Aprendiendo a comer sobre la marcha

Harinas alternativas

 Como todos, en estos momentos es inevitable ver largas colas y hasta algunas veces hacerlas para conseguir alimentos que llamamos “básicos”, sin ocultar que lo que los hace básicos es que verdaderamente son a costos realmente bajos en comparación con otras alternativas que hay en el mercado para alimentarnos, bien si no son los más sanos, son los que hacen que la quincena alcance.

Aun así vemos como en esas mismas colas se generan conversaciones que dentro de esta crisis son un poco liberadoras, cuando escuchamos a una señora diciéndole a otra que, si no consigue harina de maíz, ella sabe cómo hacer arepas de ocumo o de plátano, y le explica cómo hacerlas, entonces al mismo tiempo otras personas se suman a la conversa sorprendidas de aprender acerca de otras maneras de alimentarnos, con una expresión de sorpresa, algo así como, – ¡Jamás lo hubiera imaginado! –  luego sale otra persona y comenta que si no consigue harina de trigo ella sabe cómo hacer tortas con harina de avena que ella misma hace a partir de la avena que consigue, y sale otra persona y pregunta -¿con la avena común y corriente?- y la otra persona le responde que sí, que simplemente la tiene que pasar por la licuadora,  y viene otra expresión de sorpresa de otras personas diciendo – ¡jamás lo hubiera imaginado tan fácil!

Entonces en el transcurrir de las colas, se difunden una cantidad de alternativas que son no solo liberadoras, sino que alimentan el conocimiento de la gente respecto a cómo alimentarse de una manera diferente, menos dependientes de los llamados “productos básicos”.

Aunque dejar de hacer las colas parece no ser una alternativa, mientras que se aprende cómo comer diferente, realmente hay que entender que es lo barato de dichos productos lo que hace  que sigan siendo “básicos” en nuestra economía familiar.

Si estos alimentos estuvieran nivelados en precios con la realidad económica del país, seguramente a la gente se le haría más fácil entender que hay maneras más saludables de alimentarse que no dependen de un monopolio de producción, por el cual debes hacer una larga cola para obtener el producto que hace que te alcancen los reales.

Indiscutiblemente hay un desfase de precios en relación a los ingresos promedio, pero también hay una clara adicción a ciertas marcas de alimentos que nos limita la visión para descubrir la gama de productos naturales que existen, con los cuales nuestra alimentación sería más saludable y que su consumo haría que nuestros campesinos fuesen más productivos.

Mientras que se sigan necesitando dólares para importar materias primas, no creceremos como país, y en la medida que aprendamos alimentarnos de una manera diferente, más apegada a lo que sí hay, menos dólares se necesitarán y viviremos en un país más productivo.

El proceso es doloroso, pero al parecer en las colas se está demostrando que ya la gente está buscando alternativas en tiempos de crisis, que nos harán asumir una nueva cultura alimentaria.