. La miro. Me mira. Me dice «yo estaba detrás de ti hace rato, ¡me fui y mira! Nojoda».

Gracias, gracias, Santo Lavoe de las alturas por salvarme de la oscuridad. Bendíceme y haz que el punto no se caiga pa’ irme rápido de acá.

Pago, guardo mi tarjeta, me aferro al cartón de huevos como si mi vida dependiera de ello, agarro el pedazo de queso y enfilo para mi casa pensando cómo logré este desdoblamiento del ser sin enloquecer. Contrariada, contraída y ladillada… Y con ganas de bailar salsa.

DesdeLaPlaza.com / Sahili Franco

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